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Los días, los hombres, las ideas| Cincuenta años de soledad (y decepción y esperanza y...)

Francisco José Amparán

El próximo martes se cumplirá medio siglo del nacimiento de Ghana. En efecto, el seis de marzo de 1957 el líder panafricanista Kwame Nkrumah proclamó que la antigua colonia británica llamada Costa de Oro pasaba a ser un país independiente, el primero del África Negra en adquirir ese estatus. Nkrumah inauguró así la política de los nuevos estados africanos de ser rebautizados con nombres propios de las lenguas autóctonas, borrando así al menos esa parte de la herencia colonial. Además de que Costa de Oro suena a cabaret de palapa.

La independencia de Ghana marcó el inicio de lo que el Primer Ministro británico Harold MacMillan llamó ?los vientos de cambio?: la paulatina retirada de las potencias europeas de sus colonias en lo que luego pasó a llamarse el Tercer Mundo. Y como resultado, el surgimiento de numerosos nuevos estados, en teoría libres de la ingerencia imperialista europea. Al nacer la ONU en 1945, el organismo internacional tenía 51 miembros (la mayoría europeos y americanos). Hoy en día anda en 198. Así pues, casi 150 estados independientes han visto la luz en las últimas seis décadas.

La independencia de Ghana causó enormes expectativas y suscitó grandes esperanzas no sólo en el Continente Negro, sino en todos los rincones del mundo que seguían sometidos al colonialismo europeo. Se esperaba que Ghana (y Guinea, que se independizó de Francia año y medio después) marcaran la pauta de lo que sería una era de prosperidad y paz, ahora que esos pueblos se habían librado de las cadenas coloniales. La mayoría de esas esperanzas, fue amargamente disipada en poco tiempo.

Y es que tanto Ghana como Guinea comenzaron a reproducir las plagas que tanto daño le han causado al Continente Africano y a otros pueblos que siguen sin desarrollarse, pese a tener todo para hacerlo. Empezando porque la mayoría de los nuevos países no consiguió establecer instituciones democráticas funcionales. Los dictadores, tiranos militares y señores de la guerra han sido los actores políticos predominantes en estos últimos cincuenta años. Algunos han sido sencillamente delirantes, como Idi Amín en Uganda o Bocassa en la República (luego Imperio, según él) Centroafricana.

Otros más convencionales, pero igualmente nefastos han dominado la vida de sus naciones sin preocuparse mucho de la pluralidad y las elecciones libres. Mobutu Sese Seko saqueó el Congo (que él bautizó como Zaïre) durante 32 años (1965-97), haciendo del pillaje de ese rico país todo un estilo de vida. Comparados con él, nuestros voraces líderes sindicales resultan simples muchachos traviesos. Robert Mugabe lleva 27 años como presidente de Zimbabwe (la antigua Rodesia). Nkrumah declaró ilegales las huelgas, los partidos de Oposición y gobernó por decreto hasta que fue derrocado por un golpe militar en 1966. Guinea ha tenido sólo dos presidentes en 49 años: quien lograra la independencia enfrentando a Francia, Ahmed Sékou Touré (26 años); y su sucesor desde 1984, el general Lansana Conté. De entre los más de cuarenta países del África Subsahariana, aquéllos con regímenes mínimamente democráticos y respetuosos de las libertades básicas se pueden contar con los dedos de una mano.

Y no digamos nada de algunos países que han pasado años enteros sin un Gobierno real: los casos de Liberia, Somalia y Sierra Leona, en la década pasada, son tristes ejemplos de lo que se conoce como No-Estados: entidades sin un régimen que imponga un mínimo de orden en un territorio apreciable. Y claro, ahí se festinan los señores de la guerra, la anarquía y el caos más absoluto.

Por supuesto, sobra quien opine en términos muy duros al respecto y no pocos racistas dirán que esos pueblos no se pueden autogobernar. Pero habría que recordar dónde estaba México en 1871, a los cincuenta años de independencia: ningún presidente después del primero había terminado su periodo de manera normal; no se había dado un solo relevo presidencial decente; se había perdido más de la mitad del territorio original y habíamos peleado quién sabe cuántas guerras civiles por quítame acá estas pajas.

