La indiferencia destruye. Destruye al amor más ardiente, a las familias más amorosas, a las amistades más sólidas. Al artista luminoso lo convierte en una máquina. Al poeta en una garganta vacía. La indiferencia se instala sin pedir permiso. No es estridente, no hace ruidos, con el arma del silencio mella la esencia misma de la pasión. Quien es indiferente a la guerra, a la pobreza, ha perdido el músculo de la mínima rebeldía vital. El corazón del indiferente seguirá latiendo pero, para todo fin práctico, se trata de un muerto.
En México nos hemos acostumbrado a auténticas perversiones. Ver un perro muerto en la calle no conmueve a nadie. Los rostros de mujeres y niños pidiendo limosna son un espectáculo permanente. La corrupción es asunto de todos los días. Con frecuencia para salir del terrible marasmo lo primero es alertar: eso que ves como normal no lo es. La indiferencia merodea. Una de las peores perversiones mexicanas es una honda indiferencia hacia la mentira. Saturados de medias verdades, falsedades, engaños y demás territorios de la ignominia dejamos que las mentiras naveguen entre nuestras vidas sin la menor resistencia.
Por supuesto que la verdad absoluta y definitiva no existe. Las verdades son relativas, temporales, se renuevan unas a otras. Pero, como advirtiera Popper, lo falso si es fácilmente identificable. Un controvertido filósofo de la Universidad de Princeton ha publicado dos textos que buscan mostrar el daño de la mentira en las sociedades. En el primero, On Bullshit, Harry G. Frankfurt apunta hacia esa inundación de charlatanería que se publica en las primeras planas, que se lanza a decenas de millones por las pantallas y que no tiene el menor sustento. Ahogados entre palabras no confiables, entre mentiras, los ciudadanos optan por la indiferencia.
El problema es que ese mundo gelatinoso, de grises indefinibles, no ayuda a tomar decisiones útiles para la vida. Por eso en otro texto, Sobre la Verdad, Frankfurt hace una ferviente defensa del carácter práctico y benéfico para las sociedades de las verdades. Delatar mentiras señalar verdades es la consigna. Falso que para la vida cotidiana todo sea relativo. La indiferencia conduce al escepticismo y éste al cinismo. Los ciudadanos necesitamos saber, tener certidumbre sobre ciertos asuntos, para poder así tomar las mejores decisiones.
Las campañas de 2006 caricaturizaron a México: por un lado foxilandia, por el otro el boleto seguro al infierno que vendió AMLO. El desconcierto cundió. La sensación de engaño causó un daño severo. El engañado se enoja contra quién lo engaña, pero también se enfada consigo mismo por no haber sido capaz de detectar la mentira. Es vulnerable. Se vuelve desconfiado. México sufrió un doble engaño y hoy pagamos las consecuencias. Muchos ciudadanos caminan por la vida con las armas desenvainadas: no me volverá a ocurrir. Lo grave es que en esta terrible confusión todo es echado al tacho de la basura, incluso las buenas noticias que servirían a la ciudadanía para normar su criterio.
La inversión extranjera crece. En el primer semestre se crearon 500 mil empleos. No son suficientes pero sí muy buenos. Se anuncia un plan nacional de infraestructura que podría traer beneficios a millones de mexicanos: nuevo puerto en Veracruz; aeropuerto para Hidalgo; carreteras para Tuxpan, la costa oaxaqueña, Chiapas y varias más. Aumentan las divisas por turismo. Sin embargo, todas estas noticias son revolcadas por un torbellino de especulaciones provocadas por narcotraficantes.
Muchos mexicanos hoy dudan de lo más elemental. ¿Trajo la apertura comercial beneficios o no? ¿Se reduce la pobreza o por el contrario México se empobrece? ¿Qué ocurre? La semana pasada se dio a conocer la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de Hogares del INEGI. En ella se ratifican varias verdades relevantes. Los ingresos de los mexicanos se incrementan, lentamente, pero se incrementan. Continúa la recuperación del salario real que comenzó hace alrededor de una década. Los beneficios llegan hoy a los hogares más pobres que en los últimos seis años incrementaron 11% su ingreso. El hogar promedio ingresa 11,375 pesos al mes. El impacto de los subsidios, de las trasferencias está llegando a los más pobres. Ello es, en sí mismo, una excedente noticia pues refleja que los mecanismos de redistribución con los que cuenta el país, Oportunidades y otros, sí están funcionando. De pasar una reforma fiscal importante el Estado tiene cómo canalizar recursos a los más pobres. También es cierto que el envío de remesas ha ayudado a estos hogares. No se trata de algo deseable, pero está ocurriendo. Se confirma la tesis de Hernando de Soto: los pobres están ahorrando más que los sectores medios y éstos mucho más que los ricos. Conclusión: la pobreza en México se está reduciendo.
También hay asuntos preocupantes, la diferencia entre los más ricos y los pobres se acortó, es casi imperceptible, 5.6%. Lo cual indica que nuestro actual sistema fiscal no es ni remotamente lo redistributivo que debiera. Los que se niegan a ir a una reforma hacendaria de fondo defienden la iniquidad. Los datos vienen a confirmar lo que todos debiéramos aceptar, así sea políticamente incómodo para algunos: México no se ha empobrecido, al contrario; la pobreza disminuye, pero lentamente.
Si queremos un país democrático y sin miserables lo primero es exigir verdades, denunciar y condenar la charlatanería, el bullshit de Frankfurt. Hay mucho que criticar, pero sería vergonzoso ahogarnos en nuestras propias mentiras, ser víctimas de nuestra indiferencia.