Algunos afirman que es por pura maña. Otros aseguran poseer pruebas científicas que ubican en la genética el origen de esta inclinación. Para ser sincero, yo jamás me he preguntado a qué se debe la existencia de homosexuales por la simple y sencilla razón de que seguramente ellos tampoco se preguntan por qué existen heterosexuales.
Hace seis años, mientras estaba en Madrid cursando una maestría en periodismo, conocí a un compañero que era en verdad brillante. Aquel tipo muchas veces parecía más bien el maestro y no el alumno, pues poseía un bagaje cultural que cualquiera envidiaría. Una noche, luego de terminar con nuestras diarias obligaciones en la redacción del ABC, fuimos a tomar una cerveza junto a otros compañeros de la maestría. De pronto, cuando todo era risas, Mariano alzó su tarro y dijo algo así: ?Estimados colegas, quiero decirles que estoy muy contento de contar con su amistad y, sobre todo, de no haber encontrado entre ustedes rechazo alguno por ser homosexual?. Luego de chocar las copas al grito de salud, algunos comenzaron a reclamarle a Mariano por su discurso, pues el puro pensamiento de que alguien pudo haberlo rechazado por su condición sexual los ofendía.
Por mi parte, debo confesar que me quedé petrificado. Los prejuicios heredados quizá por la sociedad en que vivimos, en un principio provocaron mi turbación, pues nunca imaginé entablar una amistad con alguien que tuviera tendencias sexuales diferentes a las mías. Me incomodaba pensar que Mariano tuviera un interés distinto al de la amistad con cualquiera de nosotros, sin embargo, el buen juicio llegó a tiempo y seguí el buen ejemplo de mis otros compañeros en cuanto al respeto hacia la forma de vida de los demás.
Mariano sigue siendo mi amigo y siento orgullo que mis prejuicios no me hayan llevado a desperdiciar la oportunidad de convivir con una persona tan valiosa. Aunque hace tiempo no he sabido nada de él, lo recuerdo como un gran maestro, pues gracias a él aprendí que el respeto es la clave de la concordia entre los seres humanos.
Ahora que el matrimonio gay es una realidad en Coahuila, es oportuno como sociedad plantear diversas preguntas. ¿Estamos preparados para convivir con parejas homosexuales? ¿Esto será el principio para que los matrimonios gay puedan llegar a tener derechos idénticos a los heterosexuales? ¿Acaso llegará el día en que las de personas del mismo sexo puedan adoptar hijos?
No me considero un conservador. En ocasiones incluso difiero de mi propia Iglesia por las anacrónicas prohibiciones al uso del preservativo y por la persistencia del celibato sacerdotal. Pero ahora debo reconocer que me asusta la posibilidad de que llegue el día en que los matrimonios de homosexuales puedan adoptar un hijo. ¿Cómo podría crecer un niño en un hogar en donde su padre y su madre son del mismo sexo? ¿Cómo reaccionará el pequeño al ver que los padres de sus amigos son diferentes a los suyos? ¿Cómo puede suplir un hombre el papel de una madre, y viceversa? Por simple humanidad he defendido siempre a los homosexuales. Por simple humanidad, también, repruebo la posible facultad de adoptar un hijo.
No tengo nada en contra de los gays o las lesbianas. La inclinación sexual es una elección personal que, además de ser respetada, no debe ser motivo de discriminación.
Pese a todo, nada ganaremos en seguir rechazando a los homosexuales. Hacerlo, sería acentuar los defectos que tenemos como sociedad. Entendamos que la tolerancia es el único camino que nos llevará a convertirnos en mejores personas y por lo tanto, en mejores ciudadanos.
javier_fuentes@hotmail.com