Los patios embaldosados de la rectoría en la Universidad Nacional Autónoma de México, con un olor característico a piedra de cantera, humedecida por el rocío de la mañana, el frío se metía hasta los huesos, me hacían imaginar un mundo raro que de pronto se había apoderado de mis sentidos siendo al mismo tiempo agobiante y hermoso. No hacía mucho había descendido del tren que atravesando la estepa me dejaba mirando azorado los campos que en esos tiempos constituían aún la riqueza del país y daban cobijo y sustento a las familias campesinas. Se pasaba del cultivo del algodón, al de los árboles frutales, de las uvas enracimadas a las plantas que daban jugosas fresas, a la milpa o a las agaves. La diversidad había maravillado al joven provinciano que llegaba a ese monstruo que era la capital de los aztecas con sus palacios como alguna vez los vio el Barón de Humboldt: soberbios, sobrios y majestuosos.
Eran construcciones achaparradas con gárgolas que deslumbraban lanzando grandes bocanadas de agua, en sus patios interiores. Mi recuerdo puede que no corresponda a la realidad, pero siempre llovía, como actualmente. La gran ciudad tenía entonces cuatro millones de habitantes. Un adolescente atravesaba el Zócalo teniendo enfrente la imponente catedral. En su interior olía a cera quemada, se respiraban rezos de suplicantes que acudían contritos a pedir la ayuda del Señor. La sede de la Real y Pontificia Universidad de México creada por Cédula Real expedida por el Rey Felipe II el 21 de septiembre de 1551 se encontraba, en la actual calle de Moneda, localizada en el Centro Histórico, a un costado de la catedral Metropolitana. En los días que recorría las calles con la curiosidad y asombro de un provinciano, ya había adquirido su autonomía denominándose Universidad Nacional Autónoma de México, sus recias puertas estaban adornadas de cantera, trabajada primorosamente, dándole señorío a la fachada. Ya usaba el lema de Por mi Raza Hablará el Espíritu elaborado por el maestro José Vasconcelos.
En estas últimas semanas se llevó al cabo el proceso de consultas para que la Junta de Gobierno decidiera quién sería el nuevo rector, tomando en consideración las tareas sustantivas de esa Casa de Estudios, que son: la docencia, la investigación y la difusión de la cultura. Correspondió al coahuilense José Narro Robles ser nominado para el cargo. Es un médico egresado de la Facultad de Medicina de la propia UNAM. Hombre forjado en el ambiente docente. Su nombramiento no estuvo exento de crítica al ser difundido que se ha reunido con un hombre cercano a la Presidencia de la República, lo cual no quiere decir nada como no sea que mantendrá contacto con fuerzas políticas a la que no es ajeno el político y académico.- Esperemos confiados que en esas pláticas hayan dejado en claro lo que significa la palabra autonomía.- Es un profesionista serio que ya había trabajado en una dependencia del Gobierno de la que era titular el actual rector Juan Ramón de la Fuente, con el que continúo trabajando como secretario general en la Universidad al ocupar aquél la rectoría. Luego fue nombrado Director de la Facultad de Medicina. Es muy amigo del rector saliente.
Hay, nunca faltan los disidentes, quienes llaman a la auscultación una farsa dado que, según ellos, José Narro Robles era desde antes el sucesor escogido, simulándose cierta apertura democrática mediante la utilización de una junta de gobierno convertida en gran elector, que por muy notables que sean, 15, no pueden sustraerse al encanto de ser seducidos, en un sentido u otro, ni representan el sentir de la comunidad que está integrada por más de 300 mil universitarios. Además, a algunos les resulta intrigante ver cómo los 15 consejeros votaron unánimemente por uno, no obstante que eran 8 los candidatos; la mayoría de gran valía intelectual. Se dice que a partir de la reunión del médico con Juan Camilo Mouriño, en Los Pinos, se concluyó que los dados estaban cargados a su favor obedeciendo su designación a un “dedazo” de las élites empresariales y políticas del país. De ser cierto lo anterior no le auguramos al galeno un periodo cómodo. El país está cambiando. No es lo mismo cada día que pasa. Hay una gran inconformidad, que se cuela hasta el ámbito universitario. Lo que mejor le caracteriza al médico Narro es su prudencia y sensatez una vez que ha enfrentado los problemas que durante su estancia en la Universidad se han generado. Se le señala como uno de los promotores en el alza de las cuotas y el uso de la fuerza pública para reprimir a los estudiantes en el movimiento huelguístico que éstos iniciaron en 1999. Sí, la casa de estudios no es un caramelo. Su historia así lo demuestra. Hay en su interior muchos intereses en pugna. Los hubo, los hay y los habrá. En fin, hagamos votos por que nuestra Alma Mater se halle en las manos más adecuadas.