Comentábamos el domingo pasado lo interesante y gozoso que suele ser el ejercicio de considerar qué hubiera pasado si los acontecimientos históricos hubieran seguido derroteros distintos a los que tomaron; lo que se da en llamar contrafactuales. Y decíamos que un grupo de académicos norteamericanos se zambulleron a elaborar dos volúmenes de contrafactuales interesantes, con el título genérico de ?What if?? (?¿Y qué tal si???). El primero de ellos dedicado a sucesos militares, el segundo de más amplio espectro. Y nada más por no dejar, decidimos entrarle al juego, proponiendo algunos contrafactuales de la historia patria, tomando en consideración algunos momentos y sucesos que pueden considerarse claves. Por supuesto, las suposiciones y consecuencias son perfectamente discutibles. Pero si ello sirve para mover neuronas y suscitar investigaciones, entonces los contrafactuales habrán cumplido su cometido.
Lo prometido es deuda. Aquí les van otros:
Contrafactual 3: Santa Anna no se deja sorprender por Sam Houston en el Río San Jacinto. La trayectoria militar del ?guerrero inmortal de Cempoala? (como llama el Himno Nacional a Santa Anna? quien después de todo lanzó la convocatoria para el concurso) da para todo un libro de contrafactuales. Y ello porque el Quinceuñas solía ejercitar el arte de la guerra de maneras totalmente insólitas y heterodoxas? que es una forma elegante de decir que conducía al Ejército con las patas. Bueno, con la pata, después de 1838. Así, podemos cuestionarnos también qué hubiera ocurrido si no se hubiera retirado tras la primera fase de la Batalla de la Angostura, luego que los mexicanos le dieran una buena paliza a los americanos y estaban a punto de tomar el último punto fuerte que Taylor conservaba en el campo de batalla (que se halla, por cierto, en los terrenos de la Narro de Saltillo). O cuál hubiera sido la evolución de esa guerra si Santa Anna no hubiera dispuesto al Ejército en Cerro Gordo en contra de todos los cánones (y de la opinión de sus oficiales), de manera que los nuestros terminaron siendo hechos pedazos.
(De hecho el comandante americano no podía creer semejante incompetencia y envió un joven scout a checar la posición? el joven scout se llamaba Robert E. Lee, el líder militar de la Confederación unos años más tarde. Algo así como el entrenador de Bulgaria, incrédulo de por qué México no hacía cambios en tiempo extra, ante un equipo búlgaro exhausto y desfondado).
Pero entre todos los desbarres y burradas que Santa Anna hizo a lo largo de su extensa vida, el más recordado es sin duda la siesta que se echó (junto a buena parte de sus tropas) a orillas del río San Jacinto, mientras perseguía a un Ejército texano inferior en número y armamento y escaso de bastimentos. Ese descanso lo aprovecharon los texanos para cargar a la voz de ?¡Újule!? y derrotar en quince minutos a una fuerza militar tres veces más grande? pero tomada con los pantalones abajo. Y en no pocos casos, tal expresión no fue metafórica.
Podemos imaginar que la soberbia de Santa Anna no hubiera sido tanta como para despreciar la presencia del enemigo a poco más de un kilómetro, montar campamento en un pésimo lugar y dejar sin guardia ni prevención a sus fuerzas. Y pensar por tanto que la Batalla de San Jacinto no se hubiera dado, porque Houston ni loco hubiera entrado en combate sin las ventajas que le dio Santa Anna en la realidad. ¿Qué hubiera pasado? Los texanos quizá hubieran seguido a salto de mata unas semanas más, desesperando a un Santa Anna al que le urgía regresar a la capital. O tal vez hubieran recurrido a la guerra de guerrillas. O a lo mejor Santa Anna hubiera hecho lo que debía desde un principio, forjando una maniobra de pinzas con Urrea y Filisola para acorralar a los rebeldes. Se puede especular mucho, pero los resultados son los mismos: Texas no se hubiera independizado en 1836; y por tanto, no se hubiera anexado a los Estados Unidos nueve años más tarde. Lo cual hubiera privado a la Unión Americana del pretexto para la guerra de 1847.
Claro que es estirar mucho la imaginación el suponer que México no hubiera perdido la mayor cantidad de territorio que país alguno ha perdido por guerra en toda la historia, en caso de que Santa Anna no se hubiera quedado jetón. Lo más probable es que los americanos se hubieran aprovechado de nuestra perenne desorganización y perpetuos pleitos, con o sin la independencia y ulterior anexión de Texas. Sin importar el resultado en San Jacinto, el país seguiría siendo un caos y los territorios del norte hubieran continuado abandonados a su suerte, sin defender ni colonizar. Nuestras eternas querellas y la falta de orden hubieran continuado siendo una tentación irresistible para las ambiciones de la joven república norteamericana? en la que, cosa curiosa, se respetaba el Estado de Derecho y el Gobierno funcionaba. Así quién no.
