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Mexicanos en Bimini, ‘sacrificio que no vale la pena’

Los migrantes mexicanos -junto a colombianos,
dominicanos y hondureños- construyen casas para Rav Bahamas en Bimini. (El Universal)

Los migrantes mexicanos -junto a colombianos, dominicanos y hondureños- construyen casas para Rav Bahamas en Bimini. (El Universal)

El Universal

Trabajadores mexicanos comparan a Bimini con la prisión de Alcatraz.

Segunda parte de dos

El drama que los trabajadores de la construcción han vivido en esta isla pudo medirse una mañana de principios de junio cuando un colocador de lámina cayó desde el techo que construía. Eran más de cinco metros de altura. Se fracturó las cervicales y le dieron incapacidad por ocho meses, pero después de ser hospitalizado en lugar de ir a casa, fue llevado de regreso a la zona de trabajo.

Sus compañeros le tuvieron que acondicionar un baño para asearlo. Le improvisaron una estructura que lo mantenía de pie. En el dormitorio, despegaron la litera de arriba y se turnaron para madrugar con el fin de dejarlo sentado antes de salir a trabajar.

“La empresa quería evitar el escándalo, por eso cuando lo dieron de alta lo regresaron al dormitorio”, estimó el oficial albañil Antonio Alcántara, un hombre que hace unos días abordaba un avión para regresar a México vía Cuba, mientras decía que los trabajadores carecían de arnés de seguridad.

Se sabe de ellos como los constructores de la Riviera Maya o en ciudades de Estados Unidos, hoy los migrantes mexicanos construyen un proyecto de 850 millones de dólares en Bimini, la más pequeña de las islas Bahamas. Un pedazo de tierra que mide 15 kilómetros de longitud y en el que los habitantes de color pasan muchas horas sentados debajo de árboles para cubrirse de los rayos del Sol.

Los migrantes mexicanos —junto a colombianos, dominicanos y hondureños— construyen casas para Rav Bahamas, la compañía que lleva a cabo el Bimini Bay Resort, un proyecto que a partir de enero presumiblemente comenzará la edificación de un hotel con 250 habitaciones, una cancha de golf de 18 hoyos, un puerto marino y un casino. La cadena Conrad Hilton será la encargada de administrarlo.

El caso de David Alejandro González, el accidentado de junio, había puesto en el escenario público lo que parecía ser una isla del engaño. Dos meses después a su llegada a México, él junto a otros seis trabajadores queretanos, denunciaron ante el diputado priista de Querétaro, Jaime Escobedo, maltrato, explotación y condiciones. Decían que habían logrado huir de Bimini, la que semejaron con la prisión de Alcatraz.

“Nosotros no traemos a nadie engañado, damos un contrato. Traemos a mexicanos desde 1997. Lo que pasa es que muchos vienen a echarle ganas y otros no. La isla no es fácil, a nadie le gusta quedarse ahí. Después se echan para atrás y buscan problemas”, dijo la vicepresidenta de Rav Bahamas Margarita Thomas Capo.

En entrevista telefónica desde Miami, asegura que David Alejandro González trabajaba con ellos desde 2005 y que cuando el doctor lo dio de alta, la compañía le ofreció mandarlo de regreso a casa por una línea comercial con escalas en Nassau, Cuba, Cancún y Ciudad de México, pero el accidentado y su primo se negaron por las incomodidades que representaba el viaje. Asegura que informó al cónsul mexicano en Jamaica.

La mayoría de los migrantes mexicanos había llegado a la isla a principios de enero a bordo de un vuelo privado y directo que salió de la Ciudad de México. Eran oficiales albañiles, ayudantes, carpinteros. Se contrataron por un año con salarios prometidos a partir de los 15 mil pesos mensuales. “Los contratistas los engañan desde México, les dicen que les van a pagar 500 dólares y cuando llegan les dan sólo 200”, dice el albañil Antonio Alcántara.

En los meses siguientes arribaron más a la isla Bimini en la que ahora se venden tortillas y chile y en la que permanecen 68 mexicanos, de los 120 que eran. Entre ellos, está Roberto, un ayudante de albañil oriundo de la Noria, municipio de Pedro Escobedo, Querétaro. “Aquí nos tratan como animales, con ese precio no vale la pena el sacrificio, gano 200 dólares a la semana. Uno sale de allá por un porvenir mejor, para tener con qué pagar cuando se te enferme un niño. Aquí sufres el calor, deshidratación y para que sean unos cuantos pesos la diferencia… te entra la desesperación…”, dijo mientras comenzaba a caer la noche sobre Bimini.

