Soldados birmanos en el exterior de la pagoda de Sule en Rangún, Birmania, hoy lunes 1 de octubre. (EFE)
El líder de la Junta Militar que gobierna Myanmar, el general Than Shwe, aceptó hoy recibir al enviado especial de las Naciones Unidas (ONU), Ibrahim Gambari, este martes en la ciudad de Naypyidaw, sede del régimen militar.
La reunión fue confirmada este lunes por fuentes oficiales de la Junta Militar, tras el regreso del representante de la ONU a Naypyidaw, norte de Yangon, un día después de que fuera desairado por Shwe y en medio de críticas internacionales.
La visita del enviado del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon a Naypiyidad fue la segunda en 48 horas en busca de un encuentro con el jefe del régimen militar que gobierna Myanmar desde 1962, según informes de prensa conocidos en esta capital.
Durante el fin de semana el diplomático nigeriano se reunió con el primer ministro interino, el teniente general Thein Sein y los ministros de Información, el general de brigada Kyaw Hsan; Cultura, el general Khin Aung Myint, y con el vicecanciller, U Kyaw Thu.
Las reuniones se realizaron a puerta, por lo que su contenido no fue revelado, aunque fuentes cercanas a Gambari informaron que entregó un mensaje de apoyo de Ban para restablecer el orden.
Gambani, quien llegó el sábado pasado a Myanmar (antes Birmania) también se entrevistó en Yangon con la opositora y premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, quien lleva años bajo arraigo domiciliario.
La visita entre Gambari y Shwe fue anunciada después de que el primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong, envió una carta a la Junta Militar en la que señalaba que la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (ASEAN), que preside, apoya la misión de Gambari.
La entrevista con Than Shwe tendrá lugar cuando parece que la Junta militar ha logrado doblegar las manifestaciones antigubernamentales tras imponer el toque de queda el pasado día 25.
Las protestas, convocadas para denunciar el alza de precios de los combustibles y para pedir democracia, comenzaron con pequeños grupos el 19 de agosto y terminaron por congregar a más de 300 mil personas en todo el país el pasado 24 de septiembre, después de que los monjes budistas se pusieran a su cabeza.
Sometida Rangún, donde ni ayer ni hoy se atisbaron movilizaciones, las autoridades actúan en el resto del país, mientras organizan una grandiosa marcha pública en favor del gobierno para demostrar a la comunidad internacional que cuentan con el apoyo de la población.
La progubernamental Asociación para el Desarrollo y la Solidaridad de la Unión pagaba tres mil kyat (unos 2.20 dólares) en Mandalay, a unos 600 kilómetros al norte de Rangún, por asistir al gran evento, que presumiblemente se celebrará mañana, según la radio Mizzima.
El Gobierno sólo reconoce diez muertos desde que respondió a las manifestaciones pacíficas con balas de goma, gases lacrimógenos y porras, pero fuentes de la oposición creen que el número supera las doscientas personas.
El caso más conflictivo es el del reportero gráfico japonés muerto el 26 de septiembre en Rangún, cuando empezó la represión brutal, de un disparo efectuado por un soldado a corta distancia.
El Gobierno japonés efectuará una nueva autopsia del cadáver para confirmar si, como se dice, el periodista murió de un disparo a bocajarro, y ha exigido la devolución de su cámara de video, aunque el régimen birmano asegura que ha entregado todas las pertenencias.
Más de mil 200 personas, entre ellas mil monjes budistas, han sido arrestadas en Rangún desde que empezó la represión, pero las autoridades no facilitan información de su situación.
"Un periodista asesinado, otros cinco arrestados y unos diez heridos u hostigados: ese es el resultado hasta la fecha de los intentos de los medios de comunicación de informar de las manifestaciones en favor de la democracia" en Birmania, según Reporteros sin Fronteras y la Asociación de la Prensa Birmana.
La Junta Militar, que controla todos los sistemas de telecomunicaciones, ha impuesto un censura marcial a las informaciones referentes a las manifestaciones.
Una persona declaró a radio Mizzima que tratar de sacar algo de información al exterior se ha vuelto "extremadamente difícil y peligroso", y dijo que en Rangún la policía intercepta a cualquier persona en la calle con una cámara de fotos o un teléfono móvil.