Jean Cusset, ateo con excepción del día que su velero naufragó lejos de la costa, dio un nuevo sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre, y continuó:
-Siento afición por cosas que son grande locura: el ajedrez, locura de la mente; la ópera, locura del arte; las corridas de toros, locura de la vida y de la muerte... Toda humana locura, sin embargo, es a final de cuentas cosa de razón. En cada forma de locura se puede encontrar algo razonable. Pero la locura de Dios, o sea el fanatismo religioso, es locura absoluta, sin concesión alguna a la razón humana. Huyamos de esa forma de locura, pues lo excesivamente divino es antihumano. Pongamos en las cosas de Dios esa maravilla que Dios puso en nosotros: la razón.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...