El poeta le presentó a Dios un poema.
El músico le entregó una sinfonía.
El orfebre le llevó una joya.
El sacerdote le consagró una hostia.
El artista hizo para él una obra de arte.
El teólogo le propuso una tesis teologal.
El panadero le ofreció el fruto de su trabajo: un pan.
Y sucedió que el Señor le dio el premio al panadero.
Y es que el pan es un poema, una sinfonía, una joya, una eucaristía, una obra de arte y una teología.
(Esto lo escribí recordando a don Leoncio Saucedo, dueño de "La Antigua Muralla", entrañable panadería de mi barrio, cuyo riquísimo pan fue gula y gala de mi feliz infancia).
¡Hasta mañana!...