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Las laguneras opinan...| De la familia y sus transformaciones

Laura Orellana Trinidad

La institución familiar es una de las más complejas y dinámicas. En ningún momento histórico podemos hablar de un solo tipo de familia: coexisten diversas versiones con elementos propios. Por supuesto, la más aceptada en la actualidad y con status de privilegio es la nuclear, formada por padre, madre e hijos y con jefatura del primero; sin embargo, en 2005 existían en nuestro país más de cinco millones de hogares con jefatura femenina y una cuarta parte del total de los hogares la constituía familias extensas. Así, es imposible hablar de ?la familia?, sino de ?las familias?.

Por cierto, algunos historiadores y sociólogos manejan la hipótesis de que la familia nuclear con el padre del hogar como ?jefe?, se gestó y privilegió socialmente durante el siglo XIX y XX, ya que esta forma jerárquica contribuía al fortalecimiento del poder político, es decir, a la aceptación del presidente como ?jefe? de la nación, sin posibilidad de cuestionarlo y mucho menos de rechazar sus mandatos.

Los cambios en la institución familiar han sido drásticos en los últimos 50 años: el ingreso de las mujeres al ámbito público ha modificado en gran medida a los tipos de familias existentes en la primera mitad del siglo XX. El uso de anticonceptivos bajó dramáticamente el número de hijos por pareja: en Coahuila, una mujer nacida en 1940, a sus treinta años, tenía en promedio seis hijos. En la siguiente década (los años ochenta), tuvieron casi la mitad de los hijos de las que las precedieron. En los años noventa, el promedio de hijos en nuestro estado es de apenas dos. Las jóvenes de hoy en día han desplazado el matrimonio para algunos años después de lo que se usaba en décadas anteriores, en gran medida por los estudios. En 1976, en Coahuila, el 4.1 por ciento de ellas se casaba antes de los 15: para 2000 está tendencia se revirtió al 2.2 por ciento. En este nuevo siglo, el compromiso parece establecerse entre los 20 y los 24 años. Los roles han cambiado: mientras que antes las mujeres, en términos generales, no aparecíamos en el ámbito público, hoy trabajamos prácticamente en cualquier campo. Estas transformaciones al interior de las familias, también crean (o debieran generar) dinamismos diferentes entre la pareja y de ésta con los hijos. La construcción de las nuevas masculinidades es un tema abierto, poco abordado en México, pero necesario. Los hombres pueden salir ganando en este cambio de estructuras: hoy es válido que se acerquen a sus hijos, los cuiden, los acaricien; se permite que lloren y expresen sus sentimientos. Es en los más jóvenes en donde se van notando los cambios.

¿Adónde va la otrora ?célula básica? de la sociedad? Paradójicamente, hay un regreso de esta institución con un papel preponderante, pero diferente a la que vivieron nuestros abuelos: hoy se configura como un resguardo ante las dramáticas condiciones de la pérdida del empleo y la falta de pertenencia social que anteriormente otras instituciones aseguraban. Mientras que en otros momentos, el Estado y sus organizaciones actuaron como ?pegamento? social, hoy su incidencia es prácticamente nula. Incluso, la seguridad que antes proporcionaba el ámbito religioso a sus feligreses, se ve resquebrajada en la sociedad contemporánea para los jóvenes. Este movimiento hacia adentro, al interior de la familia, se genera especialmente por la creciente deslegitimación de todo lo que parecía sólido en el pasado, especialmente para los jóvenes. Como diría el pensador Marshall Berman, ?todo lo sólido se desvanece en el aire?.

Por segunda ocasión, el Instituto Mexicano de la Juventud, aplicó una encuesta a los jóvenes de todo el país en el año 2005. Recientemente apareció la publicación del análisis de los datos de nuestro estado, realizado por Sergio Garza, investigador de la Universidad Iberoamericana Laguna. En este estudio se observa que, para los jóvenes entrevistados (de entre 12 y 29 años) la institución que consideran más importante en su vida es la familia (92.6 por ciento), mientras que la política apenas alcanza un 10.6 por ciento, la religión un 50.8 por ciento, los amigos un 49.8 por ciento y la pareja en un 68.2 por ciento. La familia aparece, a los ojos de los interrogados, como un grupo de autoayuda. Resulta interesante, que nueve de cada diez encuestados apoyan a su familia para los gastos con una buena proporción de sus ingresos. Una cuarta parte de ellos aporta todo lo que gana y casi la misma proporción lo hace con menos de la mitad de lo que recibe como sueldo. A cambio, 95 por ciento declaró que su familia sostiene o sostuvo económicamente sus estudios. Los que se declararon ?becados? fueron apenas un 2.5 por ciento y menos de seis por ciento los que sostienen sus estudios. Estos indicadores nos hablan del gran esfuerzo que cada miembro y sus familias se ven obligados a realizar para alcanzar mejores niveles educativos, contrastando con los empleos que obtienen con respecto a esta inversión. Las crisis económicas, políticas, religiosas y culturales han obligado a que la institución familiar cargue con los valores que antes también proporcionaban, de forma indubitable, la escuela y la iglesia, sólo por citar algunas.

Este ?día de la familia? tendríamos que reflexionar varias cosas: ¿cuántos tipos de familias conocemos o somos? ¿Qué cambios ha sufrido esta institución? ¿Qué otras instituciones, que la acompañaban muy cercanamente en la formación integral de las personas, han perdido legitimidad? ¿Por qué?

Celebremos los días de la familia, de la bandera, de la madre, de la Independencia, con la reflexión que puede conducir a acciones que contribuyan al bienestar del país.

lorellanatrinidad@yahoo.com.mx

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