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Los primeros pasos de Torreón en un recuerdo

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Los primeros pasos de Torreón en un recuerdo

GUADALUPE MIRANDA EL SIGLO DE TORREÓN

Por las callejuelas de las colonias del Poniente caminan, de la mano de sus pobladores, los recuerdos del origen de esta ciudad centenaria. Las voces de los más antiguos se dejan escuchar y relatan cómo era vivir en aquel naciente Torreón

TORREÓN, COAH.- Las calles están solas. Apenas unas cuantas casas de adobe, carrizo y pedazos de madera, se pueden observar en sus alrededores. El bullicio de la gente es como una melodía.

Así es como recuerda Guadalupe Ayala, a sus 86 años, su colonia La Constancia, el lugar que la vio crecer.

Ella, como otras tantas vecinas, conoce su historia a través de sus padres. Sentada en un viejo tronco, a las afueras de su hogar, la relata.

“La colonia, que es una de las primeras en aparecer tras la llegada del Ferrocarril, -diceadoptó el nombre de la fábrica de hilados y tejidos, la cual llamaron ‘La Constancia’, dicen que porque la gente que trabajaba

en ella era muy constante (…)”.

Comenta que aunque la fábrica se encontraba a un par de cuadras de su hogar, también construido de adobe y carrizos, sus padres, quienes viajaron desde la Ciudad de México, decidieron buscar otras oportunidades de empleo.

Su padre, relata, prefirió trabajar en uno de los primeros hoteles de la región; en el “famoso” hotel Francia. “Él se encargaba de recoger las maletas de las personas que llegaban en el tren, a hospedarse

en aquel hotel, mientras mi madre, mis hermanos y yo, permanecíamos en casa”, platica la mujer, mientras una pequeña sonrisa se dibuja en su rostro.

Caminar por las tardes, incluso por las noches, era una actividad que entonces se disfrutaba. “A veces llegábamos hasta la alameda (un lugar muy concurrido por los pobladores de esa época)”.

Cuando el cansancio llegaba, comenta, “muchos no alcanzaban a llegar hasta su cama y pues se quedaban dormidos afuera de sus casas, antes todo era mucho más tranquilo que ahora (…) no teníamos miedo

de que algo o alguien nos hiciera daño (…) ahora ni pensarlo siquiera”, platica Guadalupe con un tono de sarcasmo. En la colonia San Joaquín, todo era diferente.

Jesús Gómez Ramírez, a sus 72 años de edad, aún sonríe al recordar sus años de juventud. Justo en las faldas del Cerro de la Cruz, al Poniente de la ciudad, es donde se localiza San Joaquín.

Sus estrechas calles aún guardan y reflejan recuerdos del origen de esta ciudad centenaria. Jugar a las canicas, al ‘beis’, pero sobre todo a orillas de los canales, era la mayor diversión para los pequeños.

Jesús fue uno de ellos. “Me acuerdo que cuando había tres tajos, uno se iba a jugar mientras los papás se iban a trabajar a la labor”, cuenta el hombre, quien como todos los días se encuentra sentado en una banca debajo de un gran árbol de la plaza de esta colonia, cuyos recuerdos se encuentran grabados en su memoria. Con calles cortas carentes de pavimento y banquetas, es como recuerda a su colonia, el hombre de 72 años de edad, en las que entonces se podía jugar durante horas y horas.

Pero no sólo en las calles se podía encontrar la diversión, asegura Jesús, sino también en la plaza 2 de Abril, ahora Plaza de Armas y en la alameda.

“Aún me puedo ver tomando una rica agua fresca de la alameda, de esas que se podían conseguir en cualquier esquina por tres o dos pesos, ahora ni pensarlo que con ese dinero puedas comprar algo así, pero aún lo disfruto cuando tengo oportunidad”, platica el hombre.

Caballitos y aviones son los juegos que aún están grabados en su mente. “Lo recuerdo muy bien (…) de pequeños todos nos queríamos pasear”, dice Jesús mientras sonríe llevándose sus manos a su rostro.

De la arquitectura de aquella época, es poco lo que aún se conserva.

La iglesia de San Juan Bautista o San Juanito es algo de ello. Aunque es considerada como algo moderno, pues data de los años 50, su estructura se encuentra en perfectas condiciones.

Las primeras construcciones no corrieron con la misma suerte, según relata Jesús. El hogar de sus padres, fue una de ellas. “Poco a poco se fueron derrumbando las casitas para construir nuevas de material más resistente (...) ya no queda casi nada”, dice Jesús.

