Los mexicanos no oponemos ningún reparo, en caso de que pudiéramos, por la entrega de peligrosos líderes del narcotráfico a las autoridades estadounidenses, detenidos con anterioridad en cárceles de máxima seguridad de nuestro país. Lo que se sabe es que serán juzgados allá, junto con delincuentes que cometieron ilícitos de diversa índole, a saber uno por trata de personas, dos por homicidio y uno más por secuestro calificado y asalto sexual. Se dice que la extradición está apegada a derecho, al agotar los juicios de amparo en los que les fue negada la protección federal. Después de todo, les irá bien por que podrán ser condenados a cadena perpetua sin libertad condicional y sin embargo no a la pena de muerte, dado que en nuestro país nos existe esa sanción, de conformidad con los acuerdos internacionales entre el Gobierno mexicano y el de Washington. Esto es, si en la legislación penal vigente del requerido no existe como castigo la privación de la vida, el país requirente no deberá condenar a los trasladados aplicando esa penalidad. Es un principio de derecho internacional que los países respetan, hasta ahora. A menos que haya variado la disposición penal y, por ende, el tratado que rige las relaciones entre las dos naciones en materia de extradición.
Es un crimen asqueroso el que cometen los que se dedican a este infame negocio, no hay la menor duda y sin embargo nuestro país está regido por leyes que todos debemos respetar, con mayor razón los que nos gobiernan. El procedimiento seguido parece asaz peligroso para la prevalencia de nuestras instituciones jurídicas. Quizá honestamente preocupados por la tranquilidad social se procede a enviar a estos señores renunciando al derecho de procesarlos en México, siguiendo el dicho popular de que a menos burros, más olotes*. Eso sienta un singular precedente de consecuencias que no podemos por ahora pronosticar pero que avizoramos como poco convenientes. Desde luego constituye el abandono de un derecho de juzgar y sancionar. Distinto sería que, una vez compurgados los años de cárcel impuestos o encontrados inocentes, se le diera curso a la petición de mandarlos allende nuestra frontera. Nuestra Ley penal es clara a este respecto. De otra manera estamos renunciando a nuestra jurisdicción, es decir a la facultad de nuestros tribunales a establecer quién es culpable y quién no lo es, considerando que somos las víctimas de la actuación ilegal de estos bribones, mereciendo un castigo conforme a nuestra leyes en concordancia con tales delitos cometidos en nuestro territorio. Da la impresión de que con la medida se quiere agradar al Gobierno de Washington, o es en virtud de la gratitud derivada de algún favor recibido o se está saldando algún adeudo desconocido. Esto, sin importar que rompemos el Estado de Derecho que, cada vez que hay ocasión, tanto pregonamos debe mantenerse a cualquier costo.
Es posiblemente que nuestras autoridades hayan tomado ya en consideración la reacción que ese pasar por encima de nuestras leyes, por decirlo suavemente, puede provocar entre los que están en lista de espera para viajar sin pasaporte al exterior, aunque cubiertos de cadenas. Esperemos que el Gobierno esté enterado de lo que sucedió en Colombia donde se sometió a una dura prueba a las autoridades dado que los barones de la droga procedieron el secuestro de personajes de cierta prelación social para obtener que se detuvieran las extradiciones. En un notable relato el Premio Nobel de Literatura, el colombiano Gabriel García Márquez, da su versión sobre lo sucedido en su patria con estos abominables plagios derivados de haber golpeado con un palo un panal de rica miel, del que se desprendieron furiosas abejas. La mera verdad es que no sé si estamos preparados para capotear el vendaval que esta medida puede desatar. Los posibles extraditables dudamos mucho se mantengan con los brazos cruzados ante la ola de remisiones de narcos a prisiones norteamericanas, donde no tendrán las facilidades de que acá gozaban debido al dinero que repartían a manos llenas. Nos esperan días aciagos sin que por ahora podamos saber qué tanto, pero que presagiamos, dada la desesperación y el pánico que la decisión produzca entre los extraditables, como los más infelices, desgraciados e infaustos que hayamos sufrido hasta ahora. Ojalá estemos rotunda y totalmente equivocados. Lo que sí, es el caso de las fieras que atacan cuando se ven acorraladas.
Lo que vemos es que las decisiones que está tomando el Gobierno pueden ser fruto de una búsqueda de atinarle cómo convencer a los ciudadanos de que al timón de mando se encuentra quien puede garantizar una paz duradera con seguridad para las personas. Lo malo es que en contrapartida está lo del alza en el precio de la tortilla, lo que en definitiva ha puesto de malhumor a las amas de casa, sin que el aumento en los salarios, a principios de año, remedie el asunto. A mayor razón si esto está produciendo, como se advierte en los bolsillos del pueblo, una reacción en cadena en el precio de otros insumos. Hay dentro del equipo de Felipe Calderón Hinojosa funcionarios que están enseñando el cobre desde ahora, cuyos nombramientos fueron producto de pago por servicios recibidos, por presiones de diversos sectores o de plano surgidos de ese fenómeno llamado amiguismo, en una fórmula antaño muy socorrida. Si el presidente se da cuenta que hay tornillos sueltos que hacen al motor vibrar fuera de control debe apretarle las tuercas a quienes están cerca o cambiar de bujías por que las que le vendieron en el mercado resultaron inútiles. En otras palabras, el que no dé el ancho póngasele de patitas en la calle. Esa sería una clara señal de liderazgo.
Nota bene- olote*: corazón o raspa de la mazorca del maíz después de desgranada, convirtiéndola en alimento para burros. En el caso, refiere que el país sostiene a estos malandrines mientras se haya en reclusorios locales, mediante gastos onerosos que, de aquí en adelante, evitarán.