Laguneros viven con tensión partido del Santos

POR MIRIAM GONZÁLEZ

EL SIGLO DE TORREÓN

TORREÓN, COAH.- Unos se mordían las uñas, otros se llevaban las manos al rostro, algunos fumaban cigarro tras cigarro y muchos más pedían una y otra cerveza para calmar la angustia. Caras largas, gritos. El Santos acababa de perder y el lamento generalizado no se hizo esperar en un merendero del bulevar Independencia.

Minutos antes habían anunciado el final del encuentro que el Querétaro le ganó al Tigres. Por supuesto que la rechifla no se hizo esperar y más cuando el comentarista explicaba las posibilidades matemáticas del descenso: “Los Gallos Blancos necesitan ganar o empatar el próximo partido y que Santos pierda para poder salvarse”, decía.

A través de una pantalla panorámica los seguidores albiverdes siguieron el encuentro en este bar, al igual que en muchos otros de la ciudad, que también se valieron de televisores colocados estratégicamente para que el comensal no se perdiera el juego desde su lugar. Pero, al parecer, la convocatoria no fue muy bien recibida, pues los establecimientos de este ramo no se vieron muy concurridos. En todos había muchas mesas disponibles y estacionamiento, algo que no es tan habitual y menos en sábado por la noche. Quizás no ayudó mucho el horario, pues a las ocho de la noche todavía muchos están en casa preparándose para salir, no es precisamente la hora de la cena y tampoco el momento indicado para comenzar a beber.

Pero los que sí se decidieron a salir para ver el partido, lo vivieron minuto a minuto intensamente. Reclamaban cada falta que el Santos recibía o cometía, les gritaban a los jugadores santistas como si éstos los escucharan y brincaban cada vez que el equipo local llegaba a la portería contraria.

Santos metió un gol y la gente celebró como si fuera el del campeonato mundial, vivas y hurras no se hicieron esperar, y muchos festejaban todavía cuando el comentarista informaba por TV que el juez de línea lo había anulado. Hubo incredulidad en unos, impotencia en otros y coraje en muchos más.

Pero cuando menos ya había quedado atrás la falta de garra del primer tiempo, comentaban en una de las mesas. Y es que el equipo albiverde había demostrado no tener interés alguno en ganar, así que tampoco los aficionados le dieron mucha importancia durante ese periodo en el partido. De hecho, muchos optaron por hablar por celular o mandar mensajitos, mientras que otros aprovechaban para ir al baño o para ordenar algo más de la carta y, por qué no, “entrarle” duro a las botanitas. Hasta algunos se interesaban más en comprar “cartas” para jugar a la lotería programada para el intermedio.

La cosa cambió para el segundo tiempo, pues sólo quedaban 45 minutos para empatar el partido. Y es que era lo menos que podía hacer el Santos, pues con el resultado favorable del Querétaro el equipo lagunero estaba forzado a conseguir cuando menos un punto y eso los aficionados lo sabían de sobra y hasta le enviaron unas cuantas rechiflas al ex futbolista Luis García, ya que convertido en comentarista deportivo trataba de explicar las posibilidades del descenso, enredándolas aún más.

Y se ambientó cuando a unos minutos de haber iniciado el tiempo complementario anunciaron que el Tigres ya le había empatado al Querétaro. Aplausos y mucho griterío inundaron el lugar, desde las mesas de afuera, pasando por las de adentro y hasta llegar a los bancos de la barra.

Pero el Pachuca seguía llegando vía Chitiva y eso destrozaba los nervios de cualquiera. Parecía empecinarse a verse frente a frente con el portero santista, quien sacaba la casta y lo paraba una y otra vez. “¡Oswaldo, Oswaldo!”, se escuchaba en alguna parte del merendero.

La esperanza se reavivó todavía más cuando el “Hachita” empezó a llegar cada vez más peligrosamente al arco contrario, lo que aplaudían sin cesar los hinchas albiverdes. Una tarjeta amarilla para el conjunto local y los nervios regresaban, el reclamo al árbitro se hacía oportuno.

Pero poco duró la alegría, pues pronto apareció el nuevo marcador del Querétaro, 2-1, ganando su partido frente a la Universidad Autónoma de Nuevo León, lo que no le gustó a ninguno de los presentes.

Los últimos 15 minutos fueron de verdadera angustia para la afición guerrera, casi de “ataque cardiaco”, decían por ahí. Hasta los meseros estaban atentos al partido. Gritos, saltos, vivas, mentadas... La locura se vivía en el terreno de juego mientras el Santos llegaba una y otra vez, igual sucedía en cada uno de los lugares en donde se seguía la transmisión desde Pachuca, la “Bella Airosa”.

Y la gente se animaba más cuando pasaban las imágenes de sus coterráneos que habían hecho el viaje hasta aquella ciudad hidalguense, o cuando los comentaristas felicitaban a la afición de Torreón por seguir fielmente a su equipo a toda plaza donde juegue.

Minuto 45, y agregaron tres más, aún quedaba algo de ilusión, pues no sería la primera vez que los Guerreros resolvían hasta el final. Una llegada de Oribe Peralta y un tiro de esquina parecían avivar la fe, perdida cuando en la gran pantalla transmitían las imágenes del festejo en Querétaro. El árbitro había pitado el final, los Gallos le ganaron al Tigres.

Faltaba nada para que también se acabara el juego del Santos, los aficionados lo sabían y las caras empezaban a alargarse. Y cuando menos lo esperaban, todo había terminado. No hubo exclamación alguna, el silencio sólo fue interrumpido por el sonido del lugar que rezaba “no se me agüiten, no pasa nada, todavía nos falta uno”, refiriéndose al partido contra el Cruz Azul del próximo domingo, ahora en casa, en donde definitivamente los Guerreros están obligados a ganar para cumplirle a esa afición que los sigue hasta cualquier plaza, desde su casa o hasta en un bar.

Y los mariachis esta vez no callaron, pues la noche apenas comenzaba y pronto hicieron su aparición para ayudar a olvidar la pena por el peligro del descenso.