Cuando llegas a mí en el sueño, Terry, el sueño se hace vida y vuelves a estar conmigo igual que ayer. Otra vez eres mi amado perro cocker, y otra vez oigo tus ladridos jubilosos, y veo tus ires y venires, y miro tu amorosa mirada puesta en mí.
Perder un perro como tú, mi Terry, es perder un claro amigo. Pienso en los años que me acompañaste, y tu ausencia me duele con un manso dolor. Por eso cuando te sueño es como si yo mismo me soñara.
Ahora me pregunto, Terry, si te habré merecido. ¿Estuve a la altura de tu perfecto amor? Seguramente no: nuestro ser de hombres no tiene la inocente perfección de las demás criaturas: la piedra, el árbol, tú... Perdona, Terry, pues, mi ser humano. Ven a mí en el raro misterio de los sueños, y dime con tu mirada de agua limpia que aunque sea en el sueño siempre regresarás.
¡Hasta mañana!...