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Los pertrechos

Gilberto Serna

Hizo bien o no, el comandante operativo en demandar que sus fuerzas se retiraran del lugar esperando un momento más propicio, menos adverso. De dar la orden de disparar se hubiera desatado una balacera en que los policías hubieran sacrificado sus vidas, sin la menor oportunidad de hacer valer su autoridad. Es fácil exigir que los policías hagan su trabajo, por el cual les pagan, de proteger a los ciudadanos, con mayor razón, cuando se sabía que se estaba cometiendo un crimen. Lo malo es que los mandos superiores, hemos de suponer que en primer lugar el gobernador del Estado, la Policía por Ley está bajo su mando, los envía a combatir el crimen casi, casi en las mismas condiciones en la que miles de personas fueron fotografiadas por Spencer Tunick, en la plancha del Zócalo capitalino. Con una mano atrás y otra adelante es menos que imposible que los modestos policías puedan hacer algo para hacer cumplir la Ley. Estos son tiempos nuevos en que se requieren pertrechos modernos para combatir la delincuencia. No es suficiente con escabullir el bulto, permitiendo que los del bando contrario sigan su camino, para acabar con el crimen organizado. Se demuestra algo más que la carencia de equipo, dando la impresión de que la sociedad está a merced de quien trae consigo un “cuerno de chivo”, dispuesto a todo.

Se ha venido mencionando que las policías de Coahuila y Durango unieron sus fuerzas para combatir al crimen organizado, pero la verdad es que la demostración que acaban de dar los hombres del crimen, en las calles de la residencia de los poderes del Estado, no deja lugar a dudas de quienes tienen en un puño a las instituciones públicas. Creo que no hubo lugar a que se confundieran policías y ladrones. En el pasado era normal que a la llegada de la Policía los ladrones salieran huyendo despavoridos. Eran protagonistas con papeles bien definidos. Unos eran los buenos y otros los malos. El facineroso sabía que hacerles frente las fuerzas del orden era exponerse a ser abatido o en su caso, apresado yendo a pasar con todo y sus huesos una larga temporada en la cárcel. No había alternativa. Hoy por hoy, las cosas han cambiado. Los malosos habían “levantado” a dos personas, la Policía llegó. Los secuestradores en vez de huir se mostraban dispuestos a hacer frente a la Policía recibiendo refuerzos en varias camionetas. Ambos grupos apuntaron sus armas. La Policía retrocedió dejando el campo libre a los autores de un doble secuestro. En ese momento se supo quiénes eran los dueños de la plaza. No estoy exagerando. Narro los hechos tal cual lo dio a conocer la nota.

Dice la nota periodística que agentes municipales encañonaron a un comando armado integrado por más de 20 sujetos encapuchados, con vestimenta apócrifa de la Policía Federal Preventiva y de la Agencia Federal de Investigación, los que momentos antes habían “levantado” a dos civiles, pinta de cuerpo entero lo que está sucediendo con los elementos de seguridad locales que carecen del imperio que se requiere para imponer el orden en la muy noble y leal ciudad de Durango. Esto sucedió en la madrugada del lunes pasado frente a un conocido Centro Comercial. Los policías municipales habían detenido una de las camionetas en que se desplazaban los secuestradores. En cuestión de minutos a éstos se agregaron otros tres vehículos. Los policías locales empuñaron sus pistolas y uno que otro rifle, apuntando a los presuntos delincuentes, en tanto éstos les encañonaban con fusiles G-3 y Mini-14. Hubo momentos de tensión y nerviosismo que fue roto por la orden del comandante operativo de la Policía Preventiva de que su personal se retirara y dejara ir a los falsos agentes. Esto último podría habérselo ahorrado por que para dejar ir a los agentes era necesario que primero los hubieran detenido, lo cual no estaba por ocurrir dada la superioridad en armamento de sus antagonistas. A varios guardianes del orden debió de ponérseles malo el cuerpo y no era para menos.

La pregunta que se antoja es: ¿están cumpliendo los hombres en el Gobierno con la obligación de cumplir y hacer cumplir las normas de convivencia de una sociedad que pide honestidad, no sólo por lo que respecta al limpio manejo de los fondos públicos, sino además para reconocer que no están capacitados para encabezar una administración pública? Sí, hay que reconocerlo, en el episodio narrado, en esta colaboración, se evitó una dolorosa derrota y pérdida de vidas, pero el destino les depara desde hace un buen rato episodios donde tendrán que decidir: o reculan o avanzan, tomando en cuenta que su labor es evitar el crimen y aprehender a los responsables. Esto es un hecho vergonzoso que pone en evidente peligro la posibilidad de que este país pueda continuar viviendo bajo un Estado de Derecho.

Lo peor es que, me atrevo a decir, no se ve el final de las atrocidades que se están cometiendo. Los actores están siendo empujados a dirimir sus diferencias a balazos. No hay palabras, ni razonamientos que detengan las balas. Esto sea veía venir desde hacía un buen tiempo. Es fácil detectar lo que sucede a nuestro alrededor, lo difícil es encontrar la solución al problema. ¿En qué mundo existimos y qué mundo le estamos heredando a las generaciones futuras? ¿Quién podrá parar esta escalada de violencia?

Estamos envueltos en una tolvanera de ambiciones que impide ver que, como sociedad, no estamos haciendo bien las cosas.

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