?Eran cien ovejas que había en el aprisco,
eran cien ovejas que amante cuidó.
Pero en una tarde al contarlas todas,
le faltaba una y triste lloró?.
La semana pasada, después de haber escrito un artículo sobre el daño que causa ?la pornografía?, recibí un correo electrónico de alguien que no conozco, el cual me pide lo dé a conocer para que otras personas que se encuentren en el mismo caso, reflexionen a tiempo, antes de que sea demasiado tarde. A pesar de la crudeza del mismo, lo escribo textual, y por ello pido disculpas a los lectores de esta columna periodística.
?Estimado señor Zarzar:
Quien le escribe utiliza un pseudónimo, tengo 29 años y leo su columna con cierta regularidad, pero a pesar de ello no he sabido dominar a los demonios que llevo dentro. Todo empezó desde que estaba en la secundaria y luego en la preparatoria cuando me inicié en la afición a la pornografía, y por ende a la masturbación casi a diario hasta la fecha.
Tuve la oportunidad de leer su pasado artículo y pensé en escribirle pues mi vida es triste, miserable y vacía; creo que algo que comenzó como una simple curiosidad, ha crecido tanto, que ahora me mantiene atrapado y no sé cómo salir de este círculo. Desgraciadamente una cosa me ha llevado a otras cada vez más sucias, pues desde que empecé a ganar mi propio dinero, también me inicié en las relaciones con prostitutas en las casas de masaje, en bares y cantinas, y con las que se encuentran en cualquier esquina de las calles.
Lo peor es que no ha parado ahí, pues tiempo después busqué también el sexo con homosexuales y travestis. Mi alma está triste y mi moral por los suelos, siento que estoy enfermo de sexo, pues me he amañado, me gustan las relaciones fáciles y sin compromiso, con mujeres casadas, divorciadas o madres solteras, de las cuales tengo cinco o seis amantes y un amigo ?gay? con los cuales hago las más sucias perversiones y no sé cómo dejarlas. Esto es más fuerte que mi voluntad.
Soy maestro de secundaria y bachillerato, y hasta ya me he metido con dos de mis alumnas; así como con la mayoría de mis novias, de las que creo que Dios me ha puesto en el camino porque son buenas muchachas, las cuales no he sabido valorar y he perdido, porque tarde o temprano se dan cuenta que las engaño con señoras.
Hace algunos años hablé con un amigo que es sacerdote, porque aunque no lo crea, cuando estudiaba en la universidad acudía a un grupo de Pastoral Juvenil; incluso me llegué a cambiar de religión por algún tiempo asistiendo a una Iglesia Cristiana de denominación Pentecostal. He visto psicólogos y nada de esto me ha ayudado; estoy mal y sigo mal.
Actualmente tengo novia otra vez, llevo un mes con ella, y cuando estoy cerca de su cuerpo, siento la necesidad de fornicar, de llevármela a un motel. Ya quisiera casarme y formar una familia, pero no me agradaría arrastrar esta forma de vida que he llevado por alrededor de diez años. Por otro lado, debido a la excesiva promiscuidad con la que me he conducido, tengo miedo de haber contraído el V.I.H. , pues en la mayoría de los casos he practicado el sexo sin preservativo.
Publique mi caso para que otros se den cuenta de lo que están haciendo con su vida, pero ayúdeme por favor, estoy desesperado.
Atentamente su amigo y lector: (Un seudónimo)?.
Cuando alguien nos pide ayuda espiritual y no sabemos qué recomendarle por la gravedad del asunto, es necesario pensar lo que haría Nuestro Señor Jesucristo en un caso parecido al que se nos está tratando. A pesar de que son muchas las personas que con toda seguridad condenarían al autor de esa confesión, es importante considerar que nuestro querido Maestro, el Señor Jesús, no lo dejaría en el abandono, iría a buscarlo, lo perdonaría al ver su arrepentimiento y le llamaría ?hijo?, con ese amor que solamente Él nos puede dar. Nosotros no lo podemos juzgar, porque Jesucristo nos dijo: ?el que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra?. Recordemos la hermosa parábola de la misericordia, llamada ?La Oveja Perdida?. En ella, Nuestro Señor Jesucristo nos dice: ¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión (Lucas 15, 1 al 7). Así es el amor de un Padre que nos cobija, que nos protege, que nos da felicidad, porque la verdadera alegría proviene de Dios, no de las acciones que van contra Dios.
Al final, el Señor preguntará: ¿qué hiciste con tu vida?, ¿qué hiciste con tu sexualidad?, ¿a cuántos dañaste después de haber confiado en tu persona?, ¿qué hiciste con tu cuerpo que era Templo Vivo del Espíritu Santo?, ¿por qué no fuiste congruente con tu vocación de profesor?, ¿por qué no respetaste a tus alumnas?, ¿por qué engañaste a las novias que tuviste?
A pesar de todo, nuestro Padre Dios que se encuentra muy cerca de nosotros, está dispuesto a perdonarnos porque su misericordia y su compasión son infinitas. Para conseguirlo es necesario acudir arrepentidos de nuestros actos a un sacerdote para llevar a cabo el Sacramento de la Reconciliación, que no es otra cosa que el sacramento del perdón, porque, por la absolución sacramental, Dios concede al penitente el perdón y la paz. Al leer este escrito, con toda seguridad, uno o dos sacerdotes rezarán por usted, lo mismo harán varias personas de buena fe.
La vida triste, miserable y vacía que me comenta en su correo electrónico, se transformará muy pronto en un sendero de paz, de amor verdadero y de servicio a los demás. Será un trabajo largo, pero bien vale la pena el esfuerzo, necesitará mucha paciencia, tenacidad, valor y confianza. Quitándose la carga tan pesada que lleva en la conciencia, recobrará la amistad de Jesucristo, y podrá convertirse -porque para Dios no hay imposibles, en un discípulo más, que evangelizará a los desorientados, a los carentes de fe y esperanza, a esas ovejas extraviadas que un día salieron del aprisco y perdieron el rumbo, que se desbarrancaron cayendo a un túnel profundo aparentemente sin salida; y en esos momentos, su vida tendrá una razón de ser y podrá exclamar: ¡qué dicha he tenido de nacer! El Señor Jesús lo ama, y hará todo lo posible para rescatarlo. Sea dócil y haga lo que Él le pida.
jacobozarzar@yahoo.com