Andan agarrados del chongo. Se dicen lindezas, dando la impresión que no son amigos, que nunca lo fueron. Su peso político es diferente, pero eso es lo que menos importa. Hay que acabar con el contrario aunque sea a base de tronantes conjuros y declaraciones en la prensa. Día a día crece el encono. Las reclamaciones van y vienen como se han de ver las cosas parado a un lado de un tiovivo en movimiento. Ninguno se detiene en sus apreciaciones sobre la labor del otro, hay que darle duro pero, en la realidad, sin hacerse el menor daño. Se trata de boxeo de sombra, en que ninguno ceja en sus intentos de exhibir al otro, poniendo al descubierto su poco interés por solucionar los problemas de la ciudad. En realidad ninguno tiene la intención de descontar a su oponente. Habrá que esperar a que alguno de los dos baje los brazos, pero sin dejar de tirar de golpes con la lengua. Llegó un momento en que pareció más un pleito de cantina que un duelo de caballeros. Ambos fueron electos en procesos electorales democráticos. Aunque había grandes dudas sobre si uno de ellos había ganado a la buena o hizo chanchullo.
Los ciudadanos apenas les ponen atención, metidos en sus propios problemas. Lo que hacen es observar de reojo lo que es un pleito que, en el transcurso de los días se torna más cruento. Los seconds procuran que sus jefes agarren aire, ensayando lanzar puyas al de enfrente, pero sin tomar riesgos. El de menor peso no oculta que quiere sentarse en la silla del otro, en cuanto la desocupe. Este último no se manda solo. Detrás está su antecesor, que lo ha cobijado con su equipo de trabajo, dejándole a parte de sus hombres en puestos clave. La intención es seguir gobernando desde su rancho, si lo dejan lo seguirá haciendo una vez tras otra, creando un cacicazgo a largo plazo, lo malo para él era que no contaba con que las circunstancias serán distintas. Su pertenencia a dos partidos políticos antagónicos le ponía un poco de sal y pimienta al asunto. Las frases irónicas estallaban como un globo de feria lleno de agua, que es arrojado a manera de proyectil, no haciendo mayor estropicio que mojar a un rival.
Eso es lo que ve pueblo. Dos niños berrinchudos que en política aun se limpian la nariz con los puños de la camisa. Dando un espectáculo poco edificante. Aunque nadie, ni tan siquiera su mamá, los toma en serio. La sangre es jugo de tomate Catsup. La cara de uno y de otro no presenta huellas de la épica batalla. Las estrategias de barandilla están a la orden del día. Eran Celos de Stravinski tocada en re menor, sin instrumentos musicales. Uno, urgido de reflectores que le alejaran las densas sombras que dominaban su entorno queriendo borrar la imagen del clásico heredero que le había forjado su cercanía con su antecesor, resoplando como escolapio de párvulos: “Ninguno irá a prisión aunque sus delitos estén a la vista”. “Son mis amigos, de los que recibí ayuda cuando más la necesitaba”. “Sin ellos sería un cero a la izquierda”. “No les voy a pagar con una orden de aprehensión”. “No soy así”. Aunque no se sabe si es de agradecimiento o le faltan falta redaños.
Los protagonistas de esto, parecería sacado de la popular canción El hijo desobediente, ¿la recuerda? se encontraron dos mancebos, echando mano a sus fierros. El jefe de Gobierno en el D.F. Marcelo Ebrard Casaubón y el presidente de la República Felipe Calderón Hinojosa. Que todo lo malo que pasa en el D.F. es debido a la pachorra de sus autoridades, desde que gobierna el PRD. A lo que Marcelo revira acusando a Felipe de mostrar una doble cara, pidiendo respeto para el Gobierno de la ciudad. Después de esa refriega al parecer se dieron cuenta que por ese camino no iban a llegar a ningún lado. Ambos residen en esa gran metrópoli que requiere el esfuerzo conjunto. Hagan lo que tienen que hacer en la medida de sus capacidades. La comunidad les pide se pongan a trabajar y dejen de ver la paja en el ojo ajeno. El tiempo no se detiene, avanza a tan rápido ritmo que la vida se va en un abrir y cerrar de ojos. Es de creerse que llegarán a un buen arreglo para terminar con estas discusiones que se antojan bizantinas, sin embargo, nadie puede asegurar que el día menos pensado empiecen de nuevo lo que más parece una labor de zapa que un ejercicio democrático y republicano.