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Los días, los hombres, las ideas| ¿Urgencias? Ni que fuéramos hospital...

francisco José Amparán

?¡Todo el mundo sabe que en nuestro país lo más fácil es hacerse rico!?, dijo orgulloso. La existencia de tanta pobreza a pesar de ello se debe a que, a lo largo de sus vidas, a nuestros compatriotas no se les enseña a ser ricos, sino a ser pobres.

Orhan Pamuk, ?El libro negro?

No sé si se acuerden, pero durante las bizantinas y larguísimas reuniones que siguieron al levantamiento ?zapatista? de 1994 y en vista de que llegar a cada decisión parecía tomarle siglos a la delegación indígena, Samuel Ruiz, el obispo de Chiapas, nos tuvo que explicar pacientemente que el tiempo transcurre de otra manera para los indios. Lo que para nosotros debe tener una fecha determinada, para ellos puede alargarse como elástico de calzón ortopédico. La temporalidad regida por relojes y calendarios a ellos les resulta indiferente. Por ello, era imposible fijar plazos o establecer agendas diarias o semanales.

Lo cual tiene cierta lógica. En una cultura sin trabajos asalariados, a la que difícilmente ha llegado la Revolución Industrial y que se empeña (según dicen los blancos que les sirven de portavoces) en continuar con los usos y costumbres del Siglo XVIII (que los han dejado rezagados del resto de México, por no decir nada del mundo), el seguir horarios rígidos no tiene sentido. Así que por ese lado, ni hablar.

Lo curioso es que en este país parece que hay otros grupos que tienen la misma tendencia a seguir el paso del tiempo de manera distinta al del resto de la sociedad. Y cuyo sentido de la urgencia sencillamente parece inexistente.

Tómese por ejemplo a las recuas que tenemos pastando en San Lázaro. La actual Legislatura lleva ya 191 días de labores (¿?). En ese lapso, han cobrado jugosas dietas, un nada flaco aguinaldo y aparte tienen la desvergüenza de cargarle sus gastos de peluquería al erario público. ¿Y qué han hecho en favor de México, pregunto yo? Una ley de defensa a la mujer bastante ambigua; y otra que promete una Reforma del Estado antes de un año. Y párele de contar. Con lo que les pagamos y para lo que rinden, nuestros legisladores son el peor negocio de la historia en términos de costo-beneficio. La mayoría de ellos habrían sido corridos hace buen rato de cualquier empresa particular mínimamente productiva. Quizá por ello no les interesa ni la empresa particular ni la producción en ninguno de sus aspectos.

Pero además está la cuestión de su sentido de lo importante. Los senadores se dieron de plazo un año para sacar adelante una Reforma del Estado. Y uno se pregunta por qué rayos un año. Lo que se requiere ha sido discutido y rediscutido hasta el hartazgo. Cualquiera con un mínimo de cerebro e información conoce los principales argumentos que se han esgrimido a lo largo de una década, en que nos la hemos pasado dándole la vuelta a la vuelta sin decidir ni sacar nada en claro, en tanto el resto del mundo se transforma, se adecua y nos pasa por encima como aplanadora. Algunos planteamientos los viene manejando Porfirio Muñoz Ledo desde que estaba en el PRI (sí, antes de estar en el PRD y luego con Fox, y luego de vuelta al PRD). Claro que Muñoz Ledo también dice ser el inventor del agua de limón y coreógrafo de los Voladores de Papantla en el show de inauguración de la Pirámide de El Tajín (S. VI d. C.). Ajonjolí de todos los moles, pues. Pero la verdad es que las reformas que le urgen a este país son patentes y notorias, han sido examinadas con lupa hasta la saciedad y mientras más nos tardemos en ponerlas en práctica, más rezagados e inconsecuentes resultaremos para el resto del mundo. De por sí ya hemos perdido más de una década polemizando por tontería y media, escuchando razonamientos trasnochados y defensas heroicas de ideologías en las que ya nadie cree fuera de Latinoamérica? y por eso Latinoamérica se está condenando paulatinamente a la irrelevancia.

