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La SCJN le da el último adiós al ex ministro Aguinaco

Ante su cuerpo,  quienes fueran sus compañeros de aventura en ese nuevo tribunal que surgió después de la reforma constitucional de 1994,  aprovecharon para decirle que se verían pronto,  luego,  después,  porque sólo los separaba el tiempo. (El Universal)

Ante su cuerpo, quienes fueran sus compañeros de aventura en ese nuevo tribunal que surgió después de la reforma constitucional de 1994, aprovecharon para decirle que se verían pronto, luego, después, porque sólo los separaba el tiempo. (El Universal)

El Universal

Esta es una de esas pocas veces en las que la Corte se viste de negro, en las que un ministro ingresa al pleno del máximo tribunal en un féretro, en medio de aplausos, de ojos llorosos, arropado de sus familiares, amigos y colaboradores más cercanos, que se niegan a despedirlo y que repiten una y otra vez que no se trata de un adiós sino de un hasta luego.

Porque la Corte se negó a despedir al ministro Vicente Aguinaco Alemán. Ante su cuerpo, quienes fueran sus compañeros de aventura en ese nuevo tribunal que surgió después de la reforma constitucional de 1994, aprovecharon para decirle que se verían pronto, luego, después, porque sólo los separaba el tiempo.

Uno a uno, de derecha a izquierda, como se acostumbra en la Corte, los ministros del alto tribunal hicieron uso de la palabra para homenajear a quien fuera su compañero, en una ceremonia conjunta a la que asistieron los magistrados del Tribunal Electoral y los magistrados del Consejo de la Judicatura Federal, que se trasmitió en vivo por el Canal Judicial y por internet, y que fue seguida de cerca por quienes no alcanzaron lugar en el Pleno.

Porque este lunes fue una de esas raras mañanas en las que el silencio permitía escuchar en los pasillos de la Corte el silbato del policía de tránsito y la afluencia de los carros.

Una de esas mañanas en las que incluso las cocineras dejaron su trabajo y se acercaron a la zona de los murales para intentar ver el féretro y despedirse de quien fuera, en algún tiempo, su jefe, y en la que algunos secretarios de estudio y cuenta que elaboraron proyectos de sentencia para Aguinaco también se reunieron para ver la transmisión del homenaje póstumo.

Por las pantallas les tocó ver el rostro aparentemente sereno, fuerte, de doña Guadalupe Bravo, la esposa, compañera y amiga de Vicente Aguinaco, a quien se le recuerda del brazo de su marido caminando por los pasillos de la Corte.

Y también escuchar al ministro José de Jesús Gudiño que no quiso que nadie pronunciara a su nombre unas palabras y esforzó sus cuerdas vocales, todavía dañadas por una operación, porque él quería ser quien le dijera, a Aguinaco, ante su ataúd, con su propia ronca voz: "Vicente, compañero, amigo, lo que hoy nos separa de ti sólo es el tiempo. Por ello, esto no es una despedida, mucho menos un adiós, es un hasta luego".

Pero también el "ahí nos vemos Vicente... muuuy pronto", que pronunció el ministro en retiro Juventino Castro y Castro, luego de decir que envidaba la forma en que había muerto, porque "la forma en que murió, esa rapidez, la deseo para mí".

O las palabras de Mariano Azuela, el único que recordó la profunda fe religiosa, cristiana, aunque discreta, que caracterizaba a Aguinaco.

El mismo que dijo que si se le hubiera pregunta a Aguinaco que es la muerte hubiera respondido que la muerte es la separación del alma del cuerpo.

Porque después volvieron los aplausos, los abrazos, las condolencias, el receso en el Pleno y los preparativos para que la SCJN continuara con la revisión de los juicios que tiene pendientes.

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