DE BOLSAS Y BOLSEROS
John Maynard Keynes dijo en alguna ocasión que el mercado bursátil funciona como un concurso de belleza. Una definición extraña proviniendo de un premio Nóbel de Economía. ¡Bueno! También se le atribuye la frase: “Todo hombre pragmático es esclavo de algún teórico difunto.
Por supuesto no se refería a la época dorada de las intermediarias bursátiles en México. Aquellos años ochentas y noventas cuando nuestras compañeras ejecutivas en las casas de bolsa parecían sacadas de las páginas de Vogue.
Se refería a un concurso que solían organizar algunos periódicos británicos, y mediante el cual los participantes podían ganar un premio seleccionando a la dama cuya fotografía fuera considerada como la más bella por el mayor numero de lectores. Esto significa que ganar no consistía en elegir a la más guapa, sino en anticipar cual seria la más votada.
Así afirmaba Keynes que funciona el mercado de valores. Los inversionistas tratan de ganar comprando acciones que creen que otros inversionistas desearan comprar en el futuro. El precio que están dispuestos a pagar depende menos del valor fundamental de la acción, que de sus expectativas respecto a lo que otros pagaran por esta misma en el futuro. Quien compra una acción lo hace porque cree que en algún momento podrá venderla mas cara a alguien que obviamente estará pensando lo mismo.
Se han escrito bibliotecas enteras sobre técnicas para ganar en la bolsa, en los bienes inmuebles, y hasta en la inversión basada en ¡tulipanes! En el siglo diecisiete los bancos más grandes de Ámsterdam eran bóvedas rebosantes de bulbos de esta flor, que entre otras cosas, se aceptaban para garantizar préstamos en metálico.
En su libro “Para entender la Bolsa” (Thomson Editores 2005); Arturo Rueda narra los orígenes de la Bolsa Mexicana de Valores. Ciudad de México 1894, en la calle de San Francisco y Plateros comienza a funcionar la Bolsa Nacional. Los “corredores” operaban dispersos en plena banqueta, en los cafés, y hasta en los bares de las calles de Coliseo, Gante o Palma. Eran los sucesores de aquella primera junta de 41 corredores habilitados en 1862 por la Regencia para comerciar en la llamada “Lonja de México”. Principalmente títulos sobre granos, metales y ganado.
Hoy, las empresas que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores siguen siendo pocas. 136 compañías enlistadas. Mientras en Brasil son 350, y en India mas de 500. En 2007 solo se hicieron tres ofertas públicas iniciales en México. (En Inglaterra fueron más de 400 las nuevas empresas que emitieron sus acciones) Se trata de un mercado extremadamente concentrado, donde las 10 primeras empresas representan el 73% del valor total de capitalización. América Móvil, Telmex, Cemex, los viejos conocidos de siempre.
Es curioso que mientras la oferta de nuevas emisiones se ha mantenido estancada, la demanda de los inversionistas por los mismos títulos este siendo incentivada. Miles de jóvenes se emocionan jugando en los simuladores bursátiles. No obstante pocos de ellos están dispuestos a profundizar en las herramientas matemáticas de análisis fundamental y análisis técnico que los inversionistas profesionales siempre utilizan. Comprar y vender acciones sin saber leer la historia detrás de los estados financieros es simplemente apostar para perder.
El vértigo del mercado, la adrenalina, la codicia, y el miedo, son emociones que nunca se han llevado bien con las inversiones rentables. Sin embargo el Homo Economicus tampoco existe, y por ello los vaivenes entre la exuberancia irracional masiva y las turbulencias generalizadas son inherentes al ciclo económico. Así lo demuestra John Allen Paulos, (doctor en matemáticas avanzadas) en su ingenioso libro “Un Matemático invierte en la Bolsa” (Editorial Metatemas 2007)
Heriberto Ramos Hernández
haramos67@hotmail.com