Alguien dirá que, habiéndonos cruzado de brazos durante tanto tiempo y no habiendo ocurrido ningún desastre, entonces no hay prisa y hay que tomarse las cosas con calma. A ese razonamiento (¿?) se le pueden oponer tres bastante contundentes:

Primero, sí ha ocurrido un desastre: cada vez más gente ha entrado al mercado de trabajo informal o sea ha quedado en el desempleo, gracias a que la actual legislación laboral, energética, fiscal y hasta deportiva hace todo lo posible por espantar la inversión y matar las empresas de quienes deseen arriesgar su dinero para crear empleo. Nuestro desastre es que de los nueve o diez millones de jóvenes que se han incorporado al mercado de trabajo en la última década, sólo le hemos dado empleo formal a un diez por ciento. Y luego no quieren que haya resentidos en este país.

Segundo: México está perdiendo competitividad global a pasos agigantados. Los empleos que deberían nacer aquí se están creando no sólo en China, sino en Polonia, Hungría y la República Checa. Nuestro descenso en los rankings de tamaño de la economía, productividad y destino de la inversión no tienen que ver con Foxilandia, sino con las inercias que venimos cargando desde hace mucho y que no nos dejan planear un futuro mejor. En pleno Siglo XXI todavía hay quienes quieren dedicar el país al cultivo del maicito? aunque seamos incapaces de producir siquiera el necesario para comer nosotros mismos. Pareciera que mucho de nuestra clase política nunca ha salido de este país, nunca ha visto lo que ocurre en el resto del planeta. Siguen reciclando las mismas tonterías que, desde hace buen rato, la terca realidad se ha encargado de comprobar que son eso: soberanas tonterías.

Tercero: las próximas dos décadas serán vitales para el futuro de México, como estado y como nación. Entre 2005 y 2025 nuestro país estará en una situación privilegiada, ahora sí que envidiable: más de la mitad de su población estará formada por adultos jóvenes, gente en la edad del máximo potencial físico e intelectual ( y sexual, que también cuenta) y que tendrá (cosa imposible en la mayoría de los demás países del mundo) menos de un dependiente (niño menor de 15, veterano mayor de 65) en promedio. Es un capital humano enorme y esa curva demográfica no volverá a presentarse jamás. Repito: jamás. O la aprovechamos para dar el estirón, o nos estaremos condenando al subdesarrollo y la prevalencia de la pobreza ahora-sí-que para siempre. Y si no hacemos las reformas urgentemente, ese tesoro se nos va a ir de las manos, como tantos y tantos otros se nos han escapado por nuestra incapacidad de ver más allá de nuestras narices, por no quitarnos esos espantosos anteojos ideológicos que en este país pasan por discurso político.

No están ustedes para saberlo, ni yo para contarlo, pero desde hace unas semanas me he hecho cargo de la nueva carrera de Licenciado en Humanidades y Ciencias Sociales, con concentración en Administración y Políticas Públicas del Tec de Monterrey (sí, ya sé: de aquí a que uno lo dice, ya se acabó el semestre; pero qué quieren, hay que dejar las cosas claras). El propósito es darle a los alumnos (jóvenes y no tanto) una preparación integral, contextual, del fenómeno humano y social, para luego encaminarlos a la administración pública, la generación de políticas viables y la creación de riqueza bien utilizada. Lo relevante es que, al entrevistar prospectos, muchachos de 17 o 18 años, encuentro en ellos una mezcla de esperanza, desilusión, rabia y deseos de cambiar las cosas. Lo que me extraña, la verdad, es hallar lo primero y lo último. Recuerden que esta gente andaba todavía zurrando pañales cuando cayó el Muro, mudando dientes cuando la URSS se desintegró. Para ellos las discusiones bizantinas de nuestra inepta y parasitaria clase política no tienen pies ni cabeza. Lo que quieren es que cuanto antes se detone el crecimiento de este país, paralizado como siempre por nuestras eternas querellas. Y si no lo hacemos, habremos cometido el peor pecado histórico posible. Y no habrá manera de purgarlo. Por eso, ¡urge!

Consejo no pedido para que evitar el Efecto Tragón: lea ?Cuentos Chinos?, de Andrés Oppenheimer, sobre cómo seguimos desperdiciando oportunidades al sur del Río Bravo. Nada más no llore. Provecho.

Correo:

anakin.amparan@yahoo.com.mx

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