México ha tenido presidentes de todos los tipos y sabores, desde buenos y trabajadores hasta mediocres y flojos con ambiciones desmedidas de poder político y económico.
En los últimos sexenios hemos visto cómo los primeros mandatarios llegan al Gobierno con cara de inocentes y terminan acumulando enormes cantidades de poder, soberbia y riqueza.
Miguel Alemán fue el primer presidente empresario que tuvo el país durante el siglo XX. Terminó con una inmensa fortuna que hasta la fecha disfrutan sus hijos, nietos y bisnietos.
Adolfo Ruiz Cortines fue de los presidentes más modestos que ha tenido México, vivió sus últimos años en medio de una sobriedad que ni Benito Juárez la hubiera imaginado.
En los años setenta llegó con fuerza la dinastía de los virreyes contemporáneos.
Luis Echeverría de ideas socialistas y progresistas salió del Gobierno siendo dueño de vastas propiedades en México, especialmente en Cancún que fue su gran proyecto turístico, pero también su gran negocio sexenal.
Le siguió José López Portillo quien con su cara amigable y paternal engañó a México con políticas erráticas en economía y política. Dejó al país en la quiebra y con una banca estatizada y controles cambiarios irracionales para un país que comparte una frontera de tres mil kilómetros con la primera potencia mundial.
Pero don Pepe salió de la Presidencia con una fortuna que incluía la famosa “Colina del Perro” que fue posible gracias a donativos de sus cuates, entre ellos Carlos Hank González.
En 1982 llegó Miguel de la Madrid a Los Pinos, un hombre modesto y gris quien no destacó como presidente, pero tampoco hizo alarde de ambición desmedida.
Un periodista norteamericano denunció en su momento que el presidente De la Madrid transfirió decenas de millones de dólares al extranjero, versión que nunca fue investigada por las autoridades, pero que tampoco fue confirmada por fuentes oficiales ni bancarias.
Carlos Salinas de Gortari fue un caso único. Desde el arranque mostró sus ambiciones a la mano de sus familiares quienes conocían los beneficios de vivir dentro del presupuesto.
Su hermano incómodo, Raúl Salinas, terminó en la cárcel acusado de homicidio, pero sentado en una suma interminable de cuentas bancarias, inversiones y dólares por doquier.
Siguió el doctor Ernesto Zedillo, quien demostró ser un político modesto, pero sin descartar que haya reunido los fondos suficientes para no batallar en lo que resta de su vida.
El último presidente Vicente Fox ha sido ave de tempestades y motivo de innumerables acusaciones. La última se refiere a la transformación radical que sufrió su rancho de Guanajuato por las remodelaciones y donativos que recibió durante su mandato.
Lo cierto es que ningún presidente mexicano de la época moderna ha sido investigado y procesado por algún delito relacionado con corrupción o riqueza inexplicable.
También es cierto que la ley es vaga y genérica al grado de considerar a los ex presidentes como las vacas sagradas e intocables del sistema político mexicano.
Ya es hora que a los ex mandatarios se les exija como a cualquier otro servidor público y se les investigue cuando el caso lo amerite. Así debió ser en su tiempo con José López Portillo, Carlos Salinas de Gortari y ahora con Vicente Fox Quesada.
También los ex presidentes deben ser desmitificados y aprovechar su experiencia como ocurrió con Miguel de la Madrid en el Fondo de Cultura Económica.
Hoy en nuestros días resulta penoso saber que Ernesto Zedillo trabaje para una universidad extranjera así como Vicente Fox dedique su tiempo y dinero a cabildear para un cargo internacional cuando en México podrían realizar trabajos dignos y útiles en universidades, fundaciones y en organizaciones privadas.
Además todo México saldría ganando porque estarían tan ocupados que no tendrían tiempo para declarar tonterías ni para ser objeto de reportajes insulsos.
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