?La cultura o es universal
o no es cultura?.
Alfonso Reyes
Felices, gozosos, seguros de sí mismos así se pavonearon en Los Ángeles los mexicanos nominados por la Academia. Fotógrafos, guionistas, directores, especialistas todos en áreas de alta complejidad. Estaban en La Meca con múltiples nominaciones y salieron con varias merecidas estatuillas. Nunca antes el cine mexicano había tenido en esas lides una presencia tan notable. Se trata de un grupo de profesionistas sin duda brillantes y arrojados que no se han amilanado frente a los gigantes de Hollywood y del mundo. Mexicanos crecidos sin condicionamientos mentales. Las lecciones son varias.
¿Necesita la cultura de un invernadero, de cuidados especiales para que fructifique? ¿Pueden los mercados abiertos acabar con identidad cultural de una nación? ¿Existe algo así como identidad cultural? No estaremos inventando fantasmas. Durante la discusión previa a la firma del TLC corría un argumento muy popular: nos van a devorar, van a arrasar con nuestra cultura. Llevado al extremo y al ridículo se afirmaba que las grandes cadenas de restaurantes -hamburgueserías, de sushi o lo que sea- acabarían con nuestras tradiciones culinarias. El síndrome McDonalds. Los que estábamos a favor del Tratado argumentábamos en contra que una cultura que no resiste la confrontación no vale la pena. Sea la tradición de la tortilla y el maíz frente al trigo, la producción de teatro, cine o poesía.
Por el contrario, y en esto Carlos Fuentes ha sido muy insistente, las confrontaciones enriquecen. Pueden ser una poda para los débiles, pero también un gran estímulo para los que tienen garra. La llamada ?identidad cultural? no puede ser una especie de invernadero que se destruye con cualquier alteración. Basta con mirar la auténtica explosión cultural de algunas ciudades de nuestra frontera norte y del sur de Estados Unidos producto en buena medida de la confrontación cultural intensificada.
Las grandes ciudades del mundo, las grandes naciones son siempre sitios de encuentro: de Córdoba, a Nueva York, pasando por Venecia. La lección que nos da este grupo de mexicanos es esa, la única forma de ser exitoso es aceptando la necesaria confrontación. Ello supone no temer a los estándares internacionales, ir a la incómoda comparación, a la competencia y al mercado como un sistema de estímulo. Los orgullosos mexicanos que el domingo se codearon con los grandes como profesionistas crecieron en un entorno económico y cultural que nunca había estado tan abierto. En sus trayectorias como en las de Ramón Vargas o Rolando Villazón entre otros de nuestros grandes cantantes, no se atraviesa un estado protector, no ronda la idea de una incubadora hasta que se alcance la madurez.
Qué lejos se miran las épocas en que el Estado fomentó y controló buena parte de las artes plásticas ?el muralismo- con el concerniente encierro. Mirarse al ombligo como consigna. No en balde los grandes abstractos como Tamayo o Felguérez entre otros tuvieron que andar caminos complejos para poder dar rienda suelta a su arte. El Estado puede coadyuvar a que existan condiciones que provocan la producción. Por ejemplo en México el desarreglo entre el precio de taquilla y lo que llega a los productores de cine o teatro es vergonzoso, algo habrá que hacer. Pero nada más lejano a una sociedad abierta que la idea de un Ministerio de Cultura que centralmente establece prioridades y rumbos.
Pero con las nominaciones a los Oscares también afloró otro México que da vergüenza, el México que muy ufano piensa que se merece todo, el que reclama los premios obtenidos individualmente como logro de una supuesta comunidad nacional. Se llaman Del Toro, Cuarón, González Inárritu, Arriaga, Navarro, Caballero y otros nombres propios. Su éxito en buena parte se debe a que rompieron con falsos patrones de ?nacionalismo cultural? que ha sido una de las peores aberraciones que igual sufrió Shostakovich que Lillian Hellman o Sandor Marai. La lista en México es larga. El camino será difícil: muchas nominaciones, pocas estatuillas y ninguna en un rubro central, lo cual no resta mérito pero sí pone los pies en la tierra.
Pero de nuevo la gran lección que en el caso del cine se hace muy visible, radica en encarar los retos de un mundo global. Lo mismo podrían decir productores de textiles que hace poco más de una década, con el TLC, vieron caer sus ventas. Textileros que tuvieron que encontrar nuevos nichos de mercado y que hoy exportan como jamás lo habían imaginado. Hay así muchas historias de éxito, económicas, culturales, artísticas, de todo tipo, quizá menos visibles pero igual de importantes, resultado del impacto de la apertura, historias que debemos contar. Las resistencias todavía andan por allí. Caso muy concreto son los trece años que hemos perdido para encontrarle a los productores de maíz y en general al agro nuevos giros, que hay muchos, en donde pueden ser muy exitosos. Claro eso si aprendemos a mirar más allá del propio ombligo como centro del mundo.
PD. Buenas noticias. El presidente Calderón anunció este fin de semana acciones muy concretas encaminadas a la conservación de nuestras riquezas naturales. En primer lugar involucró al Ejército en la persecución de esa plaga que es la tala ilegal. Los proyectos incluyen a los santuarios de la mariposa Monarca, la vaquita marina, la tortuga laúd, el lobo mexicano, el águila real y áreas naturales protegidas como la maravillosa Isla Espíritu Santo, los manglares de Nichupté en Quintana Roo o los acuíferos de Cuatrociénegas. Bien por la sensibilidad para estos temas y por la concreción de las respuestas.