Desde que el termino fue popularizado en 1967 (Marshall McLuhan, la aldea global, en “El medio es el mensaje”), “globalización” ha migrado de jerga a cliché. Y es una de las palabras mas abusadas durante los últimos 15 años, donde cualquiera que pretendiera dar un barniz de sapiencia o modernidad a su discurso, debía necesariamente incluirla, aun si no viniera al caso.
Utilizada indistintamente como verbo (globalizar), adjetivo (global), y sustantivo (globalización) contiene siempre una carga ideológica y hasta emotiva, pues ha representado para algunos la promesa de un estado de bienestar y prosperidad universal, y para otros, el caos y la raíz de todos los males.
Trastocado su significado por la adopción acrítica como anglicismo; circula entonces la frase “un mundo globalizado” sin caer en cuenta, por analogía; del sinsentido “un lagarto reptilizado”.
La Real Academia de la Lengua Española define globalización como “la tendencia de los mercados y las empresas a extenderse alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las fronteras nacionales”.
Esta definición trae implícitos tres paradigmas que la hacen funcional para el modelo económico liberal: 1.- La preponderancia de la visión mercantil (mercados y empresas, no personas). 2.- La extraterritorialidad que subordina la relevancia del Estado-Nación (sobrepasa las fronteras nacionales), y 3.- El carácter inexorable del proceso (la tendencia).
No obstante, aun el péndulo de las tesis económicas liberales esta regresando a reconocer las singularidades locales, propias de los procesos de desarrollo económico. La trilogía inicial en el llamado Consenso de Washington de “liberalizar, estabilizar y privatizar” quizás necesaria ante las crisis latinoamericanas de los años ochentas y noventas, se ha revelado insuficiente.
Algunas de las reformas de “primera generación” se emprendieron sin contar con la arquitectura institucional mínima, que ahora urge completar. Reconociendo que los mecanismos de mercado producen eficiencia, pero nunca igualdad, se hace necesario recrear al Estado y a las dinámicas de gobernanza como garantes de los mecanismos de distribución, orden y capacidades sociales.
Lo he mencionado en muchos foros, el dilema entre Estado y Mercado es falso. Y la confrontación entre gobierno e iniciativa privada es inoperante y estéril. Un juego de culpas propio de actores con intereses parciales y cortoplacistas, y con consecuencias distractoras para nuestro país. Como si tuviéramos un Estado tan eficaz como el de Canadá y Dinamarca, o un Mercado tan ágil y prospero como el estadounidense.
Y ante la pregunta, ¿Cómo podemos crecer? Vale sacudirse dogmas economicistas, para encontrar respuestas que den nuevos alientos al desarrollo económico y social en México.
Así, David Ibarra apunta hacia la urgente necesidad de repensar, (y acaso replantear) el desarrollo. En su libro “La Reconfiguración Económica Internacional” recién editado por la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México; desmenuza las diez prescripciones “washingtonianas”. Políticas genéricas cuyo aterrizaje en nuestras realidades, por cierto, nunca fue el mas adecuado.
1.- Disciplina Fiscal. Que aquí se tradujo principalmente en un ajuste de cinturón en los programas sociales, sin revisar a fondo la eficiencia del gasto, o los hoyos fiscales de los regimenes de excepción.
2.- Reorientación del Gasto Público. Que en los hechos nunca consiguió suprimir el dispendio, pero si recorto las facultades contra cíclicas y la política industrial desarrollista característica de cualquier Estado moderno.
3.- Reforma Impositiva. La reforma impositiva es eso, impuesta. Por ende debe ser diseñada como equilibrada y justa, y no rehén de la partido-cracia; o del “hágase la reforma en los bueyes de mi compadre”.
4.- Liberalización Financiera. Buena intención, pésima ejecución. Primero fue la orgía crediticia de muchos pseudo-banqueros con la resaca del Fobaproa. Hoy, la realidad de una banca extranjerizada con enormes costos para sus usuarios.
5.- Apertura a la Inversión Extranjera. Que ha quedado lejos de satisfacer las expectativas creadas, atrayendo la inversión mediante regalos fiscales, salarios de hambre, o disimulos en el cumplimiento ambiental.
6.- Tipo de Cambio Unificado. Que en la práctica se ha convertido en el instrumento ancla de una política anti-inflacionaria.
7.- Liberalización del Comercio. Que en los hechos se quedo como la simple apertura indiscriminada e inmediata de fronteras, y el consecuente desmantelamiento de algunos sectores de la planta productiva.
8.- Desregulación. En general benéfica, pero que dejo lagunas importantes en la creación de redes de seguridad social, leyes antimonopolio, y protección a consumidores.
9.- Privatización. Que en muchos de los casos se opero mediante opacas ventas gubernamentales de garaje, que transmutaron monopolios públicos en privados.
10.- Derechos de Propiedad. Letra jurídica de litigios interminables, que en la practica poco hace contra la piratería.
Heriberto Ramos Hernández
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