“El verdadero héroe es siempre un héroe por error, que sueña con ser un cobarde honesto
como todos los demás”.
Umberto Eco
Finalmente a éstos —por lo menos— se les dio un funeral de héroes. Se trata de los cinco soldados emboscados y ejecutados por sicarios en Curácuaro, Michoacán, este martes primero de mayo. Un día después el propio presidente de la República, Felipe Calderón, les rindió homenaje en una ceremonia en el Campo Militar Número Uno de la ciudad de México: “Murieron como héroes –dijo— y como héroes serán tratados y serán recordados”.
Otros no han tenido la misma suerte. El miércoles dos de mayo cuatro policías fueron “levantados” en Santa Catarina, Nuevo León. No se ha sabido más de ellos. Cabe imaginar que ya han sido torturados y quizá ejecutados. Más tarde aparecerán sus cuerpos, tal vez con mensajes macabros. Así son las cosas en el México de hoy.
Pero a éstos no se les da trato de héroes. Todo lo contrario. Son policías no soldados. El hecho de que hayan sido “levantados” y presumiblemente ejecutados los convierte en sospechosos de colaborar con el narco. No se precisan pruebas o indicios. Éste es también el México de hoy.
El presidente Felipe Calderón ha decidido hacer de su cruzada contra el narco uno de los ejes centrales de su Gobierno. La estrategia ha funcionado hasta ahora en términos de relaciones públicas. Los operativos conjuntos entre las Fuerzas Armadas y la Policía le han dado una buena imagen al mandatario. Resulta cada vez más claro, sin embargo, que el presidente se ha metido en una guerra en la que el triunfo no es posible. Y esto significa que con el paso del tiempo la paciencia y la indulgencia de la población se irán deteriorando.
La muerte de los cinco soldados del 12 Batallón de Infantería es lamentable, pero más lo es el saber que su muerte ha sido en vano. Los honores a los héroes se disipan casi en el momento mismo en que termina el homenaje. No hay duelo que dure una vida, por lo menos no en el Gobierno. Si el sacrificio permitiera que el país se acercara cuando menos un poco más al fin de la guerra, los familiares de estos soldados podrían aceptar su muerte con resignación. Pero esto es más difícil cuando se sabe que el sacrificio no ha servido para nada.
El problema de la lucha contra el narco es que, mientras subsista la demanda por las drogas, no se podrá alcanzar una verdadera victoria. Cada golpe contra las bandas organizadas, cada detención, cada confiscación, lo único que logra es encrespar las aguas y fomentar el surgimiento de nuevos capos, cada vez más jóvenes, cada vez más ambiciosos, cada vez más desalmados. No estamos descubriendo el hilo negro. Sabemos bien, por toda la experiencia histórica de las cruzadas contra los delitos de la salud o la moral –bebidas alcohólicas, prostitución, droga—, que aquí no puede haber victoria.
No es nueva la decisión gubernamental de meter al Ejército en la lucha contra el narcotráfico. Desde hace años las Fuerzas Armadas han tenido un papel importante en este esfuerzo. Pero en su corto mandato el presidente Calderón le ha dado a las Fuerzas Armadas un lugar más protagónico en este esfuerzo.
La señal más distintiva ha sido la realización de los operativos conjuntos que se están desarrollando en distintos lugares del país, entre ellos Michoacán, donde fueron ejecutados los cinco soldados homenajeados este miércoles. Esto es, al parecer, lo que ha alebrestado el avispero.
La guerra contra el narco es similar a la que Estados Unidos y la Gran Bretaña están peleando en Irak. Los políticos saben cómo empezarlas, pero no cómo terminarlas. Si realmente queremos ganar una guerra, tenemos que saber primero quién es el enemigo y en este caso no sólo no sabemos, sino que no podemos saberlo, porque cada golpe que damos hace que éste cambie y se multiplique. Necesitamos saber también qué recursos necesitamos para alcanzar la victoria; pero lo único que sabemos hoy, sin importar cuánto tenemos, es que es insuficiente para derrotar al enemigo. Debemos estar igualmente en posición de definir la victoria; pero sabemos que la única definición posible, la erradicación del comercio de drogas ilegales, es imposible.
Los mexicanos estamos conscientes de que los operativos conjuntos entre las Fuerzas Armadas y las policías que han marcado los primeros meses de este Gobierno no acabarán con el narcotráfico. Sabemos también que cada victoria parcial, cada arresto o decomiso, será seguido de derrotas espectaculares a manos de la hidra que tenemos como enemigo. Pero me pregunto si estamos también conscientes de que mientras avanzamos en una guerra que sabemos no podemos ganar seguiremos dejando muertos en el camino… héroes o villanos, soldados, periodistas o policías, poco importa al final, porque la muerte nos iguala a todos.
CONTRA LA EDUCACIÓN
La imagen que veo en Internet es un triste comentario sobre la situación de nuestro país. Después de que los maestros de la Sección 22 del SNTE suspendieron clases por enésima vez en el Centro Escolar Juchitán, las familias de alrededor de 800 alumnos optaron por hacerles tomar clases en el atrio de la Iglesia de San Vicente Ferrer de esa población oaxaqueña. La Sección 22 y otros sindicatos supuestamente de izquierda están logrando su aparente propósito de debilitar a la educación pública de nuestro país. Obligarán al final a los padres a pedirle a la Iglesia que retome el papel protagónico que durante tanto tiempo tuvo en la educación. Lo que no entiendo es por qué estos maestros se consideran “progresistas”.