En la hondura del mar vagan sus muertos: pescadores a quienes la tempestad prendió en sus redes y arrojó a la sentina del abismo; argonautas que buscaban el fin del mundo y lo encontraron en la oscuridad; suicidas que caminaron lentamente por la playa hacia el abrazo de la muerte; pilotos de guerra que vieron su rostro espantado en el súbito espejo del mar...
Pasan lentamente las móviles sombras junto a las madréporas y se pierden por entre los laberintos de las verdosas algas. Cuando los llame la trompeta del ángel saldrán chorreando medusas y corales, y llevarán arena en la cuenca de los ojos.
Muertos del mar son éstos. De siglo en siglo las olas suelen arrojar alguno, pero nadie lo reconoce en la forma del roto caracol o el pedazo de mástil carcomido. "Descansa en paz", decimos a los muertos. Pero los muertos del mar -los muertos de mar- nunca descansan.
¡Hasta mañana!...