Son cuatro señores los señores. Uno es alto y delgado; otro es bajito y regordete; el tercero cojea un poco y el último usa sombrero de fieltro.
Todas las tardes se juntan en una banca de la plaza. Las señoras y los muchachos que por ahí pasean saben que esa banca les pertenece a ellos, por eso no la ocupa nadie. ¿Y qué hacen los señores? Hablan. Hablan de todo, especialmente de sus recuerdos. Son jubilados de la fábrica, y recordar es profesión de jubilados.
Si yo pudiera les haría a los cuatro señores una estatua. Toda su vida trabajaron. A nadie hicieron daño. Formaron una familia. Bebieron algunas veces sus cervezas, eso es cierto, pero nunca se presentaron borrachos en su casa. Fueron obreros, y ahora sus hijos son médicos, ingenieros, abogados...
Si yo pudiera les haría a los cuatro señores una estatua. Ellos son héroes más verdaderos que muchos héroes de mentiras que tienen ya su estatua.
¡Hasta mañana!...