La reforma de la Ley de las pensiones del ISSSTE mueve a dos reflexiones. En primer lugar, surge cierto alivio al saber que algo se esté empezando a hacer con esa bomba de tiempo en que se habían convertido las pensiones de la burocracia y sus gigantescos pasivos. Para que nos demos una idea, el costo de los pasivos se eleva, según algunos cálculos, a prácticamente la mitad del Producto Interno Bruto. La reforma está lejos de ser una solución total, mas cualquier acción que mitigue el problema es bienvenida.
La segunda reflexión obligada surge al ver la manera en que se está consiguiendo esta reforma. En otras palabras: hay que detenerse a pensar en el papel que finalmente jugará en este sexenio Elba Esther Gordillo. En una entrevista reciente, a propósito de la publicación de un nuevo libro sobre Felipe Calderón, el periodista Jorge Fernández Menéndez aseguró que Calderón miente con la verdad. Dando esa apreciación por buena, cabe entonces preguntarse qué es verdad y qué mentira en torno a la variadas versiones sobre la deuda que el nuevo Gobierno tiene con la líder magisterial.
Hasta el día de hoy, no existe claridad total sobre el papel que en verdad jugó Elba Esther Gordillo en el pasado proceso electoral, en concreto a favor de Felipe Calderón. Hay, por un lado, una cascada de versiones, rumores y trascendidos sobre lo que habría hecho esta chiapaneca para apoyar al hoy mandatario (de lo que más se ha hablado es de presunta operación con algunos gobernadores priistas del norte para favorecer al PAN, y de cómo instruyó a sus seguidores a que votaran por los candidatos a legisladores de su nuevo partido, Nueva Alianza, y por Felipe Calderón en la boleta correspondiente a presidente).
Aunque sólo se trata de versiones fragmentadas, éstas ganan credibilidad cuando, como reverso de la misma moneda, sobran hoy las muestras de la gran influencia de la priista en la nueva Administración panista. Por tanto, estamos ante un escenario en el que las sospechas y suspicacias sobre el actuar de Gordillo en 2006 logran posicionarse como si fueran verdades, aun cuando no hayan sido verificadas, corroboradas o asumidas por sus protagonistas.
Con eso en mente lo que procede es cuestionarse si Calderón puede construir el México moderno que prometió en su campaña, si puede tender el andamiaje del futuro aliándose con el pasado. De cuántos socios uno puede suponer que Calderón tenía a mano, hoy es evidente que eligió, por convicción, necesidad u obligación, a esta lideresa de más de un millón de maestros que es todo menos moderna.
Gordillo es, de cierta manera, como el nuevo presidente: reina hoy luego de haber sido subestimada. Tras convertirse en la líder de la bancada priista en la LIX Legislatura, apenas se estaba acomodando en ese cargo cuando a finales de 2003 Roberto Madrazo maniobró una revuelta para retirarla de esa posición. Gordillo perdió ese primer round frente a Madrazo -entonces líder nacional del PRI-, y sufrió además al mismo tiempo un serio trastorno en su salud que le obligó a un retiro de casi dos años, periodo en que algunos analistas incluso declararan su desahucio, físico y político.
Pero volvió y no sólo le cobró la factura a Madrazo, a quien le cumplió la amenaza de destruir sus aspiraciones presidenciales, sino que logró reposicionar su alianza con el foxismo, que destinó millonarios recursos al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y a ella evidente tolerancia y connivencia. Con el cambio en el Gobierno Federal, Elba Esther vio crecer aún más su influencia. Ya no es necesario repetir que gobierna parte fundamental de la SEP, la Lotería Nacional y, por supuesto, el ISSSTE.
Las posiciones logradas hasta ahora por Elba Esther permiten aventurar una nueva hipótesis: quizá la génesis de la relación Gordillo-Calderón no pasa tanto por lo que aquella haya hecho en la campaña, sino por lo que haya prometido hacer ahora, en el sexenio. En otras palabras, más que al pago de facturas, estaríamos asistiendo al nacimiento de la coalición de Gobierno de la que habló Calderón en algún momento. Y la nueva Ley del ISSSTE sería el primer hijo de esta sociedad.
Sería una rara vuelta de la vida. Precisamente la mujer que se planteó ser la socia de Vicente Fox desde la Cámara -y que vio frustrado ese intento por la oposición de Madrazo-, ahora podrá ser la aliada de otro nuevo presidente. Igualito que lo fue en los sexenios priistas de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. De hecho, ella obligó desde las primeras horas posteriores al dos de julio a Calderón para que se tomara una foto con el gremio magisterial.
A lo largo de meses, el periódico Reforma ha desvelado diversos privilegios y dispendios del sindicato de la maestra. Y hace pocos días, La Jornada evidenció como el SNTE tiene incluso la desfachatez de rentar para fiestas monumentos históricos que quién sabe por qué tiene a su resguardo. Elba Esther ha sido tan abierta en sus ambiciones que ha llegado a reconocer que le hubiera gustado ser titular de la Secretaría de Educación Pública.
Antes apunté que Gordillo era priista cuando, por supuesto y como recordarán los lectores, ella fue expulsada del tricolor el año pasado. Pero no por carecer de credencial ha perdido su influencia en gobernadores, legisladores y militantes del PRI. Ello, sumado a su propio partido político, y desde luego a la fortaleza del SNTE, permiten decir que más que cualquier otro personaje, es Elba Esther la que se cree ya vicepresidenta en este sexenio.
Sólo quedaría una pregunta a ese presidente que prometió apertura: ¿Si ya se van a casar no sería mejor que nos dijeran cómo fue que se enamoraron y qué fue lo que se prometieron?