CAROLINA, PUERTO RICO.- Para los Naranjeros de Hermosillo la derrota de ayer ante las Águilas del Cibao por 5 a 3, demostró que pueden tutearse con cualquiera en la Serie del Caribe de Beisbol, aunque el revés dejó un sabor amargo porque se falló a la hora buena.
Esta vez fue el lanzador Pablo Ortega, un abridor de experiencia convertido en relevista por necesidad del equipo, fue castigado con dos carreras en la séptima entrada al admitir sencillos de Luis Polonia, Miguel Tejada y Tony Batista, regaló un boleto a Nelson Cruz y permitió un elevado de sacrificio de José Fernández.
El pitcheo abridor de México respondió con Michael Tejera, sin embargo, los bateadores sólo pegaron seis imparables. Las recientes declaraciones del manejador Lorenzo Bundy respecto a que no puede vigilar lo que hacen sus jugadores por la noche dejó entrever que tal vez algunos utilicen las horas de descanso para parrandear.
Éso había que demostrarlo, pero lo real es que estos Naranjeros son apenas una caricatura del campeón de la Liga Mexicana del Pacífico. Las grietas del equipo han sido por todos lados. En la primera mitad del torneo los lanzadores permitieron 33 carreras en tres partidos, un promedio de 11 por encuentro y más de una por entrada. En la segunda los lanzadores mejoraron, pero los bateadores dejaron de hacer cosas, con nueve corredores en bases el lunes ante Puerto Rico y sólo cinco imparables ayer ante República Dominicana.
Los números demuestran que México es el equipo más débil, que los demás son superiores en todo. Pero hay parte de ilusión en eso porque si los mexicanos se tutearon en sus juegos cuarto y quinto ante puertorriqueños y dominicanos, pudieron haberlo hecho en los anteriores tres encuentros y hubieran dejado otra imagen.
El mal sabor de boca es peor que la humillación de las cinco derrotas porque incluso en los dos últimos partidos jugados bien, los mexicanos han mostrado poca disposición y eso duele cuando se habla de un equipo nacional que se supone todos se mueren por formar.