Una austríaca de 66 años, que tuvo recientemente a su segundo hijo a una edad en la que podía ser abuela, ha atizado nuevamente el debate sobre los aspectos éticos y humanos de una maternidad tan tardía.
Después de que una rumana diera a luz a una hija en enero del año pasado y una española tuviera gemelos en diciembre, ambas a los 67 años, éste es el tercero caso de una de madre de edad avanzada, cuyos hijos llegarán a la edad del pavo cuando sea octogenaria.
La mujer vive en el estado federado de Estiria, al sur de Viena, es médico de profesión y su vástago, cuyo sexo no se ha revelado, nació por cesárea en una clínica de Graz hace dos semanas.
En realidad fue madre en esta ocasión por tercera vez, puesto que tiene una hija de 35 años y a los 61 tuvo ya otra hija, tras otra inseminación artificial.
La fecundación artificial y la donación de óvulos, como se ha practicado en esos casos, están sometidas a una legislación muy estricta en Austria y, además, están prohibidas las madres de alquiler, como se practica en otros países.
Dado que el tipo de fecundación que deseaba no estaba permitido en el país alpino, la futura madre 66 años tuvo que ir a una clínica en el extranjero.
Los diarios austríacos mencionan la República Checa, Bélgica, Luxemburgo o España, como países donde es posible realizar estas intervenciones.
El jefe de la unidad de ginecología y endocrinología de Graz donde nació el niño, Wolfgang Urdl, en una entrevista al diario "Österreich", señaló que personalmente no aprueba la maternidad más allá de los 50 años.
Por su parte, el ginecólogo y experto en bioética austríaco Johannes Huber incluso habló de una "negocio indigno con los óvulos", ya que una fecundación artificial cuesta entre cuatro mil y diez mil euros (entre cinco mil 320 y 13 mil 300 dólares), y abogó por respetar los límites que ha impuesto la naturaleza.
El especialista de Graz Michael Schenk advirtió de que para insertar un óvulo fecundado a una mujer de 66 años es necesario volver a sacarla de la menopausia y prepararla con un complicado tratamiento de hormonas a las tareas fisiológicas que le esperan.
Por otra parte, algunos médicos conceden que también hay argumentos en pro de la maternidad tardía, por ejemplo que los padres jóvenes a veces tienen poco tiempo para sus hijos y dejan a los abuelos, a veces más pacientes y comprensivos pero también económicamente más asegurados, que los eduquen.
Otros aducen que en tiempos en los que bajan drásticamente las tasas de natalidad habría que considerar positivo que una mujer quiera ser madre a toda costa.
Además, aseguran los que están a favor de la maternidad de mujeres de edad madura, que desde el punto de vista biológico y físico, una mujer hoy en día es mucho más joven a mediados de los 60 y tiene una expectativa de vida más larga que sus antepasadas del siglo XIX.
Otro ginecólogo, el vienés Josef Deutinger, llama la atención sobre los altos riesgos de salud para la madre y el hijo en un parto tardío: la presión arterial alta y posible diabetes de la madre y una alimentación deficiente del niño en el vientre materno.
Las estadísticas revelan que, en general, las mujeres llegan a ser mamá a una edad más avanzada que hace unos 50 años y que los partos de madres mayores han aumentado e incluso se han duplicado en los últimos años los de parturientas que tienen más de 45 años.