Desde el año 2004 sus opositores empezaron un operativo dirigido a detenerla. Lanzaron una investigación de cada movimiento que realizaba. Registraron cada decisión que tomaba. Escribieron libros novelados en torno a ella, en los que sugerían sus vínculos con la muerte de un colaborador. Derramaron tinta cuestionando su sexualidad. Desconfiaron de la suma de dinero que estaba acumulando. Pese a todo ello, los ataques en su contra sólo la han fortalecido.
En enero de 2004, el Partido Republicano en Nueva York orquestó una agresiva campaña llamada “Deténganla ahora”. El objetivo era iniciar una campaña de desprestigio en contra de la senadora demócrata para impedir su reelección en 2006 y así frenar en seco el inicio de su aspiración presidencial. Los republicanos mandaron correos electrónicos a su base de apoyo en el que se leía “detener a Hillary Clinton es la labor más importante que los republicanos pueden hacer en los siguientes dos años”. Y no lo lograron. La ex primera dama consiguió su reelección al cargo con un 67% de los votos.
Algo similar está por pasar en el seno de la contienda demócrata. Barack Obama y John Edwards no han logrado detener el avance de Clinton desde que inició la carrera por la candidatura. Ni uno ni otro la ha atacado directamente. La estrategia ha sido cuestionarla de forma indirecta. Si el mensaje de ella se enfoca en prometer que “representa el cambio para Estados Unidos”, Obama se autolimita y sólo dice que él “es el verdadero cambio”. Si a Edwards le preguntan en un debate qué no le gusta de la senadora, su respuesta se refiere al atuendo y al color del saco de la candidata. La caballerosidad de los precandidatos no ha funcionado y la dinámica de la precampaña electoral podría estar a punto de entrar al terreno de la descalificación y de las campañas negativas.
Barack Obama tuvo un excelente inicio de campaña. Sorprendió a propios y extraños al recaudar fondos de campaña sin precedente para un político semidesconocido, superando incluso los esfuerzos de recaudación de la Clinton en dos ocasiones. Sin embargo, la tendencia empieza a revertirse a favor de la senadora en el tercer trimestre del año. De acuerdo con el New York Times, Clinton recaudó tres millones de dólares más que Obama y lo superó en el número de nuevos contribuyentes en este periodo.
A su vez, John Edwards no logra despegar. Su plataforma parece ser la más seria y la más de izquierda de todos los precandidatos, con un énfasis en el combate a la pobreza, pero Edwards no ha conseguido atraer nuevos contribuyentes ni ha logrado subir en las encuestas. A su campaña lo persigue el tufo a perdedor que le dejó 2004, cuando fue el candidato a la Vicepresidencia de John Kerry.
El Washington Post acaba de dar a conocer una encuesta en la que la ex primera dama consolida su ventaja de preferencia de voto frente a sus rivales demócratas. De acuerdo con dicha encuesta, Hillary está 33 puntos arriba de Obama y 40 arriba de John Edwards. Peor aún para sus rivales, en las proyecciones que elaboran las encuestadoras ya están dando por hecho que será ella la candidata presidencial en 2008 y empiezan a confrontarla con Rudolph Giuliani. Sorprendentemente, en esa misma encuesta la senadora está 7 puntos arriba del ex alcalde neoyorquino.
El tiempo se agota y si Obama o Edwards quieren destronar a Clinton ha llegado el momento de utilizar otra estrategia. En las filas republicanas, los precandidatos también se han dado cuenta de ello. Giuliani ha concentrado sus más recientes esfuerzos en cuestionar las propuestas de la precandidata. Vendrán tiempos difíciles para la senadora y la de 2008 podría ser la contienda electoral más agresiva de los últimos tiempos. Lo que sí es un hecho hoy es que Hillary es la Reina, del Pacífico y del Atlántico…
Miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales
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