El mayor periodo de estabilidad y crecimiento, al cumplirse en 1921 un siglo de existencia del Estado mexicano, se había alcanzado durante una larga dictadura personal, la de Díaz. Digamos que no tenemos mucho qué criticarles a quienes obtuvieron su independencia siglo y medio después de nosotros.

Otra plaga recurrente en África la constituyen los conflictos intestinos por diferencias tribales (aunque sería mejor llamarlas nacionales: tres millones de personas que conforman un grupo etnolingüístico difícilmente se pueden llamar ?tribu?). Y es que, cuando algún burócrata francés o británico dibujaba las fronteras de las colonias africanas en el siglo XIX, no tenía la más remota consideración respecto a la realidad en el terreno. Así, dentro del mismo país quedaron tribus y naciones que se han odiado a muerte durante siglos; o bien, un mismo grupo étnico quedó partido en dos o más estados distintos. Y a nadie se le ocurre intentar volver a trazar las líneas en el mapa en estos días. ¿Se imaginan la cantidad de conflictos que se generarían entre países y dentro de los mismos? Mejor no menealle, como dicen los clásicos.

Pero esa situación ha llevado a auténticos genocidios, como el ejecutado contra la nación ibo durante la Guerra de Biafra (1967-70); o más recientemente, la masacre de tutsis y hutus moderados en Rwanda. Pueblos que no tienen nada en común se ven forzados a compartir un mismo país? y no siempre con éxito. Así pues, muchos apuntan el dedo flamígero hacia Europa: ellos dejaron ese berenjenal, dicen.

Pues sí; pero digamos que muchas de las tragedias africanas son de factura propia. Al acceder a la independencia, muchos países intentaron crear una base industrial e infraestructura de la nada (dado que los europeos no solían dejar mucho atrás)? inspirándose en la economía centralmente planificada soviética. Ahorita suena francamente absurdo que alguien quisiera copiarle nada a la economía soviética, obsoleta e ineficiente hasta la pared de enfrente. Pero ése fue el espejismo que siguieron muchos nuevos estados? y así les fue.

A partir del derrumbe del Socialismo Real y la destrucción del orden de la Guerra Fría, se desvaneció la atención que los países poderosos le habían puesto al África: Mobutu ya no le servía a la CIA para contener el comunismo, Mugabe ya no podía fungir como cabeza de playa al expansionismo soviético. Y pareciera que el mundo se olvidó de esa parte de la Humanidad. Por ejemplo, la peor crisis de salubridad en la historia humana se está desarrollando en estos momentos frente a nuestras narices en el África Subsahariana: hay países con poblaciones en las que uno de cada cinco adultos está infectado de HIV: una catástrofe que dejará en poco tiempo millones de huérfanos y colapsará los servicios de salud y la economía de esos países. ¿Es conocido ese hecho? ¿O el culto público occidental se preocupa más por las veleidades capilares de Britney Spears?

Sin embargo, hay esperanza. Algunos países africanos son estables y presentan índices de crecimiento que pueden dar lugar al optimismo. Rascándose con sus uñas, hay estados que han impulsado notablemente los niveles de vida de sus poblaciones. Y con las notables excepciones de Somalia, Sudán y Zimbabwe, la mayoría goza de una relativa mejoría en lo concerniente a los derechos humanos. Cincuenta años después de que empezaran el arduo camino por sí mismos, algunos ya han recorrido un trecho significativo. Falta mucho. Pero ahí la llevan. ¿Qué quieren? ¡Hay que ser optimistas!

Consejo no pedido para proclamar su independencia (si lo deja su cónyuge): Vea ?Hombre peligroso? (Lord of War, 2005), con Nicholas Cage, sobre la forma en que los contrabandistas de armas han hecho infiernos sobre la tierra de países como Liberia y Sierra Leona. Vea también ?Diamante de sangre? (Blood diamond, 2006), con Leonardo di Caprio. Lo que ahí se muestra es apenas un pálido reflejo de lo que fue la realidad en aquel rincón de África. Y lea ?Los perros de la guerra?, de Frederick Forsyth, sobre el saqueo del África independiente. Provecho.

Correo:

anakin.amparan@yahoo.com.mx

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