Varias organizaciones neoyorquinas convocaron ayer a un paro laboral y una huelga de hambre para el 12 de septiembre en repudio a las deportaciones de inmigrantes y en apoyo a la mexicana Elvira Arellano, deportada el lunes.
También expresaron su respaldo al activista chileno Víctor Toro, radicado en El Bronx, que enfrenta una deportación y que debe acudir a un Tribunal de inmigración también ese día, en la ciudad de Buffalo, en Nueva York.
La intensa lluvia que cayó ayer en la ciudad no impidió que el amplio grupo de representantes de organizaciones comunitarias, cívicas y sindicales de Nueva York y Nueva Jersey, expresara su repudio al arresto y deportación de Arellano, quien durante un año vivió en una iglesia en Chicago, para evitar su deportación.
El fin de semana pasado, en que viajó a Los Angeles, fue detenida y enviada a México.
“Es una tragedia que la hayan separado de su hijo Saúl”, dijo Teresa Gutiérrez, de la Coalición 1 de Mayo, quien exhortó a los inmigrantes a no trabajar el 12 de septiembre, ni comprar ese día en las grandes tiendas, en apoyo a todos los indocumentados.
El 12 de septiembre habrá una movilización de activistas e inmigrantes a Washington, pero también habrá un evento en Albany, capital de Nueva York, en el que se pedirá que se ponga fin a las deportaciones y se lleve a cabo una reforma migratoria justa.
Los activistas neoyorquinos que no puedan asistir a la capital del país dijeron que decretarán una huelga de hambre indefinida, cuyos detalles anunciarán más adelante, explicó la activista.
Piden ayuda a congresista
El hijo de Elvira Arellano pidió ayer ante la oficina local de la congresista Zoe Lofgren, de California, que ayude a solucionar la situación de su progenitora, que fue deportada a México, y de otras 34 personas que se encuentran en la misma situación.
Saúl Arellano, de ocho años, también aprovechó la oportunidad de solicitar a la representante que apoye las propuestas HR 1557 y HR 2182 que buscan beneficiar a la inmigrante y a otros que como ella fueron separados de sus familias por una orden de deportación.
Acompañado del niño Iván Torres -también de ocho años y residente en San José-, de su madrina Emma Lozano y el pastor Walter Coleman, de la Iglesia Adalberto Metodista de Chicago, donde Arellano se refugio durante un año, Saúl acudió a la oficina del congresista y no quiso dar ninguna declaración a los medios de comunicación.