Para caracterizar a los alumnos de este nivel es necesario analizar los perfiles psicológico–evolutivos de los jóvenes, donde es evidente que la formación de dichos alumnos se vincula directamente con el tipo de formación del profesor, además de que en la actualidad obedecen a patrones de conducta tan diferenciados de otras generaciones, que al analizarlos nos preocupan seriamente; sobre todo si seguimos enseñando contenidos del siglo XIX, con maestros del siglo XX, para alumnos del siglo XXI.
Esta relación tiene por añadidura un componente contextual que no sólo tiene que ver con situaciones de desempeño de los profesores, sino sobre todo con los tipos de alumnos con los que se trabaja, y esta tipología involucra los rasgos y los caracteres que evolutivamente presentan los alumnos de niveles educativos que van desde la secundaria hasta la educación superior.
Por todo lo anterior se hace necesario revisar las nuevas cualidades psíquico-sociales de la edad escolar considerada como juvenil.
Las actividades de esta edad escolar forman un sistema que tiene como núcleo tareas de aprendizaje, la función del maestro consiste en fortalecer esa posición central ya que en esta etapa surgen nuevas cualidades en los estudiantes:
El alumno está en mejores condiciones para entender y ejercitar el aprendizaje como una cuestión de importancia social; de todos es sabido que en la escuela los jóvenes se autoclasifican en los “listos”, “los macheteros”, “los flojos”, “los nerds”, etc.
Siente que en esas actividades escolares sus fuerzas físicas y psíquicas crecen significativamente y empieza a desarrollar la autoconciencia.
Se forman los intereses cognitivos; se ha comprobado que al adquirir conocimientos científicos, se interesan en saber más,
Se producen cambios en el desarrollo intelectual, surgen nuevas formas de pensamiento y nuevos procedimientos psíquicos (memoria y atención, por ejemplo) se vuelven conscientes y voluntarios.
Se asimilan normas sociales, puntos de vista ideológicos, morales y formas de conducta; es aquí en donde el joven se adapta o no a las normas socialmente aceptadas o adopta la posición de querer cambiar al mundo.
Referente del paso del niño escolar al joven estudiante (G. Neuner et al, 1981) se destaca que en lo general, en esta etapa podemos observar claramente el tránsito de una conducta inocente, carente de crítica, fuertemente dependiente del adulto y de sus opiniones a la conducta y valoración cada vez más independiente del joven, aunque todavía se observan inseguridades y desequilibrios en el pensamiento y en la conducta.
Esta situación, aunada a las diferencias individuales del desarrollo físico y psíquico, señalan altos requerimientos de la capacidad pedagógica del profesor, por lo que es necesaria una dirección firme, objetiva y consecuente, todo esto unido a la paciencia y la comprensión para lograr (y asegurar) una educación exitosa.
Las tendencias de desarrollo del joven están unidas a: el cambio en la posición social del joven, la posibilidad de solicitarse mayores exigencias, en esta edad se alcanza la madurez sexual, tienen una capacidad de rendimiento físico relativamente más alto.
Deben tomarse en cuenta las desproporciones que aún existen entre el rápido crecimiento muscular y óseo por un lado y el desarrollo relativamente lento del sistema circulatorio y vegetativo por el otro.
La posición social a la que nos referimos con anterioridad, trae aparejadas nuevas cualidades de la actividad juvenil, sobre todo en los cambios y en las exigencias hacia sí mismos y hacia los adultos. Esto se manifiesta en la calidad del aprendizaje y en la conducta social de los jóvenes.
Aunado a lo anterior surgen nuevas formaciones psíquicas sobre la base de la posición social característica de la edad y la actividad unida a ella, la que se refleja sobre todo en lo siguiente: Profundidad y diferenciación de los intereses hacia el conocimiento, una dedicación más intensa a las cuestiones político–ideológicas, una mayor conciencia de las relaciones humanas, una mayor conciencia de las cuestiones morales, perfeccionamiento de las capacidades intelectuales, una elevada autorreflexión, las insuficiencias se hacen más conscientes y conducen a inseguridades y desequilibrios en la conducta, se manifiestan formas de conducta impertinentes o de rechazo frente a los adultos, fuerte tendencia a unirse en grupos, así como gran importancia a las opiniones y conductas del propio grupo.
Un aspecto importante del pensamiento y la conducta de los jóvenes es la orientación hacia el futuro, se forjan planes para la vida y aunque éstos son encubiertos y en parte utópicos, constituyen un importante resorte para el aprendizaje, esto promueve a su vez una intensa actividad en determinadas ramas de la ciencia, las prácticas, los laboratorios, el deporte, etc.
En relación a las características que presentan los jóvenes respecto a su desarrollo cognoscitivo, se puede asegurar que éstos se encuentran en la etapa correspondiente a las operaciones formales (Piaget, 1972), donde el pensamiento de los adolescentes empieza a diferir radicalmente al grado de lograr integrar su pensamiento en un solo sistema lógico total.
En esta etapa, los adolescentes son capaces de utilizar la lógica propositiva, pueden razonar, sistematizar ideas y construir teorías. Más aún, pueden probar esas teorías de manera científica considerando las variables, de manera tal que fue denominada la etapa de La conquista del pensamiento (Elkind, 1967).
Para practicar el pensamiento operacional formal, los adolescentes muestran la capacidad de ser flexibles, pueden ser muy versátiles en sus pensamientos y construir muchas interpretaciones de un resultado observado sin basarse en ideas preconcebidas. “Son capaces también de orientarse hacia lo abstracto y lo que no está inmediatamente presente” (Rice, Ph. 1997), esto les permite distinguir lo posible de lo real, proyectarse en el futuro y pensar en lo que podrían ser.
Como pueden construir ideas, tienen la habilidad de elaborar y generar nuevos pensamientos, se vuelven inventivos, imaginativos y originales.
En el proceso de convertirse en adultos, los adolescentes desarrollan gradualmente más objetividad y perspectiva cognoscitivas, lo que les permite salir de sus crisis idealistas y regresar a la realidad, que es el inicio de la vida adulta.
Como puede observarse educar y formar jóvenes es una tarea por demás compleja, absorbente y muy gratificante, por lo que felicito a todos y cada uno de mis colegas que nos ocupamos (y no sólo nos preocupamos) por prepararnos y actualizarnos para enfrentar tan magnífico reto.
Agradezco sus comentarios a:
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