A veces una relación de dos puede caer en la monotonía y volverse aburrida. Después de todo la rutina puede matar la pasión. Es entonces cuando a la fidelidad se le ponen signos de interrogación y cuando surge el deseo de meter un tercer factor que le ponga candela al asunto o como dicen los franceses, es el momento perfecto para un ménage à trois.
Por más de 180 años, los votantes en Estados Unidos han mantenido una relación rutinaria y constante, casi amorosa, de lealtad partidista. Elección tras elección, los estadounidenses votan mayoritariamente por el o por la candidata del Partido Demócrata o del Republicano.
Si bien ha habido momentos históricos en los que un importante número de electores ha puesto atención a la “propuesta indecorosa” de un tercer candidato, lo cierto es que en el sistema político estadounidense, el bipartidismo está enraizado fuertemente en la Constitución y en el sistema electoral, ya que no existe la representación proporcional a nivel del Congreso, al tiempo que la Presidencia la obtiene quien obtenga la mayoría de los votos del Colegio Electoral y no la mayoría del voto popular. Factores principales que desincentivan la consolidación de una tercera opción política a nivel nacional.
En efecto, pocos han sido los casos en los que un candidato que no milite en las filas demócratas o republicanas ha conseguido un importante número de votos en una contienda presidencial, ya que, como señala el politólogo Martin Wattenberg, generalmente el elector no “tira su voto a la basura” por un candidato que no tiene posibilidades reales de llegar a la Presidencia, por lo que acaba votando por el “menos peor” de entre los candidatos de los dos partidos dominantes. En otras palabras, el votante es racional y prefiere el llamado “voto útil”.
En 1992, cuando los candidatos presidenciales demócratas y republicanos defendían la firma del TLC con México y Canadá, Ross Perot sedujo a un importante número de electores con su campaña anti-TLCAN y consiguió un impresionante 19% del voto popular en la elección presidencial de ese año. En el año 2000, los más de 90 mil votos que Ralph Nader obtuvo en Florida fueron determinantes para que George W. Bush ganara los 27 votos electorales de ese estado y llegara a la Casa Blanca.
La salida de las filas del Partido Republicano por parte de Michael Bloomberg, el alcalde de Nueva York, disparó inmediatamente las especulaciones sobre si buscará la Presidencia como candidato independiente. Pese a que Bloomberg ha negado tal intención, lo cierto es que la sola idea ha hecho aún más interesante la contienda electoral estadounidense de 2008 por las implicaciones que podría tener en la búsqueda del voto de los indecisos y de los electores independientes.
El pseudo coqueteo del alcalde neoyorquino evidencia que los electores están aburridos. Pese a que hoy como nunca los precandidatos presidenciales de ambos partidos parecen más estrellas pop que políticos, sus campañas se han vuelto monotemáticas al centrarse en Irak. Los estadounidenses llevan ya desde el año 2003 enfocados en la invasión, salvo en momentos pasajeros con la irrupción en la discusión política de temas relacionados con los “valores”, como los derechos de los homosexuales, el uso de células madre para la investigación científica y el aborto.
Entre o no a la competencia presidencial, Bloomberg parece estarle mandando un mensaje a los precandidatos de ambos partidos. No basta con tener a figuras estelares en la competencia por las candidaturas presidenciales, mientras que los líderes demócratas y republicanos sigan destrozándose por Irak, cualquier coqueteo por parte de un millonario con ambición política podría terminar llevando al elector a un ménage à trois electoral y como casi siempre sucede en esas relaciones, alguien saldrá perdiendo…
Académico ITAM y UIA
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