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La tragedia de Mónica Fabiola| Hora cero

Roberto Orozco Melo

En el Saltillo de los años 50’s eran escasas las noticias rojas en los periódicos que aquí se editaban: Primero porque la vida nocturna, frecuentada por borrachillos o malandrines que cometían delitos mínimos, carecía de importancia noticiosa; y segundo, porque en un alarde de moralina los editores de los diarios se rehusaban a dar publicidad a sucesos poco edificantes.

Tiempos distintos corren. La sociedad de Saltillo lee en las publicaciones consuetudinarias, escucha en las estaciones de radio y observa en las pantallas de la televisión todo género de hechos criminales, desde accidentes de tránsito que arrojan víctimas inocentes hasta homicidios que se cargan a la cuenta de lo que se ha dado en llamar “el crimen organizado”. Que dos sujetos riñan y se saquen las tripas viene a ser una noticia de poca trascendencia, pero cabe en los noticiarios en mérito de la circulación o el “raiting”...

Sin embargo, durante el lapso de tiempo entre el lunes 19 y la mañana del martes 20 los saltillenses nos estremecimos al enterarnos por los medios electrónicos y las portadas de los periódicos de que Mónica Fabiola, una deprimida madre de familia, había quitado la vida a tres hijos suyos: de seis y cinco años de edad y a un bebé que sólo contaba veintiún días de existencia. Los cuatro matutinos saltillenses coincidieron en los titulares principales y en las cabezas secundarias, menos espectaculares, además agregaron datos complementarios y gráficas captadas en el escenario de los hechos. En las fotos se ven policías cumpliendo su deber; familiares con una profunda tristeza en los rostros; hay vecinos azorados ante lo acaecido y decenas de curiosos que nunca faltan cuando sucede una tragedia.

La secuela informativa concentra desde ayer la atención de la sociedad pues los lectores quieren conocer los intríngulis de la tragedia.

Psiquiatras y psicólogos serán entrevistados, lo mismo que algunos abogados del foro coahuilense, sacerdotes, directivos de organismos de derechos humanos, profesores, funcionarios públicos e intelectuales. Cada interrogado expresará su “yo pienso”o su “yo creo” y no faltará quien, desde los partidos de izquierda o derecha, responsabilice al Gobierno por equis o zeta razón; lo cierto es que nadie atinará a entender cómo una madre de familia pudo tomar la grave decisión de privar de la vida a sus propios hijos y atentar luego contra la suya.

Quizás ni siquiera Mónica Fabiola, la protagonista central de este doloroso drama, sepa qué la hizo victimar a sus inocentes hijos. Por qué no ocurrió ante algún familiar o amigo en busca de apoyo o de orientación.

Y cómo pudo ser que esta muchacha no haya encontrado una salida sensata a sus evidentes problemas. Alto, lectores, por favor: nadie adelante juicios ni dicte sentencia contra Mónica Fabiola. Veamos el caso con mesura, sensatez y humanidad.

Consultemos a los sabios en las cosas de la ciencia más que a quienes creen saber todo de la conciencia. Cualquier médico ginecólogo podrá explicar mejor que éste columnista la peligrosa depresión que acomete a cualquier madre después de haber parido a un hijo. En su cuerpo, hasta hace poco un desconocido laboratorio, el alumbramiento suele provocar una alteración hormonal que afecta profundamente al sistema nervioso de la madre y le siembra una mezcla de sentimientos encontrados, tanto negativos como positivos, que la hacen experimentar un estado de profunda tristeza, absoluta invalidez y paradójicamente un gran sentimiento amoroso y de protección hacia sus hijos.

Nada o casi nada tiene que ver la situación económica, pues mujeres de todas las clases sociales han sufrido éste trauma. Tampoco es causa principal de esta depresión la existencia de conflictos pasionales o de inestabilidad matrimonial. Los médicos estadounidenses identifican el trauma post parto con la expresión “baby blue”. Vale decir un sentimiento triste no necesariamente contrario ante el bebé recién dado a luz. Es que la madre piensa en el futuro, y no sabe si podrá sacar adelante a éste y a sus otros descendientes. Esta duda le causa una gravísima depresión que descontrola cualquier raciocinio, cierra las puertas del entendimiento y la conduce a cometer inconcebibles barbaridades. Si alguien exige un culpable culpemos al sistema hormonal femenino.

¿Cómo indignarnos ante quién fue, a un tiempo, victimaria y víctima?.. ¿A quién culpar? ¿De qué culparla? Y en todo caso ¿para qué culpar a alguien? ¿No es suficiente castigo para Mónica Fabiola la pena de cargar de aquí en adelante con el dolor del encuentro y el duro sentimiento de la pérdida y con la agonía del daño y de la culpa?

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