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Los traidores| A la ciudadanía

Magdalena Briones

No sé ahora, pero la escuela enseñaba y comúnmente se aceptaba que los tlaxcaltecas habían sido traidores a México.

En primer lugar, México–nación no existía. Había múltiples señoríos desde antes de la llegada de los mexicas y su consolidación hegemónica sobre los demás… “desde finales del siglo XV el asedio del imperio azteca sobre los tlaxcaltecas y otros pueblos vecinos fue un aumento y se agudizó aún más durante el reinado de Moctezuma II, quien terminó de cerrar el cerco que oprimía a estos pueblos, privándolos del comercio y consumo de artículos de primera necesidad, como por ejemplo, la sal. Esto dio motivo a enfrentamientos armados que generaron, además de la pérdida de muchas vidas, un rencor que fue ahondando con el transcurso del tiempo: (L.T. Abasolo “Tlaxcala en la Conquista de México”).

A la llegada de los españoles, muchos pueblos se aliaron con ellos, algunos por miedo, otros por conveniencia, pero los más, por liberarse de la tiranía que representaban funcionarios y guerreros aztecas; sin olvidar que flotaba en el inconsciente colectivo de aquellos pueblos: el esperado retorno de Quetzalcóatl, los misteriosos aconteceres en tierra y firmamento antecesores de desgracia y objetivamente, la sorpresa y el terror de las “casas flotantes”, los brazos que escupían fuego y la unidad centáurica de los conquistadores.

Véase aunque sea una diferencia de lecturas: entre los conquistadores se dudaba si los naturales de estas tierras tenían alma; entre los indígenas se dudaba si los recién llegados serían dioses. A pesar de todo, los tlaxcaltecas sostuvieron los más encarnizados combates con los españoles.

Las guerras entre tlaxcaltecas y mexicas se iniciaron más o menos un siglo antes de la conquista de México, cuando Tlaxcala tuvo una enorme importancia por su expansión, comercio, riqueza y organización política y militar. Eran libres y jamás estuvieron dispuestos a perder su libertad subsumiéndose a los aztecas; pero derrotados por los españoles “enemigos de los mexicas” no dudaron en aliarse con ellos y castigar a su más implacable enemigo. Sin estos fieles aliados y excelentes guerreros, a Cortés le hubiera sido imposible su triunfo, al cual contribuyó también la neutralidad de Moctezuma Zocoyotzin y sus miedos mágico-teocráticos. A la muerte de éste le sucedió Cuitláhuac a quien los españoles culpaban de su derrota durante la Noche Triste y que víctima de la epidemia de viruela muere a los 44 años de edad en Diciembre de 1520. Le sucede Cuauhtémoc (águila que cae o sol que se pone o se oculta) con escasos 25 años de edad. Peleó heroicamente hasta el último momento, después de ver su ciudad sitiada, devastada por la guerra, las enfermedades, el hombre, la sed. Estos tristes días finales son descritos en “La Visión de los Vencidos” de León Portilla:

En los caminos yacen dardos rotos los cabellos están esparcidos.

Destechadas están las casas, enrojecidos tienen sus muros.

Gusanos pululan por calles y plazas y en las paredes están salpicados los sesos.

Rojas están las aguas, están como teñidas y cuando las bebimos es como si bebiéramos aguas de salitre.

Golpeábamos en tanto los muros de adobe y era nuestra herencia una red de agujeros

Con los escudos fue su resguardo, pero ni con los escudos pudo ser sostenida su soledad

Llorad amigos míos, tened entendido que con estos hechos hemos perdido la nación mexica

El agua se ha acedado, se acedó “la comida”

Esto es lo que ha hecho el dador de la vida en Tlatelolco.

El 13 de agosto de 1521, se escuchó por última vez el caracol de Cuauhtémoc, quien “se derrumbaba como un gigante con todo su imperio, con su raza y sus dioses”.

Tan conmovedores sucesos muestran la solidaridad, la disciplina, el patriotismo de aquellos pueblos, antecesores nuestros; sin omitir la crueldad exacerbada entre los combatientes en guerra, en cualquier guerra, en cualquier tiempo y como secuela la opresión subsiguiente de quienes se siguieron y se siguen considerando ameritados conquistadores, sin ideales, ni merecimientos, ética o sentimiento patrio contra, ahora sí, una Nación Mexicana que tan generosamente los acoge. Incluyo aquí a toda etnia o clase que como tal actúa.

Ojalá pudiéremos lograr en breve, la presencia individual, colectiva y gubernamental para resguardar nuestras riquezas naturales, sociales, culturales, territoriales, etc., con la misma gallardía con que lo hicieron los señoríos de antaño.

Habrá quien me considere retrógrada, pues ahora lo importante es “la globalización”. ¿Qué es lo posible de ser globalizado? Creo que solamente lo que tenemos en común: lo humano; lo que debería excluir el imperio, la apropiación y la explotación de otros seres humanos y sus naturales bienes. Sin tal condición, estaremos globalizando la traición; todos seremos víctimas de la conformación de una cultura para la muerte.

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