Contrafactual 4: Díaz deja la Presidencia en 1904, permitiendo elecciones libres que gana Bernardo Reyes. Álvaro Obregón tenía toda la razón cuando afirmaba que el gran pecado de don Porfirio fue envejecer. Si al dictador le hubiera pegado un infarto fulminante en 1901 o 1902 (a los 71 o 72 años de edad, momento muy oportuno para hacer mutis), ahorita tendría una estatua en cada plaza. Pero no fue así: necio, quiso seguir siendo presidente cuando ya ni la mente ni la memoria ni el cuerpo le respondían como antes. Peor aún, se empecinó en continuar montado en la Silla hasta 1916, cuando iba a tener 86 años, edad en la que uno debe pensar en escoger mobiliario en Serna, no en dirigir los destinos de un país. Y para acabar de fruncir lo arrugado, intentó asegurarse de que así fuera orquestando un fraude electoral gigantesco y descarado contra Madero, lo que terminaría provocando: la mentada Revolución, la destrucción del país, atrasarnos una generación en términos de desarrollo, un millón de muertos y la creación del PRI. La necedad, como puede verse, nos salió carísima.
Pero, ¿y qué tal si Díaz se hubiera retirado en 1904, dejando el camino libre para su sucesor natural, el General Bernardo Reyes, procónsul del Noreste y hombre que tenía muy claro por dónde iba la pichada en el Siglo XX? Podemos pensar en un México que hubiera seguido creciendo económicamente y con menos desigualdades e injusticias. Después de todo, Reyes fue el padre putativo del empuje regiomontano. Más aún, el relevo de toda una generación política hubiera ocurrido sin sobresaltos, abriendo la posibilidad (aunque remota, seamos realistas) a un sistema relativamente democrático ya para los años veinte. Sobre todo, nos hubiéramos ahorrado la atrasadota que nos pegó la Revolución.
Para acabarla, Díaz pudo haberle cedido el poder a Reyes años más tarde, en 1910. Pero no: nada más lo alborotó con la entrevista a Creelman, le atizó una quemadota de padre y señor mío y terminó exiliándolo. El que era su heredero natural y continuador lógico de su legado, quedó descharchado de buenas a primeras. El padre matando al hijo: eso no lo perdona la naturaleza. Los numerosos partidarios de Reyes, que habían fundado clubes de apoyo y repartido llaveros con su efigie por todos lados, se quedaron colgados de la brocha. Y terminaron yéndose con la otra única opción que les quedaba: Madero. Lo que nos lleva a:
Contrafactual 5: Díaz reconoce los votos que obtuvo Madero en 1910. El gran problema de un fraude electoral es que quien lo sufre siempre va a decir que ganó, lo cual tiene su lógica? aunque no siempre sea cierto. En el caso de Madero en 1910, fue lo que le dio el pretexto para lanzar el Plan de San Luis y soltar el tigre que se tragó al país. De que hubo fraude en 1910, no cabe duda: la proporción a favor de Díaz fue de 95 a 5. Con que hubieran votado todos los Madero de Parras, el chaparro hubiera sacado más que eso. Pero ello no quiere decir que ganó. Claro que nunca sabremos qué ocurrió ese verano, pero (conociendo a mi gente) a mí siempre me ha latido que Díaz venció, aunque por una proporción de 60-40 o 55-45? lo que para Díaz, luego de tres decenios de sacrificarse por la patria, sería una bofetada. Y amachado como era, dio a conocer unos resultados que no le creía ni doña Carmelita su mujer (y eso que ella le creía todo). Y de ahí se agarró Madero?
Total, que como puede verse, los contrafactuales se prestan para amenos ejercicios mentales? y mucho derrame de bilis. Aunque a eso ya deberíamos estar acostumbrados.
PD: Eso me pasa por (a)pelar a fuentes secundarias. Los amables lectores Daisy Sánchez de Murillo, Andrés A. Rodríguez, Francisco Javier Salas y Abraham Delgado me informan que lo de la ñora de Pilatos (sobre lo que pedía ayuda el domingo pasado) se encuentra en Mateo 27:19. Gracias.
Consejo no pedido para dormir a gusto siestas fluviales: Lea ?Cold War Hot?, editado por Peter G. Souras, que explora escenarios en que la Guerra Fría pudo haberse calentado? y hoy no estaríamos aquí. Provecho.
Correo: anakin.amparan@yahoo.com.mx