Un soldado estadounidense muestra un robot para desactivar bombas en Bagdad, Irak. El número diario de ataques con mecanismos explosivos improvisados se ha sextuplicado desde el año 2003. (AP)
Estadísticas recientes revelan que las bombas improvisadas son más que nunca el arma preferida de la resistencia iraquí.
El conductor del vehículo blindado, en el instante fatal, no supo qué le hizo impacto. Ni tampoco el Ejército estadounidense.
Cuando una bomba improvisada en una carretera mató al soldado Joel Bertoldie en Fallujah hace cuatro años, dio comienzo a lo que se ha convertido -desde las calles mortíferas de Bagdad a la Exposición IED de Carolina del Norte- en un desafío multimillonario para un aparato militar no más preparado para esos explosivos que el joven soldado de Missouri. IED son las siglas en inglés para denominar un “mecanismo explosivo improvisado”.
Estadísticas recientes revelan que esas bombas improvisadas son más que nunca el arma preferida de la resistencia iraquí, que va cobrando cada vez más vidas de soldados estadounidenses mientras el Pentágono se esfuerza por contener la amenaza por medio de una serie de costosas innovaciones tecnológicas.
El enemigo “se está tornando más capaz, con explosiones mejores y más intensas”, dijo el capitán Bruce Wheeler, un oficial médico en un hospital militar estadounidense en la Base Aérea Balad, al norte de Bagdad. “Tenemos más trabajo”.
En el periodo de mayo a julio de este año, el número de muertes de militares estadounidenses a causa de los IED ascendió a 203, cifra que representa un 66% de todas las fatalidades estadounidenses, según el cibersitio icasualties.org, que registra las bajas militares en Irak.
Esas cifras han trepado paulatinamente desde el mismo período de 2004, cuando 54 estadounidenses murieron por esas bombas improvisadas, el 31% de los muertos.
Desde la muerte de Bertoldie en julio de 2003, la primera registrada por icasualties.org causada por una IED, por lo menos 1,509 estadounidenses han muerto en Irak por bombas improvisadas en carreteras, sobre un total de 3,707 muertos.
El número diario de ataques con IED se ha sextuplicado desde 2003, dice el Pentágono. En un día en mayo, 101 de los 139 ataques a estadounidenses fueron con IED.
Los estrategas antes de la invasión en 2003 se habrían sorprendido.
“Las Fuerzas de infantería en Irak no habían previsto esta amenaza en la planificación original para la Operación Libertad Iraquí”, concluyó un estudio reciente en el Colegio del Comando Conjunto. Por cierto, la incapacidad de los invasores por asegurar los depósitos de municiones iraquíes en 2003 dejó toneladas de ingredientes de bombas disponibles a los insurgentes.
El Pentágono buscó recuperarlas por medio de un programa -la Organización Conjunta para Combatir los Mecanismos Explosivos Improvisados, JIEDDO- que para el año próximo se anticipa habrá gastado unos 13,000 millones de dólares en detectores y robots para desactivar bombas, blindaje de vehículos, entrenamiento y otros medios de neutralizar esa amenaza.
Esa suma es comparable, en dólares ajustados a la inflación, a lo que Estados Unidos gastó para construir las dos bombas atómicas que lanzó sobre Japón en 1945, sobre la base de cifras recopiladas por el Instituto Brookings de Washington. Algunos legisladores se quejan de que el dinero ha logrado pocos resultados.
“No nos preocupa gastar dinero si salva vidas de soldados”, dijo el representante demócrata James Moran, miembro del Comité de Asignaciones de la cámara baja. “Pero no hemos visto que haya salvado muchas vidas todavía y ha estado funcionando durante tres años” hasta crecer a una agencia con 358 personas.
Mientras tanto los auditores del Congreso están revisando las operaciones de JIEDDO y el mismo Pentágono formó este año una fuerza de tareas externa para revisar la organización.
En las oficinas de JIEDDO en las afueras de Washington, la frustración a veces los lleva a esforzarse para que se reconozcan sus logros.
“En lo que respecta a neutralizar el artefacto, hemos hecho un trabajo estupendo”, comentó el coronel Michael Mahoney, jefe de operaciones de la organización. “El enemigo tiene que colocar actualmente muchos más IED para provocar las bajas que causaba antes”.
Los expertos calculan que la mitad de los IED colocados en Irak son ahora detectados y desactivados. Para lograrlo, JIEDDO ha desplegado un arsenal de herramientas: refuerzo del blindaje de los vehículos del Ejército y la Infantería de Marina, dirigibles equipados con cámaras diminutas y vehículos aéreos no tripulados para detectar a quienes colocan los explosivos, bloqueadores de frecuencia en los vehículos, robots para manejar explosivos, perros adiestrados.
En las carreteras iraquíes se ven incontables “Rhinos” (Rinocerontes), brazos mecánicos que prolongan el frente de los vehículos blindados con cajas negras cuyo calor activa prematuramente los sensores de detonación de los explosivos. Para octubre, la organización pondrá a prueba otra innovación: radar de penetración para detectar los explosivos enterrados en profundidad.
Pero “tecnológicamente hay un límite de lo que se puede lograr”, advirtió Mahoney.
La evolución más mortífera ha sido el uso de los penetradores explosivos, EFP (Explosively Formed Penetrators), mecanismos que despiden balas metálicas que penetran blindaje grueso. Los penetradores representaron un 5% de los ataques con IED en julio, pero un 30% de las muertes de soldados estadounidenses, dijo la vocera de JIEDDO Christine Devries.
En un informe de la Universidad Nacional de Defensa, el antecesor de Mahoney en JIEDDO concluye que los IED seguirán utilizándose. El coronel Bill Adamson considera que el enemigo “ha demostrado aprender rápido y ser innovador”, pero que los esfuerzos de JIEDDO “no están produciendo los efectos deseados”.