Decía Roberto que por lo menos en México, estaba cerca de la familia y pendiente de que sus hijos no le falten al respeto a su esposa. “Por lo menos estando allá, uno les va diciendo qué está bien y qué está mal”. Antes, en el municipio de Pedro Escobedo trabajaba como jornalero. Su ahorro estaba fincado sobre 32 puercos y 250 pollos y un negocio de ropa en el que invirtió 15 mil pesos. Luego le sobrevino la enfermedad de su hijo y el patrimonio quedó en manos de los doctores que no curaron al niño. Al final invirtió 100 pesos para llevarlo con un curandero que lo alivió. “Tenía un mal aire, de haber sabido desde el principio lo llevo con el doctor del pueblo”.

Ahora está en Bimini porque quiere echar andar otra vez el negocio de ropa. Un amigo de su hermano les dijo que en isla el trabajo era bien pagado. “Aquí tienes que obedecer lo que te manden, aquí no puedes faltar, el sol está bien caliente y a veces hasta chillas, pero si yo hubiera sabido que nos iban a dar 200 dólares a la semana, no vengo”. Él y su compañero Leonardo dicen que no tienen zapatos de seguridad, ni arnés para trabajar en las alturas. Dijeron que si querían regresarse tenían que trabajar tres meses gratis o pagar tres mil pesos por incumplimiento de contrato y que en un tiempo les fue retenido el pasaporte hasta que representantes del ministerio del Trabajo en la Bahamas, visitaron la zona de trabajo y les dijeron que era ilegal. La Embajada de México en Bahamas confirmó este último dato, pero desmintió que trabajaran en condiciones de esclavitud como denunciaron los trabajadores queretanos. Aunque varios de los mexicanos entrevistados utilizan la palabra “cumplir” con el contrato como si se tratara de una condena.

Un maestro fierrero que es de Tapachula, Chiapas y construye la calle principal llamada Bimini Bay, dice que la situación es que los contratistas pagan lo que quieren. Trabajaba en Cancún y el contratista de ahí le dijo del proyecto en Bahamas. En la isla dos colombianos, que dan acabado a las paredes e instalan la electricidad, coinciden con los mexicanos. “Con dolor en el alma, pero toca. Nos trajeron con engaños, no vale la pena el sacrificio, hermano”, dice uno de ellos que es de Barranquilla. Afirma ganar dos millones de pesos colombianos, unos 800 dólares mensuales.

“Yo no creo que se les pague menos, ellos cobran a destajo y el que trabaja gana”, dijo Mercedes Capo.

El grupo Capo, dijo que contrataba a mexicanos, colombianos y dominicanos porque la isla no contaba con trabajadores con capacidad para hacer el trabajo de albañilería. Gerardo Capo que encabeza el proyecto de Rav Bahamas dice que lo que es bueno para los turistas, es bueno para toda la isla porque después de terminado, el Bimini Bay Resort & Casino daría trabajo a los mil 600 habitantes de la isla.

Pese a todo, la opción Bimini resulta atractiva para los trabajadores del México sin oportunidades. Guadalupe, un oficial albañil dijo que los que no cumplieron los han afectado. “Nosotros tuvimos que pagar por ellos porque no acabaron su contrato y el contratista nos dijo que nos tocaba de menos”. Dijo que tenía asegurado el sustento de su familia hasta abril del año próximo. Un compañero de él dijo que aquí tenían 11 meses de trabajo ininterrumpido. “Aceptaste venir y tienes que cumplir”.

Parece que en el caso de los trabajadores de Querétaro que denunciaron maltrato, todos quieren llevar agua a su molino, Mercedes Capo dijo que en días pasados viajó a ese estado para entrevistarse con el diputado priista Jaime Escobedo y arreglar un cheque con David Alejandro González. Ella quería hablar con la prensa para dejar en claro lo que consideró era “difamación” como una forma de dejar limpia la imagen de la empresa. El legislador le respondió: “Qué le parece si arreglamos esto aquí y que quede entre nosotros”. La mujer regresó a su casa sin avisar, dice que le dio desconfianza. El legislador la ha llamado varias veces, le pidió regresar con un cheque y entregárselo: “Traemos la cámara y tomamos fotos a la hora de que me lo entregue”, le dijo.

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