Tengo 30 años de tratar a don Abundio y todavía no sé si es un profundo filósofo o un ladino socarrón. Lo escucho hablar, pondero sus palabras, y no puedo determinar si está diciendo una verdad eterna o simplemente le está tomando el pelo a su interlocutor.
Daré un ejemplo. El otro día cierto señor que visitó el Potrero le preguntó:
-Y usted, don Abundio, ¿ha vivido aquí toda su vida?
Respondió él con laconismo:
-Todavía no.
Quizá Sócrates podría desentrañar el fondo verdadero de esa contestación. ¿He de ver en ella honda filosofía o simple burla de viejo marrullero? Quién sabe... A lo mejor Sócrates era también un viejo marrullero.
¡Hasta mañana!...