Me encanta que la gente me pregunte cosas... en la calle, en un restaurante, en el teatro, en donde sea. El único lugar donde nunca me preguntan algo es en la iglesia, pero eso tal vez se deba a que nunca voy a la iglesia. El hecho es que a veces me pescan en situaciones algo comprometidas pero no importa. Ha pasado de todo, por ejemplo que voy corriendo con urgencia al baño y una señora muy amable me detiene: ¡Ay, qué bueno que lo veo...! Fíjese que yo quería hacerle una pregunta, porque ha de saber que mi hija, la mayor, porque tengo otras dos que apenas están... y así me empieza a platicar toda la historia familiar mientras yo me retuerzo con la presión de mis urgencias urológicas.
Bueno pues aún con esos casos en que llego a correr el peligro inminente de una peritonitis o algo por el estilo, me encanta que la gente me haga preguntas, aunque a veces sinceramente no sé si me están vacilando. Hace poco me llegó un mail de ese tipo, y la verdad no supe si tomarlo en serio o a broma. Parecía de una jovencita que me preguntaba con todo candor: Oiga ¿y quién le puso nombre a todas las cosas? O sea que esta niña se imaginaba que hubo alguien, Dios tal vez, que un día formó a todo lo existente y se puso a bautizar cada cosa. “A ver, tú te vas a llamar burro, tú vas a ser una mesa, aquello es agua...” y así hasta la locura.
Obviamente el nombre de cada ser, de cada cosa existente, por lo general es el resultado de un proceso evolutivo. La palabra es una herramienta del ser humano y el ser humano está en constante crecimiento, está siempre en transformación. Además nadie puede ser tan ingenuo, como para creer que nuestro idioma nació de un día para otro, como si hubiera brotado por generación espontánea o como si lo hubiera traído la cigüeña.
Todos sabemos que la historia de la humanidad es una historia de conquistadores y conquistados. Parece un gran juego de dominó. Todo el mundo quiere dominar a todo el mundo y acaba todo el mundo agarrado de las greñas con todo el mundo.
El conquistador es el invasor, el opresor, el tirano... luego viene un libertador, luchan y al libertador, o lo matan o gana pero si gana, él mismo se instala en el poder y al rato se convierte él también un tirano y ahí vamos a empezar de nuevo.
Claro que el invasor quiere que las cosas se hagan a su manera y para su conveniencia y entonces impone sus costumbres, sus leyes, sus creencias y su cultura... pero antes que otra cosa suceda, quiere comunicarse con los conquistados y necesita hablar con ellos, aprender el código, el lenguaje que ellos utilicen. Necesita entender y que le entiendan hasta que acaba imponiendo su propia lengua.
PREGUNTA DEL PÚBLICO: Incineración es un derivado del verbo incinerar -comenta Alfredo Zavala- por lo tanto cremación debería ser derivado del verbo cremar, pero éste no existe. ¿Podría aclararme por qué?
RESPUESTA: En el idioma la lógica no funciona así. No podemos decir que si los de Puerto Rico son portorriqueños, entonces los de México tendríamos que ser mexiqueños. Además, el verbo cremar sí existe. Está en el Diccionario de la Lengua Española y significa precisamente incinerar.
FILOSOFÍA BARATA: Morir es como dormir, pero sin levantarse a hacer pipí. ¿Cómo dijo? ¡Hasta la próxima!
POR SI LAS DUDAS
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