(Sexta parte)
LA CONTAMINACIÓN POR PLOMO EN TORREÓN
En 1995, un equipo de investigadores de la Escuela de Medicina de Dartmounth, New Hampshire, E.U.A., tomó muestras de polvo en diversos puntos de la ciudad de Torreón.
Estas muestras fueron analizadas en cuanto a su contenido de plomo, cadmio y arsénico y los resultados fueron publicados posteriormente. Se comparó la situación de Torreón con otras ciudades del Norte de México, entre ellas Chihuahua y Monterrey. Torreón fue elegida como un sitio con una gran fundidora activa en la ciudad, Chihuahua, como un sitio en donde funcionó hasta 1990 una fundidora de plomo y Monterrey, como un sitio en donde hace mucho tiempo dejó de funcionar una refinería de plomo.
Torreón se destacó por sus altos índices de contaminación del suelo.
Estos mismos investigadores de Dartmounth, concluyeron que el plomo y el arsénico existen en Torreón en niveles equiparables a los encontrados en otros sitios. Sin embargo, para el cadmio. El material más tóxico de los tres, encontraron que Torreón, tiene los niveles más elevados encontrados en la literatura científica.
Estudios de regresión numérica entre la concentración de los tóxicos y la distancia a la que habían sido tomadas las muestras con relación a la planta de Peñoles, demostraron una dependencia exponencial. Esto sugiere fuertemente que la fuente de emisión del plomo, del arsénico y del cadmio encontrados es la fundidora Met Mex Peñoles.
En 1998 el Dr. Manuel Velasco Gutiérrez, pediatra de Torreón, ordenó análisis de plomo en sangre a un grupo de pacientes de su consulta privada, encontrando niveles alarmantes de plomo especialmente a los niños cuyos domicilios eran más cercanos a la fundidora, éstos eran vecinos de la colonia Luis Echeverría.
En este mismo año el Dr. Gonzalo García Vargas, un investigador en toxicología de la Universidad Juárez del Estado de Durango, del núcleo Universitario de Gómez Palacio, encuentra niveles altos de plomo en sangre en escolares cercanos a la planta; otro grupo con valores aceptables normales en escuelas a más de cinco kilómetros de la planta. Un nivel de contaminación del suelo muy alto en áreas cercanas a la planta y el valor del plomo en el agua normal.
Era obvio que el sitio de origen de la contaminación está en la planta fundidora y que los torreonenses ingresan estos metales a través de la boca por el polvo y suelos contaminados; por lo tanto la dieta y las medidas higiénicas forma una parte importante en el manejo de estos niños con los niveles de plomo más altos en un sitio altamente contaminado.
A partir de estos eventos se formó una comisión interinstitucional convocada por el Congreso de Coahuila para solucionar esta situación donde participan: la Secretaría de Salud, la Secretaría del Medio Ambiente, la de Recursos Naturales y Pesca, la Procuraduría Federal de Protección Ambiental, las Direcciones Estatales de Ecología y Ecología Municipal.
Se comenzó a trabajar buscando el Gobierno de Coahuila sus propios datos los cuales no fueron dados a conocer oficialmente, pero se supo que el nivel de contaminación encontrado era más alto que los estudios anteriores y pronto saltaron deficiencias en la norma Mexicana sobre los contaminantes especialmente a nivel del suelo.
Finalmente y tras una lucha constante de grupos ambientalistas, el 28 de febrero de 1999, la Profepa, ordenó a la empresa que pusiera en práctica 81 medidas para reducir las emisiones de gases y polvos con plomo y se propuso un programa que se enfocaba en 3 líneas de acción: la supervisión de las emisiones de la planta Peñoles, la remediación de los suelos contaminados y la atención de la población afectada.
A este programa se le llamó “Declaración de Contingencia Ambiental” y también contemplaba la suspensión de actividades de la planta en las fases I, II y III, que se aplicarían de manera progresiva dependiendo de la emisión de los contaminantes.
A partir de ese día la planta entró en fase I con una reducción de un 25 por ciento de sus actividades, de no corregir el problema de las emisiones entraría en la fase II donde se reduciría su funcionamiento en un 52 por ciento y de persistir la contaminación incontrolada llegaría hasta la fase III con el paro total de la fundidora.
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