Por esta sola vez, y sin que el caso siente precedente, la señora Cantalarrana asume el papel de una activista de la ecología.
La señora Cantalarrana siente orgullo muy grande al decir que es “una defensora de la vida”. Está al último grito de la moda ecológica. Ha suscrito peticiones para salvar a los delfines; formó parte de un programa tendiente a evitar que el uso del DDT dañe los huevecillos de estornino. Sufre intensamente la señora Cantalarrana porque sabe que en la región del Klondike todavía se matan zorros plateados para aprovechar sus pieles. Lloró al ver en la televisión la muerte de las focas.
Pero la señora Cantalarrana no agota ahí su actividad social. También es integrante de un comité “Pro Choice”, y trabajó con mucho entusiasmo por la despenalización del aborto en el Distrito Federal.
¡Hasta mañana!...