John Dee pasaba las noches y los días sin dormir. En su laboratorio de alquimista leía fórmulas confusas, y tras descifrarlas mezclaba polvos y líquidos que llenaban toda la casa de sulfúreo hedor.
Un día sus amigos le preguntaron:
-¿Buscas la piedra filosofal, capaz de convertir el hierro en oro?
-No -respondió Dee-. Busco la piedra antifilosofal.
-¿Cuál es ésa? -se desconcertaron los amigos. Contestó él:
-Es la que convierte el oro en hierro. El oro no sirve más que para motivar crímenes y guerras -que con el mayor crimen- y para crear generaciones de avaros, perezosos y soberbios. El hierro, en cambio, es útil para labrar la tierra y para hacer los trabajos de los hombres. Si todo el oro de la tierra se convirtiera en hierro nada pasaría. Pero si todo el hierro que en el mundo hay se convirtiera en oro, el hombre ya no podría ser lo que es.
¡Hasta mañana!...