Hay en la huerta cónclave de urracas. Parecen las ruidosas aves mujeres enlutadas que chismorrean en el velorio de un marido.
Las urracas no tienen buena fama. La leyenda -con música de Rossini- las tacha de ladronas. Yo no sé si lo sean, pero sí sé que son muy descaradas.
Se sienten las dueñas del lugar, y te hacen sentir inoportuno huésped.
Pero si no hay urracas en la huerta llega el silencio y ocupa su lugar. Entonces se oye el tiempo, y las cosas dejan por un momento de existir. Es necesario entonces que vuelvan aquellos pájaros parleros, pues con sus gritos se despierta el mundo y otra vez echa a caminar.
Toda criatura tiene su razón de ser. La razón de ser de las urracas es su sinrazón. Bienvenida sea la sinrazón de las urracas: en el huerto del mundo esa sinrazón hace menos daño que la sinrazón del hombre.
¡Hasta mañana!...