(Un enemigo al acecho)
El doctor Enrique Rojas define la depresión como la enfermedad de la tristeza. El que la padece, experimenta en su interior un abanico de sentimientos negativos que le agobian, como la melancolía, el desencanto, la desilusión y la falta de energía. Este padecimiento deja a la persona sin ganas de hacer nada, convirtiéndose en una enfermedad del espíritu.
La depresión constituye la gran epidemia de las sociedades modernas. El que no ha padecido una auténtica depresión no sabe realmente lo que es la tristeza, uno de los sentimientos más complejos en el ámbito de la psicología, siempre acompañado por la pena, el desconsuelo, el abatimiento, la melancolía, el verse sumido en un paisaje interior negativo con serias dificultades para proyectarse hacia el futuro.
La vida es una operación que se realiza hacia delante. Es un proyecto que implica mirar hacia el futuro, hacia ese porvenir positivo que debe abrirse paso ante nosotros. La felicidad consiste en tener ilusiones. Por esta misma razón, el que no tiene metas a corto y mediano plazo, corre el riesgo de quedarse anclado en el pasado, recordando constantemente cosas negativas que acontecieron hace mucho tiempo y que hacen daño.
El doctor Enrique Rojas nos dice: ?debemos estar conscientes de que es el perfeccionamiento de la persona lo que nos lleva a la felicidad, como si fuera un marcador que nos avisa de que la vida va por el rumbo positivo correcto?. Los estudiosos de la materia nos dicen que hay tres aspectos o niveles que se constituyen en antagonistas de la tristeza: el placer que es transitorio y que afecta más al cuerpo que a la mente; la alegría, sentimiento superior, que nos eleva como personas y afecta tanto a la parte física como a la psíquica: es la consecuencia de haber alcanzado algún objetivo por pequeño que sea; y la felicidad, que es el verdadero objetivo del ser humano, suma y compendio de la vida auténtica. La felicidad es el fin de la educación y es la meta que todas las culturas de la Historia han perseguido. La alegría está por encima del placer, pero por debajo de la felicidad.
La felicidad está en alcanzar la máxima cima posible para cada cual, por medio de una verdadera ?ingeniería de conducta?. La felicidad es la aspiración más universal que existe y, a la vez, la más difícil de conquistar. Cada época tiene sus enfermedades específicas. En la que vivimos ahora -según el doctor Enrique Rojas, parece que la depresión ha alcanzado su cenit. El psiquiatra español nos aclara que las depresiones afectan en nuestros días a millones de personas en todo el mundo. A veces aparecen a causa de desórdenes bioquímicos y otras son debidas a motivos psicológicos. No es lo mismo la tristeza justificada por la muerte de un ser querido, por un revés de fortuna, por una ruptura afectiva, que aquella tristeza sin motivo que viene de pronto y se instala en el primer plano y se abre paso y recorre los entresijos de la personalidad.
La auténtica felicidad no es un estado perfecto y permanente, sino un balance existencial positivo. Los altibajos, frustraciones, dificultades, sinsabores, errores, etc., son inevitables, todos los tenemos, en nuestra mano está el saber encauzar esos fracasos y aprovecharlos como experiencia de la que se deben sacar enseñanzas.
No debemos dejarnos dominar por el desánimo, incluso en las circunstancias más difíciles debemos crecernos ante las dificultades, mirando siempre hacia delante con esperanza en el porvenir. Todo aquél que minimiza los fracasos y valora cualquier logro por pequeño que sea, está siguiendo un proceso inteligente que exige orden, constancia, voluntad y motivación. ?La felicidad absoluta no existe, hay que aspirar a una felicidad razonable, en donde amor, trabajo y cultura dan lo mejor de sí mismos?.
Es importante saber tomarse las cosas de la vida con sentido del humor, por ser este patrimonio de las personas con buena salud mental. Es un componente clave de la salud positiva. La amargura y la tristeza son rasgos de la personalidad pesimista, que ve y se detiene más en lo negativo que en lo positivo, en lo malo que en lo bueno. ?El sentido del humor es la salsa que adereza, en el día a día, las adversidades y reveses?. Una personalidad madura es un gran antídoto contra la depresión.
Es importante aprender a mandarse uno a sí mismo mensajes positivos que nos empujen a lo mejor. Susurros que se abran paso en nuestra mente con mensajes que rechacen lo negativo. De esa manera creceremos ante las dificultades y seremos más fuertes, no nos dejaremos vencer por las derrotas y seguiremos luchando sin desanimarnos. Recordemos que ?el que siembra con lágrimas, segará cantando?.
Es importante aclarar que una persona con voluntad llega en la vida más lejos que una persona inteligente. Si la voluntad está entrenada en una lucha constante, será capaz de ponerse retos, exigencias, metas y objetivos concretos.
No debemos olvidar que la asignatura más importante es la vida, que no es otra cosa que lo que hacemos, aquello a lo que nos dedicamos. Comprendernos a nosotros mismos y perdonarnos, tener capacidad para rectificar, y saber que el tiempo sana todas las heridas, puede ayudarnos a no permitir que los problemas nos venzan.
Una persona madura es aquélla que vive instalada en el presente; tiene asumido y superado el pasado con todo lo que eso significa; y vive empapada y abierta hacia el porvenir. La capacidad para superar las heridas y traumas del pasado supone tener buena salud mental.
?Vivimos en una sociedad que tiene prisa, pero que muchas veces no sabe a dónde va, perdida en lo fundamental, en un frenesí hedonista que se devora a sí mismo. Buscar los valores que no pasan con el tiempo y vivirlos, luchar por vivirlos, es la clave. Así es más fácil combatir la tristeza, sus túneles y las emboscadas que ella nos prepara para dejarnos atrapados en sus redes?.
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