EL MERCADO ALIANZA

Para Rogelio de la Cruz, vecino de la colonia Durangueña, gran parte de su vida ha sido el mercado Alianza, fundado a finales del siglo XIX. Ahora tiene 82 años de edad, pero desde los 13 comenzó a trabajar con su padre, quien comerciaba con vegetales.

Como todos los días, se encuentra detrás de una pequeña mesa de metal, en donde coloca pedazos de periódico, los cuales servirán como recipientes para depositar toda clase de frutas y verduras.

Rogelio se sienta por un momento. Acomoda su cachucha y pasa sus dedos por su escasa cabellera.

Antes de comenzar la plática, deja escapar un fuerte suspiro.

Voltea a su alrededor tratando de recordar sus primeros años en el pasillo Viesca del mercado Alianza. “Casi no había nada”, dice, “únicamente los enormes carros de metal de los chinos ofreciendo un montón de cosas a los viajeros”. En ese tiempo, asegura, el algodón estaba en su apogeo.

“Venían personas de muchos ranchos a la pizca, no sólo de La Laguna, sino de otros estados de la República”, recuerda Rogelio mientras manotea de emoción. El mercado era el punto de reunión. El más grande centro de negocios, según comenta el comerciante.

Aquí se reunía toda clase de comerciantes, desde ‘chalanes’, quienes se dedicaban a lavar los vagones del tren y otros a cargar las maletas y cajas de los paseantes a cambio de unos pesos, hasta los grandes vendedores, como lo eran los chinos.

Pero no todo era trabajar para Rogelio, sino también jugar beisbol, tal y como lo hiciera Jesús Gómez, habitante de la colonia San Joaquín.

Desde pequeño, a Rogelio le gustaba jugar dentro del recién construido Estadio Revolución, fundado a principios de los años 30. “Siempre fui muy deportista”, dice el hombre de baja estatura. Recuerda que para llegar a este lugar, caminaba entre las parcelas que se encontraban frente a esta gran estructura.

“Me acuerdo que sólo unas cuantas calles estaban pavimentadas como ahora (...) la avenida Juárez e Hidalgo eran algunas que aún tengo en mi mente, las otras sólo eran caminos de tierra pero bien trazados”, relata el hombre de avanzada edad.

Otro de sus pasatiempos favoritos, era bañarse en la alberca Esparza, ubicada en la actual colonia Moderna. “La llamaban así porque los dueños así se apellidaban (...) ¡ay! cómo nos gustaba ir”, comenta Rogelio encogiendo sus hombros y dejando salir un leve suspiro.

EL TRANVÍA

El tiempo transcurrió y los pasatiempos de Rogelio cambiaron. Convertido en todo un adolescente, se trasladaba hasta Lerdo a bailar. “No había autobús porque no estaba muy poblado”, comenta con una sonrisa, “pero existía el tranvía que iba hasta Ciudad Jardín”, platica.

Por muchos años, de acuerdo con los archivos de la ciudad, el tranvía fue considerado el primer medio de transporte colectivo, fundado en el año de 1898 por la Compañía de Tranvías de Lerdo a Torreón, con la

intención de conectar a ambas ciudades.

Rogelio cuenta que el tranvía, recorría las principales calles y avenidas de la ciudad, “como no eran muchas, circulaba por toda la Presidente Carranza, como unas diez o doce cuadras después del mercado

Alianza, y luego daba vuelta hasta llegar nuevamente al mercado (...) había una estación donde la gente lo esperaba mientras una pequeña orquesta amenizaba el lugar”.

Pese a que las condiciones de las primeras colonias de esta ciudad, entre las que se encuentran, La Constancia, San Joaquín, La Durangueña, La Polvorera, La Vencedora, Embarcación, Martínez Adame, entre otras, han cambiado totalmente, los recuerdos que aún viven en sus habitantes, están intactos.

“Todo era mucho mejor, ahora la falta de empleo y de atención por parte de las autoridades, ha provocado la decadencia de nuestras colonias”, señala Victoria Alvarado, de 79 años de edad.

Ahora aquellos jóvenes que solían pasear a cualquier hora del día por toda la ciudad o dormir en las calles, ven pasar la vida desde alguna banca vieja o sentados en algún pedazo de madera con sus recuerdos a flor de piel.

Las primeras colonias

De acuerdo con el libro “La Historia de Torreón” de Eduardo Guerra y de algunos de los descendientes de los primeros pobladores de la ciudad, éstas fueron algunas de las primeras colonias:

■ San Joaquín.

■ La Durangueña.

■ La Moderna.

■ La Constancia.

■ Embarcación.

■ La Polvorera.

■ La Vencedora.

■ Martínez Adame.

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