Hay irracionalidades como el increíble atentado que se escenificó en Bagdad esta semana cuando cuatro camiones cargados de dinamita dieron muerte a más de doscientas cincuenta personas hiriendo a cuatrocientos heridos.
Nadie puede, salvo los que perpetraron semejante monstruosidad, encontrar racionalidad en el hecho. El saldo que queda no sólo es de sangre y tragedia para centenares de familias inocentes cuyo desamparo se profundiza, sino la imposibilidad de trazar un rumbo para ese país que ha caído en las tinieblas de fundamentalismo traducido en salvaje intransigencia política.
México no tiene que dolerse de semejantes eventos en suelo propio de semejantes eventos y sólo queda compadecernos de los que pierden su vida diariamente en un caos que se ha prolongado y agravado por la tozudez de un imperio empeñado en sujetar al mundo entero a sus intereses.
Nuestro país se verá arrastrado al complejo escenario internacional del Siglo XXI por razón de ser una de las catorce economías mundiales más importantes, por sus reservas petroleras y su creciente identificación con la estructura norteamericana. Tenemos que aprender rápidamente a consolidar nuestras capacidades y metas nacionales y estar preparados para resolver los dilemas y retos que se avecinan y que afectan el bienestar de las mayorías.
El cuadro político nacional, sin embargo, no nos dice que los políticos hayan alcanzado la madurez y altura de visión necesaria para entender que más allá de simples posicionamientos electorales inmediatistas, hay que responder a trascendencia de nuestra ubicación dentro de esquemas mundiales.
La actuación de los parlamentarios mexicanos en temas de importancia tan crucial como las reestructuraciones fiscal, electoral y energética, muestra la irresponsabilidad con que siguen aplazándose decisiones vitales para el país.
La forma como se está usando como una ficha de cambio la propuesta de Felipe Calderón de asistir y debatir con el Poder Legislativo, durante su Primer Informe de Gobierno, es una muestra de ello. Será que los legisladores carecen de pericia parlamentaria para atender una exigencia ciudadana que lleva más de veinte años de plantearse o bien, hay perversidad en los partidos de Oposición al negarse a calar hondo en los problemas nacionales, no sea que solucionarlos favorezca electoralmente al partido en el poder.
El atraso que maniobras de este tipo han impuesto al desarrollo nacional es obvio y todos sufrimos sus consecuencias. De lo anterior no hay que derivar conclusiones negativas que se sumen a la cultura de derrota a la que somos tan propensos. Hay que entender que el potencial de superación social y económica del país, es real y que ningún obstáculo verdadero nos impide marchar hacia delante.
¿Cuántos países hay que no pueden levantar cabeza por sus innúmeros problemas internos, algunos de ellos tan dramáticos como los de Irak?
¿Cuántos países hay con líderes que se empeñan en imponer sistemas totalitarios que trabarán su progreso?
México ha perdido muchas oportunidades para crecer y hoy día recae sobre las espaldas del Poder Legislativo la responsabilidad de nuevamente frenar el avance nacional.
Por primera vez un presidente tiene la valentía de proponer un debate con los legisladores cuando esto era un clásico tabú. Por primera vez también el Ejecutivo envía una propuesta de reforma fiscal con ingredientes de izquierda con la intención de ser negociada en el Congreso. La reforma energética y la reestructuración de Pemex que el Gobierno busca de ninguna manera implican la pérdida de soberanía sobre las riquezas del subsuelo.
Los falsos debates y las argucias parlamentarias también seguirán victimizando a miles de mexicanos en términos de pobreza y falta de oportunidades, mientras que los ciudadanos no sepamos exigir a los legisladores que hemos elegido el cabal cumplimiento de sus ingentes deberes en el Congreso.
México Distrito Federal, agosto de 2007.
juliofelipefaesler@yahoo.com