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‘Lío de faldas’ deja a Wolfowitz fuera del BM

Tras una titánica lucha para mantener su puesto en el BM, Paul Wolfowitz optó finalmente por tirar la toalla y rendirse a las presiones.(Archivo)

Tras una titánica lucha para mantener su puesto en el BM, Paul Wolfowitz optó finalmente por tirar la toalla y rendirse a las presiones.(Archivo)

EFE

El salario de la compañera sentimental del presidente del Banco Mundial pasó de casi 133 mil dólares a 193 mil 590 dólares libres de impuestos.

Los dos tumultuosos años de Paul Wolfowitz al frente del Banco Mundial (BM) llegaron a un abrupto final tras su decisión de abandonar su puesto el próximo 30 de junio, luego de verse envuelto en un escándalo de faldas al que no pudo hacer frente.

Shaha Ali Riza, compañera sentimental de Wolfowitz, trabajaba para el Banco Mundial cuando Wolfowitz asumió la presidencia en junio de 2005.

Su romance con Wolfowitz fue durante años uno de los secretos mejor guardados de Washington, a pesar que asistían juntos a actos sociales con altos funcionarios y periodistas.

Tres meses después fue transferida al Departamento de Estado para evitar un conflicto de interés, aunque permaneció en la nómina del Banco Mundial.

Su salario pasó de casi 133 mil dólares a 180 mil y con la primera revisión anual su retribución alcanzó los 193 mil 590 dólares libres de impuestos, más de lo que cobra la propia secretaria de Estado de EU, Condoleezza Rice.

Un panel investigador del BM hizo público el pasado lunes un informe que concluye que el aumento que percibió Riza a instancias de Wolfowitz “superó el rango” estipulado por las normas de la institución.

El Consejo no aludió a la violación de las normas, aunque sí señaló que las personas que tuvieron que lidiar con el caso de Riza cometieron “una serie de errores” y que es necesario revisar el sistema de gobernabilidad del propio Banco.

El Consejo Ejecutivo de la institución, después de largas jornadas de discusión sobre su futuro, aceptó el pasado jueves la dimisión de Wolfowitz efectiva al 30 de junio de este año.

Wolfowitz aterrizó con mal pie en el BM, donde cayó como un “jarro de agua fría” la selección de un “halcón” del Pentágono para dirigir una entidad que concede cada año préstamos por unos 20 mil millones de dólares en ayuda al desarrollo.

Su desembarco en la sede del Banco en Washington, a escasos metros de la Casa Blanca, coincidió con una avalancha de artículos que presagiaban que Wolfowitz convertiría el organismo multilateral en un brazo de la política exterior estadounidense.

Pero él hizo oídos sordos a las críticas e insistió en que quería convertir a África en la prioridad de su mandato. A ese primer objetivo sumó otro igualmente importante, la lucha contra la corrupción, una batalla que quiso librar a su manera, lo que le valió un sonado enfrentamiento con destacados miembros del Consejo Ejecutivo, integrado por 24 directores que representan a los 185 accionistas de la entidad.

Más polémica, todavía, sería su decisión de rodearse de un pequeño grupo de fieles como Robin Cleveland, ex directora adjunta de Programas de Seguridad Nacional en la Casa Blanca y Kevin Kellems, a quien Wolfowitz conocía de sus años en el Pentágono.

La percepción generalizada dentro de la institución financiera es que eran ellos los que dirigían los hilos con un aparente desdén por la opinión de funcionarios que llevaban años trabajando en temas de desarrollo.

La atmósfera de desconfianza provocó la dimisión de alrededor de una docena de altos funcionarios, entre ellos un director gerente, el asesor legal, el director general de finanzas y seis vicepresidentes.

En ese ambiente, la noticia de que el campeón de la lucha contra la corrupción había decidido promocionar y aumentar el sueldo de su novia en cerca de 61 mil dólares fue la gota que derramó el vaso.

De poco valieron los argumentos de que intentó rehuirse del caso. Su elección, sostuvieron desde la ministra de Desarrollo alemana, Heidemarie Wieczorek-Zeul, hasta notables académicos de la Universidad de Harvard como Kenneth Rogoff, restaba credibilidad al BM y ponía en entredicho el propio futuro de la institución.

Tras una titánica lucha para mantener su puesto, Wolfowitz optó finalmente por tirar la toalla y rendirse a las presiones.

La dimisión de Wolfowitz requirió un largo proceso de negociación ante la demanda de éste de que el comunicado final reconociera que actuó de buena fe al decidir los detalles de las condiciones laborales de Riza, una ciudadana británica de origen árabe.

En la lista corta de candidatos para sustituir a Wolfowitz figuran nombres como el de Paul Volcker, el ex presidente de la Reserva Federal (Fed) y Stanley Fischer, el actual gobernador del Banco de Israel, de nacionalidad estadounidense.Una de las reformas que los expertos consideran imprescindible es la del proceso de selección del presidente de la institución, que tradicionalmente ha sido un estadounidense.

La Asociación de Empleados del Banco Mundial, una especie de sindicato que representa a los alrededor de diez mil funcionarios del organismo, abogó a favor de que se rompa esa tradición y de que el proceso se base exclusivamente en los méritos del candidato.

Shaha Ali Riza, el centro de la polémica

El presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, tiene desde hace semanas unas ojeras que revelan muchas noches sin dormir y el motivo de sus desvelos no son los problemas del mundo en desarrollo, sino una mujer.

Shaha Ali Riza, una ciudadana británica de origen árabe y la compañera sentimental de Wolfowitz, es, según varios funcionarios del Banco que han trabajado con ella, una mujer ambiciosa, dura, inteligente y muy bien conectada.

Riza, de 52 años, pasó su niñez entre Libia y Arabia Saudita, tiene una sólida educación, que incluye una licenciatura del prestigioso centro académico London School of Economics y un máster en Ciencias Sociales de la Universidad de Oxford.

A principios de la década de los noventa entró al National Endowment for Democracy, donde conoció a Wolfowitz, quien era miembro del consejo de administración del centro.

Wolfowitz estaba entonces casado y no sería hasta años después, tras el divorcio de Riza y la separación de él, que empezaron a salir juntos. A los dos les une un interés común en la promoción de la democracia en Oriente Medio.

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