La convocatoria a una marcha en pro de la seguridad pública, hecha por el candidato del Partido Revolucionario Institucional a la alcaldía de Gómez Palacio, Durango, constituye un acto de manipulación que enturbia el de por sí enrarecido ambiente que priva en la Comarca Lagunera.
El llamado se produce en un marco específico de violencia desatada por el crimen organizado y precisamente un día después del atentado que sufrieron el empresario Carlos Herrera Araluce y su señora esposa.
El candidato Ricardo Rebollo Mendoza muestra falta de tacto político y sensibilidad humana, en la medida en que aprovechándose del estado de ánimo que provocan estos acontecimientos, los utiliza para lograr un objetivo electorero en interés particular propio y de su partido.
En un desplegado publicado en la prensa regional anteayer, en su calidad de “ciudadano gomezpalatino”, Rebollo reprueba la violencia y convoca a realizar una marcha y a celebrar un pacto por la seguridad, en virtud de lo cual llama a la unidad a ciudadanos, autoridades, partidos políticos y Organizaciones No Gubernamentales.
La convocatoria sería inobjetable de no ser por que el convocante se encuentra en plena campaña como candidato que aspira a la presidencia municipal de Gómez Palacio, por lo que el llamamiento a la unidad que soslayando esa circunstancia hace a “todos los partidos políticos” y demás etcéteras, resulta un intento de manipulación que resulta ofensivo.
Contrario a la unidad que dice procurar, Rebollo fomenta la división en nuestra de por sí fisurada sociedad, al hacer una insana revoltura de los intereses partidistas que se dirimen en las campañas políticas, que por naturaleza son plurales y diversos, al mezclarlos con el interés general que concierne al bien común de la sociedad.
Erigiéndose en paladín de la seguridad pública en un intento pueril de acaparar la escena, Rebollo pone en marcha una estrategia que coloca no sólo a sus adversarios políticos sino a los verdaderos ciudadanos comunes, en la decisión de seguirlo en su marcha o convertirse en espectadores indiferentes y hasta en opositores aparentes de una causa de la que sin ningún derecho y con las limitaciones y condiciones a que está sujeto en su rol como candidato intenta apropiarse.
Imaginemos lo que ocurriría si todos los aspirantes de los distintos partidos a cualquier cargo, en cada rincón del país, hicieran el doble juego de aparecer en forma intermitente como candidatos y ciudadanos comunes a capricho y conveniencia. Al someter la perspectiva de los grandes asuntos cívicos a las veleidades de la circunstancia político electoral del momento, la convocatoria a la unidad queda reducida a un ejercicio de hipocresía.
Es lógico que frente a los acontecimientos violentos que se comentan se generen reacciones solidarias para con las víctimas y se alcen voces de alerta respecto a los peligros que nos acechan a todos. El problema que plantea el crimen organizado en nuestra patria debe ser enfrentado desde la base de la estructura social, como asunto que concierne a nuestro modo de vida y desde el seno de la familia tradicional que por cierto se encuentra hoy por coincidencia, en el banquillo de los acusados.
Son de esperarse las expresiones de condena a la violencia y las propuestas para mejorar, como aportaciones obligadas procedentes de todos los protagonistas de nuestra vida pública. Los partidos políticos y los candidatos en campaña no son excepción y por ello resulta natural que se pronuncien, pero desde su propia posición definida y responsable, sin abandonar el lugar que les corresponde conforme al papel que han escogido voluntariamente desempeñar, sin ambigüedades y sin ánimo de lucrar con el temor del electorado y el dolor de las víctimas.
Se entiende pues la preocupación del “ciudadano” Rebollo en relación al tema de la seguridad pública en la Comarca y los peligros que la amenazan; lo que no se vale es que a conveniencia oculte la bandera partidista que como candidato tremola desde hace meses, para llevar agua a su molino electoral en lo que se advierte como un acto de oportunismo.
El asunto resulta preocupante con mayor razón, porque Ricardo Rebollo es un candidato impulsado desde la cúpula del poder, pues se debe recordar que hasta hace poco se desempeñó como Secretario de Desarrollo del Estado de Durango, bajo la dirección no sólo administrativa sino también política del gobernador Ismael Hernández Deras. El desatino en que el bisoño político incurre, no sólo mancha su propia candidatura y la campaña de su partido sino al Gobierno que lo promueve y patrocina.
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