Así se llama el libro. Llego a la ciudad de Campeche y lo pone en mis manos José Manuel Manrique, funcionario de la Secretaria de Turismo, y participante de un seminario sobre planificación estratégica que desde 2005 dicto semestralmente, invitado por la Universidad Anahuac-Mayab.
Campeche esta cambiando aceleradamente, lo he visto. Aeromexico ya realiza cuatro vuelos diarios desde el Distrito Federal, con los nuevos aviones ERJ-145 de la brasileña Embraer. Adiós a aquellos estrechos turbohélices que tardaban dos horas y media para hacer el trayecto. Un aeropuerto recién remodelado, casi todo de cristal, da la bienvenida al turismo primordialmente europeo. La propuesta es clara: Campeche ofrece historia, cultura, y la placidez de su atardecer marino. No nos interesan los ?springbreakers? me dicen.
Piraterías en Campeche, reeditado en 2006 por CONACULTA y el Consejo Ciudadano local, fue escrito en 1937 por Héctor Pérez Martínez; historiador, quien antes de morir a la edad de 41 años, fue también gobernador del Estado. El libro es una delicia, y conjuntamente con ?Corsarios y Piratas en Veracruz? escrito por Don Juan Juárez Moreno, y ?Corsarios en los mares del mundo? de Don Juan de Dios P. Galáz, forma una trilogía imprescindible para entender un fenómeno cuyo auge y caída esta íntimamente ligado con las formas de Gobierno que el poderoso Carlos V impuso en los territorios conquistados.
Pata de Palo, Diego el Mulato, Francis Drake, y el Pirata Morgan, nos hacen guiños desde sus paginas; filibusteros que asolaron el Campeche de los siglos dieciséis, diecisiete y dieciocho, compitiendo con la Casa de Contratación de Sevilla, una especie de cartel comercial y marítimo, cuyos socios privados administraban el monopolio transcontinental de la corona española. Desde urcas, bergantines, galeones y fragatas, y con bases operativas en Jamaica, Isla Tortuga, y Laguna de Términos, estos bucaneros aterrorizaron el golfo y el caribe mexicano.
El botín (metales, maderas, especias, textiles y mujeres) era repartido según las reglas del capitalismo mas ortodoxo, una tercera parte para el inversionista, quien ponía el barco incluidos viáticos y salarios; otra tercera parte para el pirata que lideraba la expedición, y la restante para los tripulantes que lograban regresar vivos y cuerdos. Algunos antiguos documentos dan cuenta que muchas de estas expediciones eran subrepticiamente financiadas por la Compañía de las Indias Orientales, cuya rivalidad con la Casa de Sevilla es también legendaria.
El paisaje urbano de Campeche proyecta su historia. La ciudad fue un puerto fortificado, y la simbiosis de la cultura maya, la arquitectura colonial, con las murallas, baluartes y torres de roca, la hacen única. Así, en 1999 fue declarada patrimonio cultural de la humanidad.
Pareciera que el oro que España recibió desde Campeche ahora viaja en sentido contrario, convertido en inversión para la infraestructura turística. Grupo Mall, Grupo Meliá, y Hoteles Barcelo, entre otros, desarrollan aquí sus famosos ?resorts?. Los complejos hoteleros, campos de golf, clubes de yates y centros comerciales que actualmente están en construcción, representan cinco mil millones de euros en inversión directa, nada mal para una entidad federativa que siendo la antepenúltima en población, (con poco mas de setecientos mil habitantes, solo antes de Colima y Baja California Sur) es también la numero diecisiete en extensión territorial, y cuya economía acusaba excesiva dependencia de las explotaciones petroleras localizadas en Ciudad del Carmen.
Sin falsos dilemas los campechanos entienden sus raíces y construyen a partir de ellas. Camino por el barrio de San Francisco en el primer cuadro de la ciudad, entro en una antigua iglesia de piedra y de madera; y me doy cuenta que el edificio es sede de un museo que exhibe joyas, jade, y mascaras precolombinas. La historia que se entremezcla; ese pasado que sigue asombrándonos porque nunca se fue.
El autor es especialista en estrategia de negocios.
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