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La responsabilidad de Estados Unidos

Julio Faesler

Las declaraciones del presidente Calderón dirigidas en días pasados desde Europa dirigidas a su colega Bush describen claramente el estado de las relaciones actuales entre los dos países. Sin que nadie pueda dudar de la estrecha vinculación que tiene la economía de México con la de los Estados Unidos, es patente que ella está afectada muy seriamente por los problemas que presenta por una parte, la emigración de cientos de miles de mexicanos hacia el norte y el trato que ahí reciben y por la otra, lo profundo que es la inevitable responsabilidad de Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico.

Los dos temas convergen en decisiones que tienen que tomarse para proseguir con acciones. Las conversaciones que se sostuvieron entre los funcionarios de ambos países y que tuvieron por tema una alianza para la prosperidad y la seguridad, son el marco en el que se inserta la firme campaña que se ha emprendido en México contra las mafias de la droga llegándose a extremos de criminalidad jamás conocidos.

La violencia con que el crimen organizado ha respondido es muestra de la gravedad a la que había llegado la tolerancia y corrupción que había permeado no sólo nuestras instituciones, sino también las estructuras financieras y mercantiles. En esto, los Estados Unidos no son ajenos. En primer lugar, la distribución de la droga no puede realizarse sin la connivencia de las autoridades a todos los niveles, a la que se suma la increíble pasividad con que cualquiera accede a la compra de armas de todo calibre que cruzan con gran facilidad nuestras fronteras.

Los que dudan de la necesidad de que intervengan las Fuerzas Armadas no parecen aquilatar el daño que ya se registra en todos los ámbitos de nuestra vida nacional, afectando seriamente la imagen internacional de México dañando al turismo y al flujo de las inversiones extranjeras. De atenderse a sus críticas y no aplicar toda la fuerza a la disposición del Estado, sin duda ellos mismos acusarían al Gobierno de debilidad, indecisión e incompetencia.

Los empresarios no pueden estar ajenos a la lucha que se libra. Sus planes de expansión tan necesarios para el progreso colectivo nacional no pueden ser rehenes de la inseguridad o de las cuentas que las mafias se cobran entre sí.

El que Calderón haya llamado a cuentas al presidente Bush sobre la responsabilidad que Estados Unidos tiene de frenar el consumo de drogas, es un punto imprescindible para que tenga sentido la guerra que se libra en territorio nacional.

El presidente de México al entrevistarse con Romano Prodi y con Nicolás Sarkozy, llamó a una acción internacional coordinada contra la violencia y el narcotráfico la que requiere de un serio compromiso norteamericano para reducir su consumo de droga. No se ignora la profunda penetración en la sociedad norteamericana de la drogadicción y el alto número de crímenes asociados a ésta. Este hecho, sin embargo, no releva a las autoridades norteamericanas de sus obligaciones en este asunto.

Ya sea por las vías que la experiencia aconseje, sea con la legalización del consumo o sin ella, el objetivo neto en México es reducir el fenómeno de la producción y tráfico de drogas a un nivel controlable por las fuerzas policiacas.

Al lado de la necesidad de acelerar el crecimiento económico creando los empleos que se requieren, está la urgencia de garantizar condiciones de seguridad para el desarrollo tranquilo de las actividades económicas. En esta acción integral los norteamericanos tienen que probar su solidaridad.

Junio, 2007.

juliofelipefaesler@yahoo.com

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