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La Xenofobia

Gilberto Serna

Unas pocas horas antes de que dentro de la celebración de la Cumbre Iberoamericana se retirara, visiblemente molesto, el rey Juan Carlos de España, un ciudadano colombiano de 56 años, de tez oscura, era tundido a golpes y puntapiés por un grupo de jóvenes que previamente lanzaron al aire un Viva España. Eso aconteció en Madrid. No se puede generalizar por lo que cabría anotar que no es un estado de ánimo que, hasta donde sabemos, compartan los nativos de aquel país. En el parte médico se determina que tenía un brazo roto y hematomas por todo el cuerpo. El colombiano es un inmigrante que trabaja en la construcción. Iba acompañado de su esposa e hija, las que ahuyentaron a los agresores con sus gritos pidiendo ayuda. No sé porqué pero parece que el incidente estaba previamente planeado. Los mozalbetes traían consigo garrotes. Eran muchos. Los agresores demostraron su cobardía realizando el hecho tumultuariamente, noqueándolo al pegarle por detrás, para, una vez caído e inconsciente, propinarle una felpa de Dios santo y muy Señor mío. La voz que coreaba a su patria nada tenía que ver con su actitud que sólo puede ser calificada de xenofobia, tan es así que los agresores, exánime en el suelo, le soltaron tras la paliza: “vete a tu p... país sudaca de mierda”. Un extraño sentimiento territorial que los niños de todo el planeta expresan pintando su raya y los perros alzando la pata trasera para orinar el tronco de un árbol, delimitando su área de dominio.

La víctima se negó, en un primer momento, a denunciar ante las autoridades los hechos, aduciendo que no tenía caso, después de haber visto lo que ocurrió con el ataque que sufrió en Barcelona una joven ecuatoriana, que se testimonió irrefutablemente con escenas filmadas en el interior de un furgón de tren que no dejaban lugar a dudas de la conducta alevosa de un pelafustán pegándole en el rostro con manos y pies sin otra motivación que un racismo a ultranza, el que una vez detenido, fue puesto de inmediato en libertad por el juez que conoció del atropello. A este incidente se agrega el del inmigrante congoleño Miwa B. Monake al que un grupo de extrema derecha dejó tetrapléjico en un ataque que no ha sido castigado como se debía, gozando el victimario de total impunidad a pesar de habérsele identificado por varios testigos presenciales del hecho y aun por su propia víctima.

Esta expresión de un desatado chauvinismo no tiene más explicación que el renacimiento de un nacionalismo desmesurado. Como acaeció en los tiempos de Adolfo Hitler con su idea de lograr en el mundo una raza superior. Las juventudes nazis, uniformadas, con camisolas, en cuyas mangas portaban una swástica, marchaban por las calles de Berlín, destruyendo a su paso libros, aparadores, apaleando gente, aterrorizando a los viandantes. En España, un país que se mantuvo neutral en la Segunda Guerra Mundial, surgen ahora grupos que prohíjan la violencia considerando a los extranjeros como seres mal venidos a su territorio. Así empezó el Füerer, hostilizando a los semitas para después volcarse con furia contra el mundo entero. Los mexicanos no somos ajenos, me recuerda aquí en México a los equivocados que en la primera mitad del siglo pasado apedreaban, los días quince de septiembre, los cristales de las panaderías, propiedad de españoles, insuflados de un patriotismo trasnochado. Madrid, dice la nota periodística, en los últimos años se ha convertido en el centro neurálgico de grupos de extrema derecha de España, que han tomado el fenómeno de la migración como uno de sus temas recurrentes para llamar a la movilización y a la “acción”. Todo esto ante la pasividad de la fiscalía madrileña y de los propios jueces.

Esto está mal y amenaza con ponerse peor, si no se hace algo. Estamos regresando a la época medieval en que los caballeros permanecían aislados en sus castillos, tras grandes muros; retornamos a los tiempos de los Capuletos y los Montescos, familias contra familias, alimentando los rencores que por naturaleza lleva el ser humano desde que nace, reprimidos por la educación y los buenos hábitos de nuestros mayores. El mundo ha crecido en el ramo tecnológico a pasos agigantados, mientras el espíritu del hombre continúa siendo el que desde el principio de la humanidad se colocó en su corazón para cazar al prehistórico mamut. Podrá conquistar el espacio exterior pero no ha logrado acabar con sus instintos primarios. El rey Juan Carlos de Borbón, -lo veo, aún joven, practicando el karate en una foto de la revista Life en español-, abandonando la sala a grandes zancadas, después de un altercado con el presidente venezolano Hugo Chávez. Sin duda lo sacó de quicio este último al que en términos no muy comedidos le pidió que se callara. Me hubiera gustado que en vez de salirse, el monarca español lo hubiera invitado a pasear una madrugada de estas por las calles de Madrid.

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