Algo anda mal. La perversión abraza a todos. El resultado es patológico. Las miras de la democracia mexicana caen a lo más bajo, se enanizan, dejan el horizonte largo para terminar observando el fango y sus pies en él. Los grandes objetivos –seguridad jurídica, justicia social, prosperidad para todos, fin a la miseria extrema, ¿quién puede oponerse?– esos objetivos languidecen frente a reclamos timoratos, mezquinos y vergonzosos. El objetivo de los principales actores no es la construcción de una patria mejor. Es muy diferente: que no afecten mis intereses, que no toquen a los míos. Ni la mala fama pública les importa. Allí está lo torcido.
Toda democracia supone competencia: disimulada, desnuda, suave o feroz, pero competencia. Es esa competencia la que incita a conocer mejor los reclamos ciudadanos, la que promueve mejores propuestas, la que conquista votos. La mecánica es de superación. Eso en México o no ha nacido o se pudrió muy rápido. Los efectos son devastadores. En las democracias comunes arribar al poder es el premio, pero la permanencia está condicionada severamente a generar satisfactores. Quien mejor haga su trabajo más apoyo popular obtendrá. Aquí muchos de los que llegan no pueden caer, -líderes sindicales y partidarios- primera deformación. Segunda, como no hay carrera legislativa no les interesa ni su propia reputación. Lucrar lo antes posible y se acabó, esa es la historia. El cinismo campea. Normalmente el fracaso común –el de todos- en política no es buen negocio para nadie. Aquí sí el círculo vicioso impera.
En México jugamos al fracaso del otro como éxito propio. En lugar de provocar una dinámica constructiva vivimos en la destrucción como meta. Hay algo muy torcido en nuestro proceder. Seguridad, demanda número uno de la población. Calderón manda a la tropa a las calles en zonas explosivas. Se recuperan ciudades, regiones extensas. Hay costos muy altos, pero los registros de la reacción ciudadana son muy claros: gran aprobación. También aparecen casos en que la tropa comete atropellos y excepcionalmente violaciones. ¿Qué es lo deseable socialmente? La respuesta no pareciera demasiado compleja: que las fuerzas armadas garanticen los derechos ciudadanos pero que no se cometan las tropelías y barbaridades.
Pero la reacción de los opositores es otra. Condena total a las Fuerzas Armadas y burla a los operativos de seguridad. Propósito: hundir a Calderón y de paso a las fuerzas armadas con la única propuesta alternativa de regresar al estado previo. ¡Genial! Que resulta deseable crear una fuerza especial, es cierto. Pero por algo será que en las entidades donde ha habido operativos, a pesar de los abusos y delitos excepcionales de la tropa, la población aplaude. ¿Acaso está equivocada?
Llega por fin la propuesta de reforma fiscal. Es una propuesta ligera. Ello merece críticas: no es una reforma ambiciosa, de largo plazo, que capture a los millones que no aportan, que cierre los boquetes de evasión popular, de hecho se apoya en los causantes habituales, esa es su debilidad. Tiene sin embargo algunas virtudes: pone en el centro a las empresas que eluden y evaden. Pero ni eso es reconocido, el objetivo: echar abajo el paquete. AMLO llama a sus huestes a rechazarla. El PRI cae en un juego aún más perverso: algunos diputados reunidos en Mazatlán dejan ver que el “ambiente político” no es lo más propicio pues están en el aire, el sórdido caso del gobernador de Puebla; la obvia por improcedente descalificación de su candidato en Baja California. Los casos, dicen, son muestra de la andanada contra el PRI ¿¿?? ¿Y Yucatán? Montiel es ya anecdotario. Cómo leerlo: negociación o chantaje al Gobierno Federal que nada tiene que ver en los casos de los tres ilustres defendidos por el PRI. La confusión moral surge allí: primero defender a la escoria que pensar en el México de 106 millones de habitantes que recauda menos del 14 por ciento. Tendríamos que duplicar la cifra para poder ambicionar a una reducción severa e importante de la miseria. Ese es el reto.
Tampoco se proponen alternativas audaces. Tirar al contrario es el objetivo. Si alguna crítica se le puede enderezar al proyecto de reforma fiscal es que es insuficiente para los requerimientos urgentes del país. Pero ¿de verdad podían presentar un proyecto más ambicioso cuando se sabe de entrada que la audacia recibe la peor de las condenas? Aquí nadie brilla, esa es la perversión. Del impacto real de la reforma apenas se empieza a indagar. Pero el cobro insinuado por el apoyo subvierte un mínimo de dignidad.
En los mismos días, nada es casualidad, el SNTE presenta su pliego petitorio para revolucionar la educación. Lo curioso es que la responsabilidad recae en el Ejecutivo y el Legislativo que deben asignarles más recursos. De nada sirven los aumentos de la última década, muy por encima del promedio de la OCDE, de nada sirven las canonjías por todos conocidas, ellos quieren más por menos. Porque, eso sí, nada de evaluaciones externas, sobre todo para los maestros. Fantástico: la mano izquierda evaluando a la derecha.
En México no hay negociaciones, hay chantajes y extorsiones. El líder moral del PRD descalifica en bloque para seguir medrando del dogmatismo y la ignorancia. El PRI, al introducir asuntos de coordenadas locales, apuesta a un presidencialismo que ya no existe. Peor aún, por no saber cortar el lastre se convierte en defensor de oficio de mafias y delincuentes. Es prisionero de la indignidad. Loderos era el término usado para designar a aquellos que viven y se recrean en el fango. No desaparecen con el avance democrático. Sobreviven y se han multiplicado.